Una vez escuché una entrevista de una candidata de Podemos, musulmana y con velo, que se presentaba para las elecciones europeas. El debate era si el Islam es feminista o no. A muchos les pareció contradictorio lo del Islam y el feminismo, y también ver a una persona religiosa conservadora en un partido de izquierda que defiende la libertad del cuerpo, la igualdad entre hombre y mujer, a los homosexuales, las lesbianas y los/as transexuales. ¿Cómo va ella a defender a los que Dios les cerró las puertas del paraíso? Podemos hacer muchas preguntas sobre la compatibilidad de su moral religiosa y la moral general de una nación europea que ha superado su propia religión y donde la identidad musulmana sigue constituyendo una minoría. La nueva asignatura de la religión musulmana que añadió la Generalitat catalana en los centros escolares ¿tiene sentido en este tiempo de lucha por una escuela laica? ¿Y cómo es posible que un partido de izquierda acepte entre sus filas símbolos de la sumisión? ¿Y es verdad que todas las mujeres musulmanas son sumisas? Las que van a las universidades y las que trabajan en centros científicos con sus velos ¿son todas sumisas y obligadas a llevar lo que ellas no quieren ni creen?
Desde otro punto de vista podemos decir que el Islam era feminista en su época, hace 1.400 años, y que había mejorado muchísimo la situación de las mujeres en una época donde el patriarcado estaba inmerso en sus máximas locuras matando a niñas recién nacidas porque no eran varones; así, prohibir matar a niñas fue un acto de feminismo en una época en que la mujer era casi esclava, se robaba como se robaban el ganado y los alimentos en las guerras entre tribus.
Incluir a la mujer en una herencia entre los varones de la familia y de la tribu, tener derecho a una parte de los bienes de sus fallecidos, es feminista. El Islam era líder en los derechos de la mujer hace muchos años; en comparación con las leyes que había entonces, era muy avanzado. Pero si nos preguntamos si el Islam es feminista ahora, nos va a costar encontrar una respuesta simple. Se entiende que el Islam es una cosa y los musulmanes otra, porque el mismo texto para unos significa algo distinto para otros; además, podemos encontrar musulmanes que no rezan, beben alcohol y mantienen relaciones fuera del matrimonio, mientras otros son inflexibles, rígidos o radicales.
¿Las clases en los centros educativos están pensadas para suavizar la religión? ¿Y cómo van a explicar a los/as peques que todos somos iguales y los demás no son infieles, más bien hermanos/as y compañeros/as? Y si preguntamos si los musulmanes son feministas o no, nos encontramos con quien lo es y quien no ¿El Islam de hace 1.400 años es compatible con nuestro tiempo moderno? Si lo entendemos como normas que nadie puede ni tiene que saltar, y algunas normas son muy duras como la lapidación o amputar las manos a los ladrones, hace 1.400 años estos castigos no lo hacían solamente los musulmanes, casi todas las tribus de la época castigaban de la misma forma, pero ahora no se puede aceptar. Los que piensan que no hay que adaptar los textos a la vida actual son los que esconden el peligro, y no los que piensan que el Islam no está para castigar sino para aportar mejoras en las vidas de las personas, buscando entender el porqué de las cosas, y que los textos sagrados no son únicamente para seguir al pie de la letra, sino más bien para orientar según el fin y los objetivos deseados; por ejemplo, a quienes no aceptan la poligamia, porque antes los hombres tenían muchas mujeres y la religión islámica lo ha limitado a cuatro, con el deseo de cambiar las cosas paso a paso, porque además, dentro de los textos nos podemos encontrar con frases que dicen que si tienes más de una mujer tienes que ser justo e igualitario entre ellas para que así sea autorizado el casamiento, y después hay otra frase que dice que nadie puede ser justo con más de una mujer. Ellos entienden, leyendo estos textos, que es claro que la religión islámica vino para prohibir la poligamia y la esclavitud. Los que no quieren adaptar los textos entienden que los hombres se pueden casar con cuatro mujeres y que los castigos hay que ejecutarlos, y si son brutales también. En la realidad, a estos últimos solamente los he visto en los vídeos propagandísticos de las guerras. Nuestros madres, padres, hermanas y hermanos musulmanes no son solamente personas normales, sino gente maravillosa y humana; hay de ellos quienes son veganos, y no asesinan a los corderos ni celebran la fiesta del Aid El Kebir.
Nos encontramos que el mundo está hecho para que siempre los países del sur, los “del tercer mundo”, con nuestra pobreza, garantice el lujo de los del norte. Nos quieren siempre retrasados, por eso ellos, de manera fría y calculadora, controlan la educación, los centros escolares, los medios de comunicación y las redes sociales. Nos presentan la historia de forma radical acerca de una religión seguida por casi dos mil millones de personas.
Yo el musulmán, yo el ateo, yo la otra cosa, ¿Cómo puedo con mi pueblo llegar a la libertad, a la tolerancia, al bienestar propio y el de todos y todas? ¿Cómo puedo ser un granito para el bien de nuestro pueblo, con todas las contradicciones en los pensamientos que construyen nuestra sociedad tercermundista?
Es siempre la misma ecuación para todos los hijos e hijas del pueblo, ¿Cómo desde el yo, y desde lo que se es y como se es, puedo aportar un plus en el avance de nuestro pueblo para alcanzar mi libertad, la libertad de todas y todos? Es la gran ecuación que los hijos y las hijas de los pueblos reprimidos como el Rif -y Marruecos en general- tienen que responder, y tomar posición. ¿Cómo se puede colaborar en la liberación de nuestra gente, de nuestros presos y de nuestra tierra desde donde estoy y como estoy? ¿Cómo parar esta máquina de represión que nos “machaca” desde hace muchísimos años, apoyada por los países “demócratas” que nos quieren enseñar el alfabeto de la “democracia”, porque, según ellos, no estamos todavía preparados para practicarla? ¿Acaso la dictadura moderada que tenemos es la única fuerza que nos puede controlar a nosotros los bárbaros, los/as futuros/as terroristas, los que se inmolan para encontrarse con las setenta y dos mujeres vírgenes en el Paraíso? Así, Europa y muchos países frenan nuestros avances: apoyando la dictadura y el uso de la religión en la política, y creando una moral general sustentada en mentiras y bulos.
Los invasores de América mataron para apoderarse de los recursos. Quizá usaron la cruz y sus símbolos religiosos, pero a los muertos no los mató la religión sino los criminales y ladrones que fueron para robar y ocupar. La religión no mata, el que mata es el fanático, el criminal. Tenemos ejemplos de sacerdotes comprometidos con un cristianismo sano, implicados con los sectores más vulnerables. Sacerdotes que no son pedófilos, que no están al lado de aquellos que tienen el poder, y que por ello mismo son represaliados por las autoridades civiles y religiosas. Es verdad que hay radicales y es verdad que hay gente sana en todas las religiones, y es verdad, también, que hay el ganado dirigido por los medios de control del poder, como los medios de comunicación, etc.
En estos últimos años hay más atentados de extrema derecha que de yihadistas, pero no se combaten con la misma contundencia. Como tampoco a los fascistas de nuevo cuño. Les autorizan a crear partidos políticos, a sentarse en el Parlamento y a estar en el poder, y no se perciben sus ataques de supremachistas blancos como actos de terrorismo. Ellos nos quieren siempre abajo, quieren clavar en nuestras mentes que el terrorismo es islámico. Los medios de la propaganda de la dictadura nos muestran solamente las ideas y las personas radicales como si todos fuéramos así, igual que una tarjeta postal turística en Europa que muestra Marruecos como un hombre con chilaba sobre un burro en el campo: esta foto es real, pero no todos los marroquíes usan el burro como medio de transporte.
En la Primavera Árabe, después de la caída del presidente egipcio Moubarak y la victoria de Morsi, para justificar el golpe militar han traído fanáticos a los estudios de televisión diciendo barbaridades para asustar a la población, encarcelar y matar a Morsi, a quien votó la mayoría del pueblo egipcio. Todos sabemos que los países que siguen cortando cabezas a hombres y mujeres en nombre del Islam son criminales. Descuartizan cuerpos humanos con sierra eléctrica, como pasó en el Consulado de Arabia Saudí en Turquía, y después compran el silencio de los países “defensores de los derechos humanos” con barriles de petróleo. Nosotros, que nos hemos criado y crecido con ellos en la misma tierra, los conocemos muy bien. En nuestro país, Marruecos, periodistas, activistas, menores, amas de casa, y cualquier voz que canta contra la corriente de la dictadura, está en la cárcel, después de sesiones de tortura, claro. El Estado marroquí es el verdadero terrorista, es la máquina que fabrica el terrorismo. Musulmanes o laicos, al poder le da lo mismo, son enemigos de su estabilidad. La diferencia para ese poder es que a unos los condena como terroristas, y a los de izquierda los condena como violadores sexuales, o por tráfico de personas o de droga. A Nasser Zefzafi, el líder de las protestas del Rif que pedía un hospital y una universidad, después de torturarlo y violarlo en las comisarías, lo han condenado a veinte años de cárcel porque dijo ¡basta! a esta máquina de represión del Estado sobre la región. ¿Cómo me actualizo en mi lucha en este mundo que dirige el activismo orientándolo según sus intereses? A Palestina, Google lo borró del mapa… y no pasa nada, pero de aquí a cuarenta años la gente que use Google Maps no sabrá ni verá en el mapa mundial un país llamado Palestina. Sin ir más lejos, a finales de 2016, durante las protestas del Rif, miles de secuestrados denunciaban torturas y nadie hablaba de ello; solo los pocos que investigan, pero la mayoría de activistas occidentales no sabe nada de ello, ¡nada!, porque estamos en el siglo de la orientación de las masas y los grupos.
En cuanto a lo de la enseñanza de la religión musulmana en las aulas de los colegios en Catalunya, como de la religión católica, personalmente estoy totalmente en contra. Las clases de una religión en concreto llevará a crear miniaturas de mezquitas e iglesias dentro de los centros escolares que, en el siglo que estamos, tendrían que ser laicos. Con la religión en las aulas se fomentarán los guetos religiosos reprimiendo el espíritu creativo y emocional de los niños/as y los/as jóvenes, ofreciéndoseles metafísicas adultas que ellos no necesitan aún y que todavía no han llegado a ella para lograr entenderla. Se habla de la integración y nos encontramos con que los centros de educación son los primeros que separan a los niños y niñas según la religión de sus padres, y ¡ojo! A los/as niños/as cuyos padres y madres no quieren clases de la religión se les lleva a un aula, haciendo muchas veces cualquier cosa, esperando juntarse de nuevo con sus compañeros/as, a quienes el gobierno de la educación religiosa les secuestró por un tiempo para formatear sus inocencias y sus mentes. Separar a los niños y las niñas según la religión es una forma de discriminación institucional. No decimos lo mismo sobre una asignatura de Historia de las religiones impartida por profesores de Filosofía o de Historia.
Marruecos, según el periódico Defensa, entre 2002 y 2019 desmanteló 199 células terroristas, a una media de una célula cada mes: este es el resultado de mezclar la religión con la política en los centros escolares.
Rachid Boukhzer
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