La filósofa estadounidense Martha Nussbaum, analiza desde un feminismo universalista el hecho de que todos como seres humanos somos iguales y que las diferencias entre hombres y mujeres alrededor del mundo, se han instaurado socialmente para oprimir a una parte de sus miembros en beneficio de otros.
De esta forma no se trata a las mujeres como seres humanos, sino más bien como medios de producción para alcanzar determinados fines desde los anales del tiempo, naturalizando la discriminación y la violencia hacia las féminas e incrementando la brecha de desigualdad social cada vez más, impidiendo entonces el desarrollo humano.
Nusbbaum, argumenta que la mayoría de las mujeres carecen de lo más elemental para el crecimiento de su condición humana, en el sentido de que incluso hasta su alimentación en muchos países es inferior a la de los hombres, generando que las mismas tengan una salud más precaria y vulnerable, siendo el blanco perfecto para diversos tipos de violencia y entre ellas la violencia física que se presenta como la más común de todas.
Además, las féminas no gozan de los mismos derechos y libertades individuales, teniendo que luchar para no ser invisibilizadas, por las injusticias que sus antecesoras han padecido en relación con la falta de acceso a la alfabetización, educación profesional, salario justo, títulos de propiedad, libertad religiosa y control de la natalidad, principalmente en países no desarrollados, donde se presentan índices de pobreza tan elevados que esto incrementa las desigualdades, los abusos y la falta de oportunidades.
De esta forma nos dice la filósofa que las mujeres se encuentran en una condición de desigualdad que no permite, el desarrollo de sus capacidades emocionales y cognitivas de la misma forma que lo harían sus congéneres masculinos. Así que es mediante un feminismo universalista que se podrían superar tales limitaciones, procurando eliminarlas a través de la aplicación de una justicia equitativa.
Lo anterior, solo se lograría superando el relativismo cultural en el sentido de que las personas deben hacer un esfuerzo por ponerse de acuerdo, sobre algunos principios de carácter ético que sean universalizables, para poder aplicarlos en cualquier lugar del planeta, logrando enfrentar las situaciones de desigualdad e injusticia social a las que muchas mujeres se enfrentan.
“El pluralismo y el respeto por las diferencias son ellos mismos valores universales que no se observan en todas partes. Requieren una articulación normativa y una defensa…en una época de rápida globalización, cuando los intereses no-morales nos están uniendo a través de las fronteras, tenemos una necesidad especialmente urgente de reflexionar acerca de las normas morales que también pueden unirnos, y más apropiadamente aún, poniendo restricciones a las opciones de incremento de las utilidades que las naciones puedan realizar.”
Por ello, el feminismo universalista de Nussbaum, busca proponer desde un marco constitucional y político un cambio real, basado en argumentos que fueron tomados del derecho, la filosofía y la economía al estudiar diferentes culturas y tradiciones locales, buscando traducirse en objetivos políticos concretos, desde una justicia que aborde los asuntos del quehacer público en la práctica, fomentando el desarrollo y la ayuda desde un referente feminista ético-social de índole universal.
En su libro Las mujeres y el desarrollo humano, la autora nos abre los ojos ante el informe sobre desarrollo humano, publicado en 1997 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; donde según una compleja medición que incluye la expectativa de vida, la riqueza y la educación, no existe en el mundo un país que trate a su población femenina, igual de bien que a su población masculina.
Enfatiza también que la problemática se incrementa en países en vías de desarrollo, donde las situaciones son más precarias ante las desigualdades; con lo cual, su propuesta afirma que el pensamiento político y económico internacional, debe ser de carácter feminista, estando atento a los problemas fundamentales que padecen las mujeres en la actualidad, debido a su sexo más allá de su edad.
“El feminismo internacional que se encamine a obtener ciertos logros rápidamente se ve en la necesidad de hacer recomendaciones normativas que trasciendan las fronteras culturales, nacionales, de religión, de raza y de clase. Por tanto, será necesario encontrar conceptos descriptivos y normativos adecuados a esa tarea.”
Porque el desarrollo internacional, no puede darse sin que se tomen en cuenta estos problemas y se presenten soluciones acordes a las realidades histórico-sociales de cada cultura, pero desde una visión universalista en torno al marco constitucional en que se debe orientar la justicia en busca del respeto a la dignidad humana que nos es inherente a todos por igual, desde mínimos sociales básicos.
Este proyecto filosófico, va de la mano de un liberalismo político, ausente de toda metafísica en torno a las capacidades humanas centrales, tratando a todas las personas por igual como un fin y no como un medio, en el sentido de una mera herramienta útil para alcanzar los fines propuestos por otros.
Así la propuesta de un feminismo universalista de Nussbaum, comparte la idea de justicia argumentada por John Rawls, en el sentido de justicia como equidad, pero hace hincapié que al ser todas las personas diferentes, la lista de capacidades variaría de una sociedad a otra al determinar sus políticas, tratando de asegurar a cada uno el bien común en relación con la vida y la salud, al igual que la integridad corporal junto a la educación y capacidad de amar, enfocadas hacia todas las formas de vida y el bien, la filiación, el respeto y el juego, además del ambiente, la propiedad y el trabajo.
Por tanto, cuando los estados como sociedades humanas se pongan de acuerdo en la necesidad de solventar todas estas capacidades, es que se logrará erradicar por fin la discriminación hacia las mujeres; desde una justicia equitativa que no permita que las diferencias socialmente establecidas, nos despojen de nuevo de nuestros bienes primarios, desintegrándonos del colectivo humano, al considerarnos solo como objetos de producción.
Marisol Chévez Hidalgo
Licenciada en filosofía de la Universidad de Costa Rica.
Especialista en identidad nacional y multiculturalismo.
Trabajo los temas de ética y moral en la función pública.
Activista Pro Derechos Humanos y lucha contra la naturalización de la violencia ejercida hacia las mujeres.
Escribe en diversos medios de comunicación en latinoamérica.
Actualmente investiga sobre la influencia que ejercen las diferentes religiones dentro del ámbito de la política.