Najat El Hachmi, escritora marroquí criada en España desde los ocho años de edad, acaba de publicar un ensayo muy personal sobre feminismo e identidad; ‘Siempre han hablado de nosotras’ (editorial Destino). Un manifiesto valiente y necesario que abarca la verdadera identidad de esta mujer musulmana y feminista que se define alejada de los conceptos “patriarcales y machistas” de la religión islámica
Najat El Hachmi habla de feminismo en un ensayo que resulta, en pleno siglo XXI, más necesario que nunca. «El movimiento feminista no ha llegado aún a todas las mujeres, a pesar de que vivimos en España y Europa en una sociedad occidental. No solo basta con ganar terreno en el ámbito legal para conquistar la igualdad». Y es que esta escritora, de origen marroquí, señala a Público que aún hay mucho terreno donde trabajar. Por ello «es necesario también hablar de la realidad de esas mujeres que se escapan de nuestro entorno».
Najat nunca ha olvidado los orígenes del Marruecos más rural del que proviene y donde alzar la voz como mujer era un paso casi imposible. «Todavía hoy cuando escribo para opinar sobre temas relacionados con mi origen, con mi condición de hija de una familia musulmana, me tiemblan las manos«. Sin embargo esta escritora, afincada en Catalunya, relata a este medio que ha podido combatir ese miedo, a través de la escritura.
«Yo creo que en mi caso la escritura ha sido un instrumento muy importante a la vez que subversivo. porque ideas que no podía decir, de una forma consciente, en ese momento las podía normalizar a través de la escritura, lo que me ayudaba a pensar y a aceptarme», comentaba a este medio.
A finales de los años 80, Najat tiene ocho años de edad y se instala con su familia en Vic (Barcelona). «Venía de un pueblo muy pequeño del ámbito rural en Marruecos y de repente llegamos a otra realidad donde aprendíamos una nueva lengua, el fundamento de una sociedad. Lo recuerdo como una época de crecimiento».
En aquella realidad tan «estimulante» pudo observar lo que era el sentimiento de injusticia para la mujeres, cuando veía la realidad tan opuesta de aquella sociedad occidentalizada. «Yo creo que la mayoría de las mujeres cuando somos muy pequeñas nos vamos dando cuenta de las injusticias que se están cometiendo. Yo escuchaba esa voz que me decía a pesar de mi corta edad que no es normal que hombres y mujeres estén siempre separados, que no es normal que ellas se tengan que tapar y ellos no. No es normal que ellos puedan salir cuando quieran y ellas no puedan». Ese sentimiento de injusticia «lo viví siendo apenas una niña y es que la educación que recibimos es la que nos acostumbra a lo que no tiene nada de normal». Al llegar a Catalunya Najat veía a sus maestras como referentes, «mujeres que podían estar emparejadas, tener novio sin estar casadas y sin que fueran acusadas de ser las peores mujeres del mundo».
La escritora marroquí recuerda a Público cuando llevaba pañuelo. «Tenía que ser muy buena musulmana y creía que tenía que cumplir con Dios y con mi religión». La anécdota de la directora de su colegio que la obligó a quitárselo en el centro no la olvidará en su vida. «Me dejó muy claro que no podía ir con pañuelo en la cabeza a clase».
Tras el paso de los años, Najat recuerda como «aquella mujer me había salvado porque una niña musulmana que se pone el velo puede caer en una trampa de la que es casi imposible salir». La autora afirma que «nunca podrá agradecerle a mis maestras como lucharon por nuestra igualdad, una igualdad que necesitábamos y que en esa época aún no llegábamos ni a comprender del todo».
La construcción «estereotipada» de la mujer musulmana
Najat El Hachmi destaca a Público cómo la imagen de «la mujer musulmana se encuentra en Occidente estereotipada por los medios de comunicación». El problema, según destaca Najat, «es que esa imagen queda muy lejos de la realidad». Todo está centrado en el ámbito religioso.
Najat afirma que «hay que entender que en Occidente no encajan que las mujeres musulmanas profesen su religión en el ámbito privado, que hay mujeres que no quieren manifestarse públicamente en función de su religión, mujeres creyentes que no llevan pañuelo». En su caso particular, se define como una mujer musulmana y atea. «Yo no soy creyente, y a veces no me toman como una mujer musulmana prototipo por este motivo» y es porque buscan a las musulmanas prototipo: «creyente, que lleven pañuelo y sean muy religiosas».
Desde su propia experiencia destaca: «Si yo por ejemplo no puedo hablar de lo que supone para mi ser mujer musulmana porque no soy creyente, lo que estamos estableciendo un orden teocrático porque todo se rige por tus creencias». La sociedad «no te define como ciudadana sino como creyente». Una regla que, a su modo de ver, es «bastante peligrosa porque siempre sale desde la perspectiva del creyente y todo viene porque estamos dando demasiado espacio a las creencias particulares».
El velo o pañuelo, una identidad totalmente «machista»
Najat reclama como el pañuelo es «la identidad del machismo y no de las mujeres«. Y recuerda a este medio como de joven pensaba que podía haber una redefinición de lo que el pañuelo simbolizaba para cualquier mujer musulmana. Sin embargo aclara que, con el paso de los años y analizándolo a fondo ya no puede «defender el pañuelo como identidad porque el origen y la carga es patriarcal en estado puro» para cualquier mujer. La idea que subyace detrás del velo no es otra “que las mujeres somos las que tenemos que ocultarnos de la mirada de los hombres y somos las responsables del deseo masculino que tenemos que controlarlo nosotras”.