1. En la apertura ayer de la llamada Plaza Mariana, contigua a la Basílica de Guadalupe, el presidente Felipe Calderón afirmó que “los mexicanos somos guadalupanos” sin importar fe o creencias y celebró que la libertad religiosa absoluta en el país no tiene vuelta atrás. Para Calderón no hay más separación de la iglesia y el Estado. El anfitrión de la ceremonia, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México, reunió a Calderón con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el perredista Marcelo Ebrard, por primera vez más allá de las sesiones del Consejo de Seguridad Nacional. Carlos Slim, presidente del Grupo Carso y patrocinador de la construcción de la plaza, también fue testigo del nuevo encuentro en el que panista y perredista se dieron la mano y sonrieron entre sí en dos ocasiones ante camarógrafos y fotógrafos.
7. Por eso muchos investigadores y pensadores serios, comprometidos con la lucha social se preguntan: ¿Para qué tanto sacrificio, tantas muertes provocadas por una Guerra de Reforma que llevarían a separar a la Iglesia y al Estado? ¿Para qué sirvió una gran revolución de 1910-17, en que morirían cientos de miles de humildes, que llevaría a hacer leyes constitucionales justas que no se cumplen? ¿Para qué la sangrienta Guerra Cristera entre indígenas católicos y del gobierno si ahora juntos –gobierno, clero y empresarios- continúan viviendo entre privilegios y dominando a la población? El clero sabe de lo mucho que ha recuperado; conoce muy bien la enorme fuerza con ahora cuenta, sobre todo después de impulsar a dos presidentes panistas. Pero ahora lo que puede aplaudirse es que ya existe una plaza más grande donde podrán dormir en el suelo las decenas de miles de indígenas y limosneros “guadalupanos”.