Robert Sarah, uno de los cardenales más importantes del Vaticano y abiertamente crítico con Francisco, visita España en la semana de las elecciones
Lo más granado de los movimientos conservadores de la iglesia se han acercado a la Universidad San Pablo CEU para oír sus críticas a la «sociedad laicista», la «mentalidad anticonceptiva» y la «legitimación de la homosexualidad»
No faltaron a la cita los obispos Rouco Varela y Cañizares, ni personajes políticos como Jaime Mayor Oreja o María San Gil
Sarah y Rouco, en Madrid. Dos de los grandes cardenales de las últimas décadas de la iglesia católica, dos de los grandes opositores al papa Francisco, han aparecido este jueves en la universidad San Pablo CEU, con parte de lo más granado de los movimientos conservadores en la Iglesia. Muchos curas con sotana, pero también el ex ministro Jaime Mayor Oreja o María San Gil. También, entre el público, al que muchos consideran uno de los líderes de El Yunque, Luis Losada Pescador.
El cardenal guineano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, acudió como invitado de la Asociación Católica de Propagandistas, organizadora del 21 Congreso Católicos y Vida Pública, que entre el 15 y el 17 de noviembre abordará la libertad educativa frente a los «ataques del Estado laicista».
Solo había otro obispo español en la sala, el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, pese a que en su discurso, Sarah agradeció la asistencia del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro –afín a Bergoglio–, quien no hizo acto de presencia. Oficialmente, ninguna razón. Extraoficialmente, porque el arzobispo de Madrid no quiere hacerse ver con uno de los más destacados opositores del Papa. Rouco y Cañizares, en cambio, no hicieron ascos, más bien al contrario.
Al comienzo de la conferencia se advirtió que el purpurado no admitiría preguntas, aunque más tarde Sarah aceptó responder a unas pocas cuestiones, convenientemente filtradas por un sacerdote. No se le pudo preguntar por las razones de su oposición a Bergoglio, su opinión sobre la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas, o haya sacerdotes casados, como ha propuesto el reciente Sínodo para la Amazonía, duramente criticado por los sectores ultraconservadores. Tampoco por la famosa visita que, hace apenas unas semanas, le hizo el líder de la ultraderecha española, Santiago Abascal, con quien coincide, especialmente, en su radical oposición a las políticas de acogida a migrantes y refugiados. Una publicidad que, a buen seguro –a pocos días del 10N– Vox hubiera agradecido.
Sarah no defraudó a su público: en su discurso, el cardenal denunció la «crisis muy profunda» que atraviesan la escuela y la universidad en el mundo occidental, azotadas por «una sociedad laicista, secularizada, sin Dios».
Una crisis que, como apuntó, proviene del «constante cuestionamiento de los valores fundamentales que durante miles de años han apoyado, enseñado, educado y estructurado al hombre internamente».
La «crisis» de la escuela laica
Para Sarah, la Iglesia no es capaz de medir la gravedad de esta crisis, «dada la atmósfera atea o de indiferencia hacia las cuestiones religiosas o morales en la que se encuentran impregnadas la educación y las estructuras escolares».
Por ello, el purpurado quiso destacar que «la familia es la primera célula que puede proporcionar esta fantástica carga emocional, en medio de la confusión de ideas, de ideologías, del desorden de información e impresiones que asaltan por todos lados a muchos jóvenes».
Así, denunció cómo Occidente «ha optado por el abandono sistemático de la herencia moral del cristianismo y las raíces cristianas». «Algunos en la Iglesia –proclamó– han abandonado el campo de la educación, influidos e impresionados por la crisis de transmisión y por la revolución cultural que hemos conocido en muchos de estos países». También, añadió, en España.
El enemigo: la «teoría de género»
Para Sarah, una de las claves está en la «teoría de género», sobre la que, dijo, «el papa Francisco tiene palabras durísimas y una actitud de intolerancia absoluta». Fue la única concesión al actual papa en un discurso trufado de citas a Pío XI, donde arremetió contra el aborto o la píldora anticonceptiva. «La mentalidad anticonceptiva ha engendrado un dualismo entre la libertad individual vista como ilimitada y todopoderosa, por un lado, y el cuerpo como instrumento de disfrute, por otro».
También, contra «la legitimación social de la homosexualidad», un movimiento mediante el que «los agentes de la subversión antropológica toman como rehenes en sus reivindicaciones a las autoridades públicas y al legislador». «Aquí ya no se trata de reclamar tolerancia, se trata de imponer una nueva concepción del ser humano», denunció el purpurado guineano, que compara este movimiento «con los intentos totalitarios de producir un hombre nuevo», propios del nazismo.
El cardenal defiende que la iglesia debe arremeter contra esta «legitimación»: «La crisis antropológica y moral sin precedentes que atraviesa nuestro tiempo exige que la Iglesia asuma una mayor responsabilidad y compromiso para proponer su enseñanza doctrinal y moral de modo claro, preciso y firme», subrayó Sarah.
«La Iglesia tiene el deber de asumir un papel sustitutivo para compensar el colapso de sectores enteros de la sociedad civil y de las autoridades públicas», concluyó, en una nada velada crítica a la Iglesia de la acogida y la misericordia propuesta por el papa Francisco que, inexplicablemente (aunque algunos en Roma aseguran que Bergoglio prefiere tener cerca a sus opositores) le mantiene en uno de los cargos más relevantes de la Curia romana.
Sarah se refirió al derecho de los padres a educar a sus hijos. «Los padres son los educadores de sus hijos, tienen derecho a decir cómo quieren educar para sus hijos. El Estado no tiene el monopolio. Esto se podría concebir en países totalitarios, no nos encontramos en esta situación en Occidente».
«Hoy en Europa hay niños de tres años a los que se educa en ideologías no cristianas, y nadie dice nada. La inocencia de los niños se destruye, y nadie dice nada. Hay que asociarse para defender a los niños, y los derechos que tenéis para educar a los hijos en una línea cristiana. Este derecho hay que defenderlo todos juntos», subrayó.
«Estamos viviendo el peor momento de la historia de la Cristiandad. A algunos los persiguen físicamente, a otros moralmente. Debemos estar juntos a través de la oración», terminó entre aplausos.