El título de la Mesa nos plantea dos preguntas. Las trataremos por separado.
La primera nos enfrenta a una opción, de la que no estamos seguros de tener una respuesta categórica, que los permita elegir entre una u otra alternativa.
Nos interpela diciendo “Los librepensadores, ¿somos creadores y consumidores de teorías, o líderes que sus citen acciones para alcanzar el ideal humano?”
La maravillosa variedad de la naturaleza humana, de la que los librepensadores no somos excepción, permite enfrentarnos a la primera de las dos preguntas con una respuesta que saltea la aparente falsa oposición: ¿no podemos pensar que muchos de nosotros somos ambas cosas?
En la etapa en la que formamos nuestra posición como librepensadores, estudiamos, leemos, asistimos a encuentros como éste, discutimos, abrevamos en todas las fuentes posibles para consolidar una actitud de libertad de pensamiento frente a la vida, y formulamos una estrategia de acción.
Cuando estimamos que hemos llegado a un estadio en el que podemos animarnos a opinar, a delinear estrategias, a promover ideas y acciones, a unirnos a grupos de estudio y de acción como la AILP, podemos considerarnos quizás no como líderes, pero sí como soldados que susciten acciones para alcanzar el ideal humano. Y, entre los soldados, siempre hay uno, o varios, que comandan las acciones, que dirigen las batallas, que delinean estrategias para combatir en este confuso y desconcertante mundo de enfrentamientos de ideologías y de políticas, en el que hemos elegido la trinchera de la libertad.
Estimamos pues que la respuesta a la primera pregunta es la de aceptar el desafío de aseverar que los librepensadores somos creadores y consumidores de teorías, que analizamos y digerimos procurando llevarlas a la práctica, transformándonos luego en soldados y potenciales líderes en procura de concretar acciones tendientes a alcanzar el ideal humano.
El filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira ( 1872- 1958) formuló en su obra “Lógica Viva. Moral para intelectuales” la tesis de la “falacia, o paralogismo de falsa oposición”. En síntesis, su razonamiento es el siguiente: “Es una de las falacias más comunes, y por la cual se gasta en pura pérdida la mayor parte del trabajo pensante de la humanidad, la que consiste en tomar por contradictorio lo que no es contradictorio; en crear falsos dilemas, falsas oposiciones. Dentro de esa falacia, la muy común que consiste en tomar lo complementario por contradictorio, no es más que un caso particular de ella, pero un caso prácticamente muy importante”.
Así es que tomamos la formulación de la primera pregunta, concluyendo que es perfectamente posible, al ser complementario, el que los librepensadores seamos “creadores y consumidores de teorías”, y además podamos ser “líderes que susciten acciones para alcanzar el ideal humano”.
Tras abrevar en las teorías propias o ajenas en las que se desarrollan los postulados de la libertad de pensamiento, tras seleccionar aquellas que más se ajustan a nuestra filosofía liberal, evaluándolas, adaptándolas y transformándolas en verbo para la acción, los librepensadores debemos esforzarnos por construir liderazgos transformadores, es decir aquellos que no solamente se interesen en generar moralidad y motivación entre quienes siguen sus postulados y actividades, sino en obtener de ello la efectividad como una forma de mensurar el alcance de su prédica.
La docente y experta colombiana Adriana Rodríguez Saavedra, de la Universidad Externado de Colombia, ha dicho que “el concepto de liderazgo generalmente está vinculado a seres que han tenido una fuerte influencia sobre otros a nivel social, político y militar. Sin embargo, los investigadores durante el siglo XX pretendieron determinar cuáles son los rasgos que inciden para que alguien sea seguido y, por ende, cumpla con sus objetivos. Pero hay líderes, que además de conseguir el beneplácito de su público, se interesan por generar moralidad y motivación en quienes le rinden fidelidad. Esta mirada fue acuñada por Burns en (1978) y complementada por Bass en (1985), quien agregó la efectividad como una forma de medir a quienes se consideran líderes. Lo interesante es que esta visión de liderazgo transformador ha sido adoptada con éxito por diferentes líderes, pues afirman que la honestidad y la proyección de futuro motivan al equipo de trabajo a cumplir con los objetivos propuestos”.
Es en esa dirección que los librepensadores uruguayos actuamos en la consolidación y la defensa de los principios que alientan el librepensamiento y la laicidad, y por la que combatimos desde siempre procurando su afianzamiento y su consagración, ya sea a través de la afirmación de sus valores y alcances, ya sea a través de la acción directa ante las autoridades, cuando vemos que, o bien están en peligro ante amenazas externas, o bien aparecen nichos en los que logramos su consagración para exaltar sus virtudes.
No podemos menos que compartir las definiciones conceptuales formuladas por la AILP cuando ha dicho que:
El librepensamiento es un método intelectual de búsqueda de la verdad por medio de la ciencia, la razón y la experiencia, por lo que prescinde de creencias previas y rechaza a quienes pretendan imponerlas. Y de esta forma de pensar se desprende un comportamiento ético que propugna la laicidad, la democracia y la justicia social.
La laicidad es un esquema de convivencia social que diferencia el ámbito privado, en el que debe garantizarse las convicciones y prácticas religiosas de todas las personas, y el ámbito de lo público, en el que debe existir neutralidad y abstención de quienes conforman los órganos de poder de promover sus convicciones particulares.
Este criterio podría abarcar también a las convicciones político-ideológicas, pues quienes conforman los órganos de poder público están al servicio de toda la ciudadanía y no solo de quienes los eligieron. Y concluimos esta parte del documento con una frase del sociólogo francés Émile Poulat: “La laicidad no es todo al César y nada a Dios, sino todo a la conciencia y a la libertad de los hombres llamados a vivir juntos, a pesar de todo los que los separa, opone y divide”.
En lo que refiere a la segunda pregunta, “¿será necesario una organización política internacional de librepensadores?”, nuestra respuesta es la siguiente.
Hacerse la pregunta exige el análisis de los varios aspectos que la misma nos plantea.
Cuando hacemos mención a una necesidad, es imprescindible definir si está referida a aquellas llamadas de carácter primario o secundario. El bienestar humano no consiste únicamente en la mera supervivencia. Desde Maslow a Murray, definen las primeras como las que tenemos que cubrir para sobrevivir y estar bien físicamente.
Para el librepensador no importa únicamente sobrevivir. Tan importante o más es buscar como persona el bienestar mental y emocional. El ser humano busca su desarrollo integral como persona, y forman parte de nuestra personalidad nuestras motivaciones, deseos y objetivos. Es en es ta escala que el trabajo sobre nuestra piedra bruta permitirá obtener la mejor versión de nosotros mismos, concordando con nuestros valores, así como de cumplir nuestras metas y avanzar en forma constante hacia lo que creemos.
Organización: Previo a una organización política existe una organización social en la que un grupo de personas interactúan entre sí en función de la existencia de ciertas relaciones sociales, con el fin de alcanzar ciertos objetivos.
Una organización política es un nivel diferente. Es la expresión institucional de una ideología, la expresión de un estado de conciencia de un pueblo o de un grupo de personas, en torno a determinados asuntos públicos de interés general, y que se caracteriza por su capacidad de influir en el seno de la sociedad política. Quienes la integran, comparten convicciones políticas, filosóficas, sociales, culturales o de cualquier otra índole, teniendo como principios la tolerancia u el rechazo a cualquier forma de discriminación.
A su vez, sus integrantes dejan de lado su individualidad, y asumen la calidad de miembros de una organización. Esa relación política se asienta en la base de una ideología determinada, aceptada por los miembros de la organización, guardando relación con el medio sociopolítico en el que está inmersa, con el que se vincula e interactúa.
Deberán atenderse sus aspectos orgánicos (organización, distribución de cargos y funciones junto a la creación de cargos de ejecución). La relación orgánica entre los afiliados y la organización política va creando un vínculo de naturaleza espiritual que compromete a contribuir al sostenimiento de la vida institucional.
Sintetizando, las organizaciones políticas son estructuras que cuentan con una determinada constitución orgánica, la que obedece a distintos factores que pueden ser su composición social, su número de afiliados, así como el lugar y la forma en las que desarrolla su actividad: Toda organización política se desarrolla en el marco de principios y normas tanto de carácter general como específico, que tienen por finalidad asegurar unidad, desarrollo, responsabilidades en el cumplimiento de los fines para los que ha sido creada. A la vez están regidas por un tipo de normas de conducta que poseen carácter vinculante a los efectos de su operativa interna, y que se reputan como conocidas y aceptadas por quienes la integran.
Internacional: Estamos haciendo referencia a la interacción de una determinada organización política conformada por socios de diferentes países, independientemente de su número de integrantes.
Librepensadores: Según las definiciones más aceptadas por la RAE, “los librepensadores son personas que sostienen que las posiciones referentes a la verdad deben formarse sobre la base de la lógica, la razón y el empirismo, en lugar de la tradición, la revelación o algún dogma en particular”. “Cualquier juicio así constituido debe llamarse librepensamiento, y quienes lo formulan, librepensadores, personas que constituyen sus opiniones y certezas sobre un análisis imparcial de los hechos, sien do dueñas de sus propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de cualquier institución, religión, tradición, tendencia política o cualquier activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica”. “Por este rechazo al dogma es que entre los librepensadores encontramos ateos, agnósticos, deístas, racionalistas y libertarios”.
Fernando Savater ha comentado que “en la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto a derecho de quienes la asumen, pero no en cuanto a deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. Lo mismo resulta válido para las demás formas de cultura comunitaria, aunque no sean estrictamente religiosas”.
La Constitución de la GLMU establece en su art. 1º. que es una institución iniciática, universal, humanista y cultural, que, basada en los principios del amor a la humanidad y a la verdad, trabaja para el progreso moral y material de todos los hombres, a los que espera hermanar por el vínculo de la solidaridad. En el literal c) establece: el librepensamiento, sin menoscabo de ningun a idea, para evidenciar que es el raciocinio humano el que debe regir los destinos del mundo.
En el Título III, fines de la GLMU, reafirma en su art. 15. Como fines primordiales A) propender a elevar el nivel moral e intelectual del hombre, reconociendo como el bien más preciado, la libertad de pensamiento. B) bregar por que se imponga la paz, la fraternidad y la confianza entre las naciones. C) pugnar por que las instituciones del país se basen en principios republicanos democráticos. D) promover la libertad de conciencia y la tolerancia ideológica, religiosa y política, propugnando por prescindencia de toda consideración confesional o dogmática en la conducción de los asuntos públicos. E) auspiciar y fomentar la educación laica y liberal- democrática.
Estos principios democráticos republicanos y laicos están profundamente asentados en el ser ciudadano de nuestro país, lo cual no debe perderse de vista ante desvíos de fundamentalismos crecientes.
Como dijo el VGM de la GLMU, José Garchitorena, “muchas veces sucede que lo más fácil de perder es aquello que creemos o sentimos asegurado, pasa con las cosas, pero más frecuentemente pasa con las ideas. Tan seguros estamos que ellas son comprendidas y compartidas por todos, que dejamos de resaltar sus virtudes, su conveniencia y su necesidad, y sobre todo dejamos de profundizar en su significado y su sentido” (Revista “Telescopio”, 7.2.2017).
Tal es la coincidencia que prima sobre estos principios en nuestro país, que vamos a mencionar, a modo de ejemplo, dos prestigiosas opiniones (una confesional, y otra agnóstica) motivadas por hechos surgidos en el marco del proceso electoral que vive en este año nuestro país.
Monseñor Sturla, Arzobispo de Montevideo y Cardenal de la Iglesia Católica dijo: “que se mezcle a Di os en una opción política no es bueno”, y agregó “el Uruguay laico, plural y democrático es un bien para todos”. Señaló “que cada uno desde sus convicciones morales y religiosas actúe en lo que corresponde”. “Aunque la línea pueda parecer sutil, que se mezcle a Dios directamente en una opción política determinada o que una religión apoye a determinado partido, no es bueno”. El Arzobispo defendió que la Iglesia Católica opine “con todo respeto como actor que es en la sociedad, en los distintos aspectos que hacen a la vida de las personas, y sobre todo de la dignidad humana” (Semanario “Búsqueda” enero de 2019).
Por su lado, el dos veces presidente del Uruguay, Dr. Julio María Sanguinetti, afirmó que “las invocaciones a Dios no deben estar en la política”. Sostuvo que la ministra de Educación y Cultura había equivocado cuando dijo que “los evangelistas son una plaga”, ya que es “una creencia como cualquier otra”, agregando que también se equivocan aquellos diputados que van a votar “en función de la ley de Dios”. El ex presidente citó al Arzobispo –con quien tantas veces discrepó- diciendo que coincidía con sus declaraciones de “no mezclar a Dios directamente con una opción política determinada”, y concluyó que “las invocaciones a Dios no deben estar en la política”. (La Diaria, 14.1. 2019).
Conclusión: Por todo lo expuesto, a nuestro criterio no se entiende necesaria la constitución de una organización internacional de librepensadores.
A los librepensadores el deber nos impone una lucha, tan activa y constante como grande y elevado es nuestro objetivo de progreso construido en base a los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, en el marco de una sociedad democrática, republicana y laica.
Enrique González de Toro y Ramiro Rodríguez Villamil