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Origen y evolución del mito de las vírgenes embarazadas

Diosa Anahita de la que nace Mitra siendo virgen

(Dedicado a Willy Toledo)

En el mundo real, del mismo modo que un hombre no puede tener hijos sin la colaboración femenina, una mujer tampoco puede tener descendencia biológica sin el consorcio con las células de un varón.

El ser humano sigue observando con asombro el nacimiento de un nuevo ser humano del cuerpo de la mujer: el proceso del «milagro de la vida» todavía es desconocido para la mayor parte de la humanidad, debido principalmente a la ausencia de una educación sexual en las escuelas. Es ese mismo desconocimiento el que lleva a los hombres que desean tener hijos varones a repudiar a sus esposas por haberles dado solo hijas, a pesar de que la ciencia ya ha determinado que son los cromosomas del hombre los que determinan el sexo del bebé.

En las mitologías de Oriente Próximo, abundan embarazos sobrenaturales. Por ejemplo, en los mitos iraníes de creación que se remontan al segundo milenio a.C., la diosa solar Mitra nace en una cueva de una muchacha virgen quinceañera llamada Anahita, («Anaïs» para los griegos), la deidad de las Aguas Puras. Esta figura será recuperada por Zaratustra (alrededor de 1500 a. C.) para realizar una gran misión: se bañará en el lago Hamún, en el sureste de Irán, donde está depositada la semilla de aquel mismo sabio, para engendrar a Sushyans «El Salvador», quien salvará a los humanos y animales del sufrimiento, y llenará el mundo de luz, felicidad y paz. La señal de su llegada será que las flores dejarán de marchitarse, el ser humano dejará de comer a sus hermanos los animales y sólo necesitará de alimentos espirituales.

La sencilla aunque sofisticada mitología persa incluye al enigmático personaje Zarvan, la divinidad del Tiempo Infinito, un ser hermafrodita, que solo con desearlo consiguió tener hijos: los gemelos Ahura Mazda, el Señor de la Luz, la Bondad y la Prosperidad, y Ahriman, el Amo de las Tinieblas, el Mal y la Mentira, posteriormente convertidos en el Dios y el Anti-dios, el Demonio. En esta cosmología está diseñada la Resurrección de las almas tras la muerte, el Juicio Final, un Infierno provisional (que es un «rincón de pensar» frío y oscuro), y un Paraíso eterno para todos los seres vivos.

Buena parte de la leyenda de creación judeo-cristina-islámica es una recopilación de los relatos persas, sumerios y babilonios: la figura de María, su embarazo virginal, el nacimiento de Jesús (que es legitimado supuestamente por la visita de los Mogs -sacerdotes mitraístas-, y nace el mismo día que Mitra, en el Solsticio de invierno), la forma arquitectónica de las iglesias, cuyas entradas y su extraña oscuridad se parecen a las cuevas, entre otros elementos y ritos, guardan una interesante similitud con aquellas creencias.

También Sarah, la esposa de Abraham, un mujer infértil y anciana, dará a luz a Isaac, por la voluntad divina. Y María, según algunos textos, y al igual que las diosas Astarté, Semíramis e Isis,  permanecerá virgen tras el parto. Se diferencian con algunas diosas sumerias como Innana o Ishtar (creadas hace unos 5000 años), que  destacaban por su vida sexual asombrosamente libre.

La figura de las mujeres relevantes en las religiones semíticas representa un cambio drástico en el estatus de la mujer:   aparecen asexuadas, castas, condenadas a una virginidad (que además es perpetua), y  ya no serán diosas, podrán ser, en el mejor de los casos, solo la «Madre de Dios», como recalca la escritora Martha Zein en su libro Solo las diosas pasean por el infierno. Aun hoy, para numerosas culturas, el mero hecho de pensar que una «madre» pueda tener sexo incluso con su marido es un tabú para los hijos.

Y no se confundan: puede que la idea de que una diosa dando a luz sin la complicidad masculina sugiera el derecho materno terrenal sobre el nacido, pero en realidad esta criatura pertenecía a los varones de la familia materna, que no a ellas.

El desafío de la materialidad anatómica fue uno de los principales motivos de admitir la divinidad de Jesús por parte de un sector de cristianos. Otros, como los ebionitas, nestorianos y asirios, rechazan la naturaleza divina del hijo de María, considerándole un ser humano. Cuanto más nos acercamos al presente, gracias al avance de las ciencia y conocimientos, que exigen pruebas irrefutables, van desapareciendo los «milagros»: cunado Mahoma en el siglo VII se declara el profeta de Dios, los habitantes de la Arabia le piden un milagro como prueba (como los hicieron Moisés y Jesús), pero Mahoma, que además había nacido de forma natural, no presentó ninguno «Dicen: «¿Por qué no han sido enviadas ciertas señales milagrosas sobre él por parte de su Señor?» (Corán 29:50).

Embarazos no coitales ni divinos

A causa de las desigualdades entre el hombre y la mujer, y también entre las clases sociales, la sociedad patriarcal hace responsable a la mujer de provocar cualquier perjuicio relacionado con la sexualidad que sufra el grupo. Aun hoy, cuando un recién nacido es abandonado, buscan a su madre para condenarla a ella y nunca al padre, que debería también ser acusado de haberlo engendrado y de no haber cumplido con su deber de quererlo y cuidarlo.

Hace algunos miles de años, el recurso de una familia de «tener un nieto concebido por las divinidades», nacido de su hija embarazada no casada (normalmente por la violación de un miembro de la familia), además de salvarles de una vergüenza publica, les colocaba en un lugar privilegiado en la comunidad. Los agresores sexuales (si no eran los padres, tíos o hermanos), en el peor de los casos eran condenados a casarse con su víctima para liberarse de castigado como estipulan las leyes judías e islámicas: ¿a quién le importaría que ella tuviera que dormir con su enemigo, y sus hijos tengan un padre delincuente sexual?

Sin embargo, cuando no era posible abusar del silencio de los seres invisibles para defenderse de tal acusación, el padre y la madre de una moza «deshonrada», tenían, y siguen tenido, otras soluciones para salvar su reputación ante una comunidad siempre hipócrita y con doble moral:

  • Abortos clandestinos: los producían levantando piedras pesadas, tomando bebidas hechas de plantas «abortivas» o introducírselas.
  • Casar a la joven con un hombre indigente: quien no se atrevería a tocar a esta «esposa»-, para pasado un tiempo prudente divorciarse de ella. Y aquí vamos a romper un mito: el de la obsesión de los hombres por la virginidad de su prometida. Un hombre controlador, si tiene que elegir entre una señora divorciada o viuda mayor y con hijos, y una muchacha joven, hermosa y virgen, pero «»rebelde», sin pensárselo dos veces elegiría a la primera: porque ésta había entregado el control de su cuerpo a un hombre, miembro del colectivo de los varones, pero la segunda desafiaría el dominio de un «marido».
  • Emborrachar o drogar al novio la noche de bodas, y manchar las sábanas con zumo de tomate o cereza, que un método muy eficaz.
  • O simplemente someterse a una operación de himenoplastia.

Y si estos medios no funcionan, hay otros a los que recurrir.

Formas mágicas de concebir

  1. El poder de la imaginación: la aristócrata francesa Madeleine d’Auvermont fue juzgada en 1637 por adulterio, por  tener una bebé a pesar de que su marido vivía fuera del país desde hacía algunos años: «lo concebí cuando pensaba en mi marido intensamente», alegó la mujer y fue admitida en el juicio, salvándose de un castigo seguramente gracias a su clase social. La niña fue nombrada descendiente legal de su esposo.
  2. Las «impresiones maternas»: cuentan que Hipócrates testificó en favor de una mujer acusada de adulterio: ella , de tez blanca, había dado luz a un bebe de piel oscura. El padre de la medicina la defendió echando mano a la teoría de «impresiones maternas», que establece que los rasgos físicos del bebe son determinadas por las observaciones y las experiencias cotidianas de la mujer durante el embarazo, y que ella, en medio de la pasión con su esposo, había mirado al retrato de un joven negro que tenía colgado en el dormitorio, transmitiendo su color de piel al «feto» que aun ni era un cigoto.
  3. La «telegonía»: si un bebé no se parece a su padre es debido a que las células de los esposos anteriores de su madre, que estaban ocultas en el laberinto de su cuerpo, se han manifestado. En el islam para evitar este recurso, se exige a la mujer divorciada o viuda esperar tres meses antes de contraer un nuevo matrimonio, tiempo suficiente para que se le vea la barriga crecida. En otros espacios ideológicos, como el nazismo, recurren a otras medidas para coartar la libertad sexual de la mujer: una mujer que había tenido un hijo con un hombre de una «raza inferior», afirma el grupo fascista, nunca podría tener un bebé ario puro.
  4. Embarazo mediante «partenogénesis»: o sea, «creación desde una virgen», que tiene lugar entre algunas plantas y animales (como determinados tipos de escorpiones, pulgones, y, peces) y es una de las formas de reproducción asexual en la que un embrión se desarrolla a partir de un óvulo no fertilizado. Aunque este milagro aun no se ha visto en los seres humanos, usted puede declararse el primero, o la primera en experimentarlo.
  5. El esperma-pez-campeón de las piscinas:infalible y centenario, afirmar que la moza espera un bebé porque se bañó en el mismo pantano cuyas aguas habían sido fertilizadas por unos muchachos días o meses antes. Obviamente, aunque el pantano albergue espermas en cantidades industriales, sería imposible tal cosa. Pero, este mito de la «fecundación accidental» en la piscina les ha servido a algunos rabinos a admitir la inseminación artificial de la mujer, aunque solo sea por las células de su esposo. Eso, también lo permite el islam, aunque los chiitas de Irán van un paso más adelante: autorizan el esperma del hombre «no marido», buscando maneras de aumentar una población que se niega a crecer.

Y ¿hombres embarazados?

Nuestros ancestros también imaginaron «hombres embarazados» y sin la participación de la mujer, aunque pasaban por alto el tema de su virginidad: entre los pueblos semitas, Eva nace del cuerpo de Adán y entre los hititas, el dios Kumarbi derroca a su padre el dios Anu, y en una lucha cuerpo a cuerpo con él, devora sus genitales y le mata. Hecho del que se arrepentirá después (no de matarlo sino del otro): se quedará preñado de cinco hijos, y uno de ellos Teshub le derrocará del trono, aunque por precaución, no comerá las partes íntimas de su padre.

«Síndrome de Mary»

Este síndrome lo padecen las muchachas embarazadas que juran la abstinencia carnal y la castidad hasta el matrimonio y luego no pueden aguantarse. Sin esta promesa, en EEUU, por ejemplo, el número de las «adolescentes vírgenes embarazadas» se disminuiría de forma drástica. En este país de mil y una sectas y grupo religiosos, la asignatura de educación sexual no se imparte en los colegios y, como consecuencia, miles de hijos de madres y padres adolescentes acaban siendo abandonados.

En otro país occidental, Francia, tampoco existe la igualdad entre los sexos: En junio del 2008, un tribunal francés aceptó la demanda de divorcio de un ingeniero francés convertido al islam para separarse de su mujer musulmana «porque ella no era virgen».  Por un lado, teníamos a un hombre francés, nacido en el país de las Luces y titulado universitario, y por otro, un juez dirigiendo el poder en una sólida democracia, que no ni siquiera respeta la teória de igualdad entre el hombre la mujer: no le pregunta a él si era virgen. El Corán pide castidad tanto para el hombre como para la mujer, sin embargo, la mayoría de las mujeres creyentes del islam han asimilado su discriminación en esta materia y en otras humillan su dignidad. Si no, este marido no se hubiera atrevido ni plantar tal tema.

En 2014, una monja dio a luz en un hospital de la ciudad italiana de Rieti, afirmando que «yo no sabía que estaba embarazada». El drama de las «monjas embarazadas» es global: en 2017, bajo la iglesia de Mérida encontraron esqueletos de fetos abortados por la tropa femenina de Dios, engendrados por los apólogos del celibato.

Nazanín Armanian

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