Ni un acto tan atroz vacuna las conciencias de los fanáticos. La conmoción en Francia por el brutal asesinato de Samuel Paty, el maestro que fue decapitado por un joven yihadista checheno el pasado 16 de octubre, no ha impedido que se registraran numerosas amenazas y expresiones de apología del terrorismo en los días posteriores al ataque.
El fiscal nacional antiterrorista, Remy Heitz, ha confirmado que existen casi 200 investigaciones abiertas por presuntos delitos que van desde las incitaciones al odio a las amenazas de muerte y actos o expresiones de apoyo a la violencia y de justificación del terrorismo. Entre los investigados hay perfiles muy diferentes: islamistas radicalizados, personas con problemas psiquiátricos y simples escolares, menores de edad, que no han calibra-do la gravedad de sus conductas.
Las amenazas detectadas se dirigen contra el presidente de la República, el primer ministro, miembros del Gobierno y maestros concretos. En ocasiones son amenazas de decapitación. El origen de este odio es la nueva publicación de las caricaturas de Mahoma, cuando se inició el juicio a los cómplices del atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo (enero del 2015), la exhibición de estas caricaturas en clase –para ilustrar el derecho a la libertad de expresión– y la defensa rotunda del laicismo y de la libertad de blasfemia por los líderes políticos, incluido el presidente Macron.
Cuando se reanudaron las clases, el 2 de noviembre, tras las vacaciones de Todos los Santos, hubo un minuto de silencio en los centros de enseñanza como homenaje a Paty. El Ministerio de Educación tiene constancia de unas 400 violaciones –de leves a muy graves– de este homenaje al profesor asesinado por alumnos que lo boicotearon. En un instituto de Caluire-et-Cuire, en el departamento del Ródano, un alumno de 15 años amenazó a un profesor con “cortarle la cabeza”. En Albertville, en los Alpes, cuatro alumnos de 10 años, de origen turco, fueron interrogados por la policía en sus domicilios por amenazas y apología del terrorismo. Hace unos días, en Pontoise, al noroeste de París, un argelino de 34 años fue condenado a seis meses de prisión firme y a diez años de prohibición de entrada en el territorio francés por haber “glorificado” el asesinato de Paty. En Versalles, un hombre fue condenado a un año de prisión por haber amenazado con decapitar a un profesor de historia.
Ayer tuvo lugar el homenaje a las tres víctimas de otro atentado yihadista, el perpetrado contra la basílica de Notre Dame, en Niza, el pasado 29 de octubre. La ceremonia, a la que asistieron el primer ministro, Jean Castex, y el expresidente Nicolas Sarkozy, se celebró en la Colina del Castillo, el mismo lugar en el que se rindió tributo, en el 2016, a las 86 víctimas del atropello masivo en el Paseo de los Ingleses.
En la basílica murieron degollados el sacristán y dos mujeres que habían acudido a rezar de buena mañana. El autor del atentado, el tunecino Brahim Aouissaoui, de 21 años, había llegado en patera a la isla de Lampedusa (Italia) a finales de septiembre pasado. El terrorista resultó herido de bala por la policía y ahora se recupera en un hospital de París, adonde fue trasladado en avión, anteayer. Las 11 personas detenidas bajo sospecha de complicidad fueron puestas en libertad.
