No se trata sólo de que el derecho intervenga para defender el ejercicio de derechos fundamentales de la persona humana, como podrían ser la libertad conciencia, la libertad religiosa e incluso el mismo derecho de los padres a dar a sus hijos la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones. Por supuesto que el derecho ha de intervenir para que cada ciudadano pueda creer y educar a sus hijos en la religión que quiera, es decir, ha de impedir que nadie impida a otro creer lo que estima que debe creer religiosamente. Otra cosa es que el derecho tenga que ayudar a los padres para que sus hijos sean religiosos. El derecho no está para eso. No obstante, habrá que aceptar que, dado que la experiencia religiosa todavía se entiende hoy como algo positivo en nuestra cultura (hay otras doctrinas que entienden que la religión es en sí algo negativo y causa de muchos de los peores males históricos, entre otros de muchas guerras), el derecho acepta que la religión sea una asignatura en el sistema educativo.
Pero aquí aparece el entusiasmo eclesiástico-católico por el derecho. Exigen que la religión católica sea además una asignatura obligatoria y evaluable. «Una asignatura que no se evalúe no es una asignatura, es extraescolar y una asignatura como parece que se pretende hacer que se sitúe antes o después del horario escolar, pues tampoco es asignatura» (Luis Carbonell, Presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos). Es decir, que la religión o es una asignatura con todas sus consecuencias o se pone en grave peligro el destino eterno de los niños. El derecho ha de imponer a los niños que estudien religión, que se examinen y que si no aprueban no pasen al curso siguiente. Ya es criticable que la religión sea una asignatura. Pasemos por ello. Pero que además sea obligatoria y evaluable es toda una prueba de una absurda fe en el derecho como si éste fuera capaz de hacer más religiosos a los niños por medio de sus procedimientos coactivos (El derecho es una regla coactiva. Si no apruebas tendrás peor media e incluso puedes no pasar al curso siguiente). Esa es la fe en el derecho que critico. Una extraña manera de fomentar la fe religiosa (católica).
Es grave esta actitud de este catolicismo que se manifiesta así poco creyente en lo que realmente, según la teología, es la fe y la gracia, y lucha contra una ley, que no es una 'ley atea', sino una ley que no manda coactivamente a la gente estudiar para ser católicos. Es de lamentar que esas profundas preocupaciones por el destino religioso de las próximas generaciones no se hayan dirigido a otras causas de ese progresivo proceso de agnosticismo en que está inmersa nuestra juventud y se hayan quedado demandar un derecho más exigente para una mejor fe. ¿Increíble!
Y parece mentira que estos preclaros obispos y padres de familia hayan olvidado las consecuencias de aquella excepcional tutela, e incluso promoción coactiva, que el derecho franquista hizo de la religión católica. Tanta misa y tanta religión por real decreto en las escuelas, en las universidades, en el Ejército y en la Guardia civil, no han servido para nada. Basta leer las encuestas sobre convicciones y prácticas religiosas de nuestra sociedad de hoy para concluir que, muerto el general y aquel derecho que nos hacía a todos ir a misa por cualquier motivo, se ha producido la desbandada y hoy las iglesias han sido abandonadas por aquellos millones que fueron católicos por orden del derecho franquista. Y los hijos de aquellos padres educados en el nacionalcatolicismo dicen adiós a la religión católica por mucha religión obligatoria o no obligatoria que hayan estudiado en el colegio.
«La religión es demasiado importante para ser controlada por el Estado. La verdadera religión es la expresión de la verdadera convicción. Las iglesias vigorosas son aquellas que no están sostenidas más que por el libre y consagrado compromiso de los creyentes. Las profesiones de fe que son producto de la coactividad estatal, las exacciones de diezmos obligatorios y la exigencia de asistencia al culto religioso son, por el contrario, enemigas de la verdadera religión y de las iglesias vigorosas»(Neil MacCormick, 'Derecho legal y socialdemocracia').
Finalmente quizás convendría desvelar la hipocresía que encierran estas reivindicaciones contra la LOE. Parece que el gran mal es una escuela laica, pero se olvidan de que el mal está fuera de una posible escuela laica. Olvidan las verdaderas causas de ese proceso creciente de agnosticismo católico. Y una de esas causas es la misma familia católica que ha dejado de ser en gran medida una escuela de religión. Las exigencias muy duras del mercado de trabajo, el deseo de ganar más, el consumismo ocupan a los padres de tal manera que, con todas las excepciones que se quieran, poco o ningún tiempo dedican a que la religión sea una 'asignatura evaluable' en el mismo interior de la familia. Lo único que hacen es llevar sus hijos a colegios de religiosos/as. Parece que esos sectores tan reivindicativos están diciendo algo así como que, dado que hay pocas clases de religión en la familia, exigimos que las haya en las escuelas y colegios por real decreto, porque desde luego -eso es lo que piensan en el fondo- como no se enseñe la religión en los centros educativos, poca religión van a aprender los niños en sus casas tal y como están las cosas.
El destino religioso de las nuevas generaciones no pasa por una ley. Pasa por otra serie de caminos que los obispos y determinados sectores católicos no quieren ver. Las iglesias no se quedan vacías de jóvenes porque la religión no sea una asignatura obligatoria y evaluable. Hagan un poco de examen de conciencia y encontrarán razones más convincentes. Tanta fe en el derecho es una desmesura impropia no ya de cualquier persona razonable, sino sobre todo de quienes creen que la fe (religiosa) es un don de Dios.
Nicolás María López Calera. Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad de Granada