La aplicación del derecho a la libertad de conciencia, que obliga al Estado a la más estricta neutralidad religiosa o ideológica, nunca se cumplió.
El modelo educativo de la social democracia en España, diseñado y puesto en marcha por los gobiernos de Felipe González y degradado por los gobiernos de Aznar y Zapatero, está tocando a su fin. Solo espera el certificado de defunción que, sin duda, extenderá el próximo Gobierno. El sistema educativo establecido a través de la LODE y la LOGSE ampliaba la educación gratuita y obligatoria hasta los 16 años, pretendía la universalidad, la integración y la cohesión social, homogeneizando en un mismo sistema a todas las CCAA y contribuyendo a paliar las diferencias sociales. Para el profesorado promovía la renovación pedagógica y un sistema de acceso basado en la igualdad de oportunidades. Un programa demasiado ambicioso, sobre todo cuando desde su origen fue sometido a una bomba de relojería, cuyo estallido al final lo ha implosionado: Los conciertos educativos.
La aplicación del derecho a la libertad de conciencia, que obliga al Estado a la más estricta neutralidad religiosa o ideológica, nunca se cumplió. Tampoco en el sistema educativo al que nos referimos. La religión católica, con toda clase de argucias, fue introducida como materia del currículo escolar. De tal forma que el Estado ha terminado por ser el contratista de 15.000 catequistas católicos y es el garante de la enseñanza de los dogmas de esta religión en todos los centros educativos, creando con ello un déficit democrático que corroe al propio sistema político. Pero lo más grave es que el Estado, al establecer un sistema híbrido de pública y concertada, concediendo enormes privilegios a la iglesia católica, justificados con la falacia de la libertad de los padres para la educación de sus hijos, diseñó un sistema por el cual renunciaba a la administración y gestión de un alto porcentaje de la educación obligatoria, cediéndoselo a la enseñanza privada y subvencionándola a través del sistema de conciertos.
Inmediatamente aparecieron los gravísimos inconvenientes para la educación, y sobre todo para la enseñanza pública, que han terminado por sentenciar al propio sistema: los centros concertados financiados con dinero público, aplican la segregación, eligen alumnos y profesores, rompiendo así la universalidad y la igualdad de oportunidades. Se iniciaba una división radical en el sistema educativo entre pública y concertada. Esta última, regida por una patronal insaciable: La Iglesia Católica que mantiene un asalto sin tregua a los presupuestos educativos y consigue aumentarlos año tras año para si a costa de los de la pública. Naturalmente, siempre con el consentimiento del Estado.
Se rompió la gratuidad en los tramos obligatorios. Las autoridades escolares toleraron desde siempre que la enseñanza concertada, por medio de subterfugios, obligue a las familias a pagar lo que por derecho les corresponde gratuitamente.
Confesionalidad Por último la confesionalidad. Un estado que se autodefinía como democrático y por tanto neutral en cuestiones ideológicas y de religión pagaba una enseñanza confesional, consintiendo tener un ideario de centro a los colegios concertados, en su mayoría de la Iglesia Católica. El sistema nunca funcionó satisfactoriamente. Las críticas fueron silenciadas. Tiempos aquellos de: Viva Carlos III mientras reparta dinero.
Con los gobiernos de Aznar y Zapatero, la LOCE y la LOE el sistema se ha degradado hasta hacerlo irreconocible. Aumento sin freno de la concertada, concesión de ilimitadas competencias a las CCAA, burocratización de las tareas docentes y abandono total de la renovación pedagógica sustituida por una mal llamada carrera docente que busca más bien el control ideológico del profesorado y la introducción de criterios mercantiles neoliberales en los centros públicos. En Asturias, para mayor escándalo, impuesta por el empecinamiento de un gobierno autoproclamado de unidad de la izquierda, en contra de los sindicatos mayoritarios en el sector y de sentencias judiciales.
Esperanza Aguirre nos muestra, ya sin reparo alguno, la alternativa educativa de la derecha: Una mayoría de enseñanza privada confesional católica concertada con donación de suelo público y desgravaciones fiscales a los padres. Para los trabajadores unos convenios colectivos, mientras existan, cada vez peores, el miedo a la perdida del puesto de trabajo y la pronta introducción de los contratos en prácticas Por el contrario una pública como servicio de beneficencia en condiciones deplorables en la cual cada vez se cobra menos y se trabaja más y en la que se perderán miles de puestos de trabajo. De momento los interinos. Después lo que sea necesario.
La mayoría de la población en Madrid ha huido de una enseñanza pública degradada. Por el momento, esto da validez al argumento del gobierno autonómico madrileño: es lo que quiere la mayoría.
Los gobernantes de Foro anuncian lo mismo para Asturias, que tiene una de las mejores redes de enseñanza pública de España. Sin embargo la crisis ha hecho acto de presencia. El problema ya no será tan fácil como simplemente trasladar dinero de la pública a la concertada. Con una deuda financiera que alcanza el billón de euros. Ahora los padres en la concertada tendrán que pagar cada vez más.
Por un camino totalmente impredecible se llegará a cumplir aquello de que el quiera enseñanza privada que la pague. Los que no quieren y sobre todo los que no pueden, que cada vez son más, tendrán que acudir a un servicio público arruinado, hundido y en condiciones extremadamente deficientes, concebido como beneficencia otorgada gracias a la caridad. Naturalmente lo que se da por caridad a un súbdito no es exigible como derecho de ciudadano.
La enseñanza confesional adquirirá mayor presencia y el pensamiento crítico desaparecerá de las aulas en lo poco que existió. Ni un solo centro concertado quedará en manos de los defensores de la teología de la liberación, ni si quiera como excepción para confirmar la regla. Es de nuevo la hora del Opus Dei, de los legionarios y de los neocatecumenales. Exultantes en la visita del papa, anunciaron por fin la rendición incondicional del Estado. No llegaron por sus méritos sino por el fracaso de un sistema educativo creado, defendido y degradado por la izquierda parlamentaria.
La izquierda, sobre todo la institucional, ha perdido la confianza ciudadana entre otras cosas por no haber creado y defendido una escuela pública laica, democrática, científica, integradora y que desarrollara los valores expresados en los derechos humanos.
Años difíciles A la enseñanza pública y al laicismo nos esperan años difíciles. Pero no desaparecerán. La izquierda no puede dedicarse a esperar el fracaso de la derecha y ofrecer como alternativa una vuelta al pasado. Entre otras cosas porque esta vez el baile del bipartidismo probablemente no funcione y el fracaso de la derecha puede que no conduzca necesariamente a un gobierno de la “izquierda”.
El pasado ha muerto y el sistema educativo de ese pasado también. Si la izquierda quiere recuperar la confianza de la ciudadanía ha de construir una nueva alternativa política. Es tiempo de debates, de investigación y de construcción de alternativas. Entre ellas una educación que necesariamente ha de ser pública, dotada de los recursos necesarios, gratuita, democrática, científica, integradora, que eduque para la vida y no que amaestre para el mercado y sobre todo en este país, sobre todo en España: Laica.
La izquierda no puede defender nunca más el sistema de conciertos y mucho menos justificar la confesionalidad religiosa en la educación.
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