Las concentraciones, que se mantienen activas desde la pasada semana, se dirigen contra una enmienda de la norma que permite identificarlos a través de un censo que discrimina a los ciudadanos musulmanes.
Decenas de mujeres cubiertas por velos y mantas desafían al frío nocturno en uno de los barrios musulmanes de Nueva Delhi, como cada noche desde hace trece días, en una insólita acampada en protesta contra una enmienda legal que busca dar la ciudadanía a migrantes pero excluye a los musulmanes. Las manifestaciones contra una enmienda a la Ley de Ciudadanía y un por ahora teórico censo para identificar a los migrantes ilegales han despertado el miedo entre la comunidad musulmana de convertirse en ciudadanos de segunda clase.
Al menos 25 personas han muerto en la ola de protestas que sacude el país desde hace dos semanas, aunque ninguna se parece a la del barrio musulmán de Shaheen Bagh donde los vecinos han ocupado pacíficamente una carretera y las mujeres ocupan el lugar principal mientras que los hombres observan desde el perímetro.
Discursos políticos y Biryani
Rumana Khan, de 48 años, escucha en primera fila y acompañada por sus nietos los ardientes discursos contra la enmienda legal a pesar de la hora, cercana a la medianoche. «Es la primera vez en mi vida que me manifiesto», asegura sonriente Khan a Efe, que desde hace casi dos semanas acude sin excepción a la acampada y solo espera que el Gobierno las escuche y de marcha atrás.
«Juro sobre mi país que me voy a sacrificar por ti, viva o muera, no me preocupa sacrificaremos nuestras vidas», entona Khan, una conocida canción sacada de una película sobre el héroe de la independencia Bhagat Singh y modificada para la ocasión, arrancando aplausos de sus compañeras. Se respira un aire de camaradería y, bajo las lonas de plástico azul y amarillo que los manifestantes han instalado para protegerse de los elementos y entre eslogan y eslogan, los vecinos del barrio convertidos en manifestantes lanzan la misma pregunta a los presentes: «¿Has comido?». En un lateral de la acampada, adultos y niños se arremolinan junto a un caldero repleto de humeante biryani de pollo, el tradicional plato de arroz con especias, que los voluntarios distribuyen junto con agua y té.
Una afrenta al laicismo de la India
La enmienda a la Ley de Ciudadanía aprobada por el Parlamento el pasado 11 de diciembre busca regularizar a los migrantes indocumentados procedentes de Afganistán, Pakistán y Bangladesh pertenecientes a las religiones hindú, sij, budista, jain, parsi y cristiana y que lleven más de cinco años viviendo en la India.
El texto y la intención del Gobierno nacionalista hindú del primer ministro, Narendra Modi, de llevar a cabo un Registro Nacional de Ciudadanos para separar a los habitantes legítimos de los ilegales ha desatado protestas multitudinarias, ante el temor de los musulmanes de verse relegados a ser ciudadanos de segunda clase. «Es arbitrario y discriminatorio, y va contra los valores de este país», denuncia la abogada Seema Misra, nada más bajar del escenario donde acaba de pronunciar un discurso contra la enmienda.
Misra, que destaca que pertenece a la religión hindú, es uno de los abogados que han recorrido las comisarías de la capital para prestar ayuda legal a los cientos de detenidos en manifestaciones, celebradas en muchas ocasiones entre amplios despliegues policiales y restricciones a los derechos de reunión. «Las condiciones eran malas, la Policía casi no permitía que entrásemos a dar consejo legal a los detenidos», reconoce la abogada.
Reacción a la violencia policial
Las protestas en Shaheen Bagh comenzaron el pasado lunes 16, y no por casualidad. Fue un día después de que la Policía irrumpiese en plena noche y sin permiso en el vecino campus de la universidad predominantemente musulmana Jamia Millia Islamia, alegando que allí se habían refugiado manifestantes violentos. Los vídeos de las fuerzas de seguridad desalojando incluso la biblioteca en ese momento repleta de estudiantes dieron la vuelta a la India y reavivaron las protestas.
El principal foco de contestación se situaba hasta ese momento en el noreste de la India, pero por razones diferentes: esa región cuenta con un fuerte sentimiento antimigrante sin importar la religión y sus habitantes temen que la enmienda legal abrirá las puertas a cientos de miles de extranjeros irregulares.
«El Gobierno quiere dividirnos, mira como Jamia has sufrido la violencia en el campus. ¿Por qué? Porque Jamia tiene un nombre musulmán», explica Santosh Kumar Yadav, un profesor universitario de unos treinta años que ha acudido a la acampada.
Un futuro incierto
¿Cuánto tiempo podrá continuar la acampada de Shaheen Bagh? Corta uno de los principales puentes que cruzan el río Yamuna y unen Delhi a la vecina Noida, y según los residentes, la Policía ya ha pasado a recordarles que no pueden ocupar la zona indefinidamente. A unos cien metros de la protesta, un grupo de policías mata el tiempo en torno a una hoguera. «¿Venís de la manifestación?», lanza uno de los agentes a dos adolescentes cuando se aproximan. «No, de comer por ahí», lanza uno antes de escabullirse en las sombras. Mejor no tentar a la autoridad.