En la reunión del Grupo de Educación de Europa Laica del pasado 26 de octubre se debatió sobre diversidad de cuestiones y se tomaron algunos acuerdos de cara a los próximos meses.
Entre la diversidad de cuestiones se reflexionó sobre los centros concertados y la imposición del dogma católico al alumnado que asiste a ese tipo de centros, financiados con fondos públicos.
Europa Laica tiene la obligación de defender el derecho de quienes, en los centros católicos privados concertados, deciden no acudir a las clases de religión o que sus hijos no lo hagan. La legislación vigente así lo establece. Por ello nuestra asociación, defensora de la libertad de conciencia, no puede dejar de oponerse a los centros que deciden: ¡Religión para todos!
Europa Laica ha de seguir exigiendo que el alumnado, o sus representantes legales, tengan la libertad de decidir si asisten a clase de religión o no. Sin embargo, no puedo evitar pensar, cuando surge este asunto, que para la Iglesia Católica eso es “pecata minuta”, pues sus dirigentes (dueños) están muy satisfechos con la actual situación, ya que han conseguido dos de sus objetivos fundamentales: Un suculento negocio y el poder adoctrinar sin cortapisas.
En el primer caso, nadie, ni ellos mismos, podía pensar que en democracia conseguirían la mejor situación para sus colegios confesionales de la historia: La concertación. Con ella han logrado financiar con fondos públicos su amplia red de centros en donde se adoctrina (directa y transversalmente) según los postulados de la santa Madre Iglesia romana. Además, de que el ritmo de crecimiento de esa financiación es vertiginoso.
En el segundo caso, han conseguido un ingente ejército de catequistas “clocados” en la red de titularidad pública, cuyos “derechos laborales” van consolidándose año tras año y, si hiciera falta, disponen de los Tribunales en los que suelen ganar todos los litigios, ya por cuestiones personales, ya sea por cuestiones relacionadas con la carga horaria de la religión en el currículo.
Así las cosas, ¿cómo había de preocuparles obligar a todo el alumnado de los centros de su propiedad a cursar religión?: Lo dan por hecho.
Acostumbrados como están a conseguir, mantener y ampliar todos los privilegios de que disponen desde tiempo ancestral. Sin duda piensan que tratándose de “sus centros”, en los que tienen “sus propios idearios católicos” y siendo la difusión e imposición de sus creencias una “exigencia” de “su fe”, están “autorizados” a que todo “su” alumnado obligatoriamente asista a religión. La libertad de conciencia de algunas personas ha de supeditarse a un bien muy superior: El divino.
Saben, muy bien que la mayoría de las familias aceptarán la imposición y los pocos que reclamen, no serán para ellos un problema. Las reclamaciones ni siquiera les harán cosquillas. Arbitrarán una solución o podrán sugerir que vayan a un centro público.
Nuestro objetivo del Estado y de la Escuela Laica todavía está lejos. Los Acuerdos Concordatarios, la concertación de la enseñanza, los partidos confesionales o los de centro izquierda timoratos con estas cuestiones de la laicidad, son algunos de los obstáculos que todavía no hemos conseguido vencer.
Sin embargo, en tanto eso no llegue, no podemos dejar de reivindicar la libertad de conciencia de quienes se niegan a aceptar la imposición de la religión en los centros concertados, al mismo tiempo que exigimos que que la religión confesional salga de la Escuela.
Y eso es así, aunque sepamos (incluso) que acabar con ese abuso histórico no les dolería a los dirigentes católicos. Hay otros abusos a los que ofrecen y seguirán ofreciendo mucha más resistencia.
Rafael Cuesta. Valencia Laica. Grupo Educación.