La Biblia se tomaba como palabra revelada, lo que decía, aunque fuese muy en contra de la ciencia o de una explicación racional, había que tomarlo así y no se discutía, pero llega el darwinismo y el avance de la ciencia va a demostrar que, en fin, está llena de mitos y de mentiras.
Ese es el milagro de la Biblia: que un dios menor como Yahvé, que surge en un contexto politeísta, que exige que sólo lo adoren a él, acaba imponiéndose a los demás
Juan Eslava Galán sigue en su empeño de que los que dudan y desconfían, los escépticos, caminen sobre suelo firme en cuestiones esenciales de la Historia. Ahora son las Sagradas Escrituras las que pone bajo el microscopio en La Biblia contada para escépticos (Booket), el Antiguo Testamento desgranado en 608 páginas que parecen la mitad, de tan ágiles.
– Tras abordar historia de España, la Revolución Rusa, las Guerras Mundiales… ¿Por qué ahora la Biblia?
– Porque, aunque yo soy agnóstico, también soy consciente de que es el libro más importante de la Humanidad, sin ningún tipo de duda. No sólo el más editado, el más traducido, el más vendido, la base de las tres grandes religiones monoteístas, sino que sin el auxilio de la Biblia no podemos entender, por ejemplo, el arte. ¡Más de la mitad de las obras de arte del mundo tienen que ver con la Biblia! Las iglesias, las catedrales, y no digamos los museos de pintura o escultura… La biblia es absolutamente fundamental, para todos.
– ¿Y qué es la Biblia?
– Quizá lo expresamos mal cuando decimos que es un libro, porque no lo es; es una biblioteca que se encuaderna en forma de libro. Y en esa biblioteca cabe todo: hay poesía, hay novela, hay cuentos y mitos… Absolutamente todo. Hay hasta un poema erótico [El Cantar de los cantares] con algún apunte casi de porno fino. Una biblioteca muy completa.
– Y con tanta amalgama de cosas, ¿hay algo de verdad?
– Hay grandes verdades. Yo particularmente pienso que no es una escritura revelada por Dios ni nada de eso, pero tiene un sentido histórico. La poesía, por ejemplo, es verdad, y la historia que nos cuenta, aunque haya mucho de mito, también, como la historia sagrada de Abraham, en el origen. Realmente, la Biblia se compone en el siglo VII, por el entorno del rey Josías. Es entonces cuando se suma todo.
– Josías, un nombre no tan conocido, pero que es a quien le debemos todo…
– Sí, hasta entonces había una religión que es el Yahvismo, la religión de Yahvé, y realmente el que pone los fundamentos del judaísmo y de la biblia es Josías, su entorno. De pronto piensan que tienen que hacer un estado en ese momento y reforzarlo. Israel siempre ha estado un poco acogotado por los vecinos: Asiria, Babilonia, todos los estados mesopotámicos potentes, Egipto también… y ellos están en medio y se llevan todas las bofetadas. Hay un momento histórico en que el rey Josías levanta cabeza, porque los otros están entretenidos, y sueña con tener un imperio. Por eso se inventa lo de la dinastía de los reyes David y Salomón. Está proyectando su deseo. Desgraciadamente para él, los egipcios lo derrotaron y lo mataron en la batalla de Megido, pero bueno, quedó la Biblia como monumento. A partir de entonces, empieza a forjarse, hasta el siglo I antes de Cristo. Esos son los plazos de composición de esa biblioteca.
– Habla de reyes míticos pero de gloria, en realidad, poca. Escribe que son “como mucho, jefes tribales de un conjunto de pastores de ovejas y cabras que vivían probablemente en chozas miserables y pasaba más hambre que un caracol en un espejo”.
– Es que realmente, según nos demuestra la arqueología, fueron reyezuelos de pastores que no tenían gran predicamento, pero Josías quiere convencer, aunque fueran en realidad menos poderoso de lo que pensamos. La riqueza en la tierra de Israel, realmente, está en el llano. En la montaña no hay más que para pastores. Allí es donde estaban todavía Josías y los suyos, aunque ya se planteaban cómo bajar. Todavía existen, a lo largo de esos siglos que se suponen de grandeza, ciudades cananeas. No tienen tanto poder, hay competencia. La Biblia cuenta que cuando salen del desierto conquistan Canaán, lo cual es absolutamente incierto, durante mucho tiempo Canaán siguió siendo Canaán y ellos estaban en las montañas, que era la parte que despreciaban los canaítas.
– ¿Los judíos podían ser, en realidad, cananeos, como sus adversarios?
– Claro, el origen de ellos está también en Canaán. Los judíos no son más que una de las muchas tribus y pueblos que surgen en Canaán. Algunos emigraron a Egipto, evidentemente, lo que da pie a esa leyenda de Moisés, la alianza y lo del peregrinaje de 40 años por el Sinaí, todo incierto, una invención, un mito. Pero fundamentalmente ellos son cananeos que luchan contra otros cananeos y finalmente se imponen.
– Mil fuentes, mil formatos… ¿Cómo se consigue que ere relato no se pierda, sino que se consolide?
– Ese es el milagro de la biblia, que un dios menor como Yahvé, un dios un tanto raro, que surge en un contexto politeísta, que exige que sólo lo adoren a él, acaba imponiéndose a los demás. Los hemos olvidado todos y, sin embargo, todavía seguimos pendientes de este dios. Todo se explica por circunstancias históricas. A partir de Josías, ya podemos hablar de judaísmo, mejor estructurado ya, con rasgos como la pascua o con la exclusividad de un templo, el de Jerusalén. Él se preocupó, para centralizarlo todo, de que dios estuviera sólo allí, en el templo de Jerusalén. Lo demás son sinagogas. Pero cuando llegan los romanos y expulsan al pueblo de Israel, se inicia la diáspora, se reparte por todo el mundo, pero para entonces ya han dejado un hijuelo importante que es la doctrina de Cristo, mantenida por San Pablo.
– Y se multiplica…
– Cuando el Imperio Romano se convierte al cristianismo -una decisión totalmente política-, la religión se extiende por el imperio. Luego viene el Islam, que también tiene una gran importancia y que también se basa en la Biblia, en gran parte, y ahí tenemos que, de pronto, aquel dios de la Edad de Hierro, que era prácticamente un desconocido entonces, resulta que tiene predicamento y eco en las religiones más importantes de la Humanidad, y que son este tronco de tres que se basan precisamente en Yahvé.
– Se impone un dios del que destaca que es “carnicero, bárbaro, sediento de sangre” y, encima, “de tercera regional”. ¡Menudo perfil!
– Es que eso es propio de los dioses de la Edad de Hierro, son muy exigentes, muy celosos y muy violentos. Castigan de muy mala manera, como vemos a lo largo de la Biblia. Lo que ocurre es que hay una evolución y en ella está ya Cristo, que trae una doctrina distinta. La lectura de las Bienaventuranzas, por ejemplo, no tiene nada que ver con los mandamientos más antiguos de la Biblia.
– Un dios puñetero y un pueblo, el judío, que también se forja y se mantiene pese a que todas las promesas incumplidas, que hay unas cuantas en la Biblia.
– El pueblo judío ha tenido la virtud de que ha sido una especie de levadura en la Humanidad y creo que el misterio está en su amor al estudio. Ahora mismo, todos los pueblos tienen amor al estudio, ya vemos por ejemplo cómo con ese amor está progresando China. En la antigüedad el estudio era cosa de una minoría, y los judíos, incluso los pobres, estudiaban. Eso les ha dado una gran ventaja sobre otros pueblos.
– Hoy en Israel aún se sigue usando políticamente lo poco que le da la arqueología, que contradice al relato grandioso.
– Hay que tener en cuenta que todos los pueblos se establecen muchas veces abriéndose paso a codazos en los sitios que ocupan. En el Israel moderno progresa mucho la arqueología porque les encanta reforzar la idea de que aquello es suyo, así que simplemente cuando escarban y encuentran un sustrato romano o bizantino o musulmán, debajo de todo están ellos siempre. Sale que aquello ha sido un tierra. Eso tiene un aprovechamiento político, obviamente.
– En el siglo XIX irrumpe la ciencia y esto ya no hay quien lo defienda. Narra ese momento como un terremoto.
– La Biblia se tomaba como palabra revelada, lo que decía, aunque fuese muy en contra de la ciencia o de una explicación racional, había que tomarlo así y no se discutía, pero llega el darwinismo y el avance de la ciencia va a demostrar que, en fin, está llena de mitos y de mentiras. Eso causa un cierto retroceso en la Biblia, la Iglesia se pone un poco a la defensiva, de un modo absurdo, porque es una batalla que ha perdido. Ahora se basa profundamente en el Evangelio y la palabra de Cristo, y las cuestiones de la Biblia… Sí, sigue siendo el libro sagrado, pero se toma con cierto distanciamiento, no se comprometen a defenderlo porque saben que desde ese punto de vista, de palabra revelada, no tiene defensa.
– ¿Y en España, somos muy de Biblia?
– No, no. En el mundo católico eso se atajó. Existían las herejías, que muchas se derivaron del estudio de las Escrituras. No estoy hablando ya de Lutero sino que en el siglo II, III y IV hay ya un montón de interpretaciones digamos que heterodoxas de los escritos sagrados, que se toman por herejías. Por eso siempre la Iglesia, para prevenir que no pasaran estas cosas en su seno, ha procurado que la Biblia la recibamos a través de la propia Iglesia, por las predicaciones, por los púlpitos. Nunca ha sido un libro popular, como lo ha sido entre los protestantes que van directamente a la palabra.
– Aquí no recitamos salmos…
– Se puede decir que hay un gran desconocimiento de la Biblia, el conocimiento que tenemos los de mi generación es porque hemos estudiado la historia sagrada como asignatura, no directamente en la Biblia sino por esta visión particular, mediada. Me temo que las generaciones actuales de jóvenes están completamente desconectados de esto y se pierden mucho, primero las bellezas literarias que componen la biblia y, luego, cuando van a una iglesia o a un museo, la mitad de las cosas que ven. Eso es cultura religiosa, pero no saben interpretarlo porque no lo han bebido en la Biblia.
– En El Reino, Emmanuel Carrère dice que se acercó a los Evangelios para mirarse en ese espejo, para verse a sí mismo. ¿Ha habido algo de introspección en su caso?
– Realmente no. Aunque desde mi más tierna juventud soy agnóstico, siempre me ha fascinado la Biblia, porque contiene grandes bellezas desde el punto de vista literario. He sido un lector asiduo. Ahora, claro, he tenido que repasar muchas partes para escribir y me he puesto al día en cuestiones arqueológicas e históricas. Ha supuesto un trabajo de divulgación, como los otros que he hecho. La verdad es que no tengo inquietudes de tipo religioso, respeto profundamente a las personas que lo tienen y que basan sus creencias en la Biblia, pero para mí esto no ha sido nada místico.
– ¿Qué parte es la que más le gusta?
– Siempre cito El cantar de los cantares, un poema de amor erótico que me parece conmovedor, pero luego hay algunos salmos que tienen también una altura poética impresionante. También la historia en sí, la historia sagrada, contada con esa tosquedad antigua con la que se cuenta, los patriarcas, los reyes, los jueces… es una novela apasionante. Realmente es una epopeya. Si lo desproveemos de su sentido religioso, es eso: la epopeya de un pueblo inventada en gran parte, como todas, pero que vale como obra literaria.
– En una de las notas al pie, que componen casi un libro paralelo, cita a García Márquez, que decía que el relato de Jonás y la ballena era prácticamente el inicio de la ficción.
– Es que la Biblia es muy ficcional, claro, hay que pensar que casi todo está inventado. Pero la historia de Jonás y la ballena, justo, es maravillosa, es una novelita realmente, un cuento.
– ¿Qué le recomendaría a nuestros políticos que leyeran, puestos a elegir?
– Hay muchísimas enseñanzas contenidas en la Biblia que le vendrían bien a nuestros políticos. Yo les aconsejaría que leyeran los Proverbios, el Eclesiastés o los Jueces para ver esas luchas, pero también hay lecturas que serían un muy mal ejemplo para ellos, por ejemplo el modo en que se suceden los Reyes. Casi siempre el hermano más espabilado mata a los demás para ponerse en el trono y eso no es una lectura conveniente. Todos sabemos que hay un navajeo interior en los partidos, pero conviene que encima no tengan el refrendo de la Biblia.