Las elecciones federales de Alemania de 1930 prendieron la mecha que cambiaría la historia de Europa. Aunque el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) fue la fuerza más votada, se trató de un levísimo triunfo, que se vio eclipsado por el dramático ascenso del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP o Partido Nazi) de Adolf Hitler, que logró el 18,25% de los votos, obteniendo casi siete veces su anterior resultado y convirtiéndose en la segunda fuerza política del país. Después de varios gobiernos bastante débiles, en 1933 el Führer llegó al poder y convirtió al país teutón en una dictadura.
El porqué del fuerte apoyo popular que recibió Hitler se ha analizado desde varias perspectivas (crisis económica, devastación tras la Primera Guerra Mundial, propaganda, miedo,…), pero sin llegar a desgranar si el pueblo votó al austrohúngaro atendiendo a su clase social o mentalidad.
Una de las líneas de investigación más controvertidas para comprender que el pueblo alemán eligió en sus papeletas al NSDAP es la relación entre el nazismo y la religión. Un nuevo estudio titulado ‘¿Dos Alemanias? Investigación de la base religiosa y social del electorado nazi de 1930’, publicado por la Universidad de Cambridge, arroja luz sobre la relación entre las confesiones y el perfil de las personas que auparon al Reichstag al canciller imperial.
Los autores del informe recopilaron datos para averiguar cómo era el electorado del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. ¿Realmente obrero (como indica su nombre), burgués o de todo tipo? Pero, para establecer el perfil de cada votante, partieron de la base de que los votantes estaban divididos en dos religiones: Católica y Protestante.
Cabe destacar que Hitler y los líderes nazis hicieron uso tanto de la simbología cristiana como pagana en su propaganda dirigida al pueblo alemán, aunque todavía se debate si el austrohúngaro se consideraba creyente, pagano, ateo o de cualquier otra creencia. Algunos historiadores lo han descrito como ocultista, otros autores han hecho hincapié en extractos con referencias religiosas y algunos de sus colaboradores o allegados han señalado incluso comentarios escépticos y hostiles a la religión por parte del Führer.
La religión y el voto
El estudio concluyó que existía un efecto de interacción entre la religión (Católica y Protestante) y los grupos sociales en el voto nazi. La realidad fue que desde las clases bajas de cada religión hasta las más altas, existió un condicionamiento (excepto en los obreros católicos, donde no han encontrado esta tendencia).
El grupo de los trabajadores católicos de ‘cuello azul’ (forma de denominar a los obreros, por el color del mono) fue el único de su religión que, en su mayoría, no apoyó al NSDAP. Eso sí, los miembros de esta confesión que se encontraban en escalones sociales más altos sí que votaron a Hitler.
Con los datos analizados, los investigadores concluyen que (a pesar de su nombre) el partido Nazi no era el de los trabajadores, o al menos el de los católicos. Algo que no sucedía con los protestantes. Mientras que los católicos que apoyaban en su mayoría a Hitler eran de clase media y alta, los protestantes que auparon al Führer fueron las clases sociales más rurales, los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores domésticos.
En el resto de estamentos protestantes el voto estuvo dividido, pero, los trabajadores de ‘cuello blanco’ (con alguna cualificación) parecía que apoyaban a partidos más reformistas, entre ellos el SPD.
Los protestantes se sentían amenazados
Desde la proclamación de Guillermo I como emperador del Imperio alemán (1817) los protestantes habían visto amenazada su confesión, ya que la ideología del Gobierno se caracterizaba por un conservadurismo católico. La posterior República de Weimar tampoco tranquilizó a los practicantes de esta religión.
Entre las bases del NSDAP había un claro sesgo hacia el protestantismo. Además, a pesar de que el clero de esta confesión era oficialmente neutral, muchos de sus obispos vieron en el nazismo el cumplimiento de la política protestante. En concreto, las clases medias votaron a Hitler por la sensación de que los anteriores gobiernos habían traicionado sus costumbres.
De hecho, el sociólogo estadounidense Seymour Martin Lipset ya estableció hace décadas que el votante nazi tipo era «un protestante, trabajador independiente de clase media, que vivía en una granja o en una pequeña comunidad y que había votado anteriormente por un partido político centrista o regionalista».
Pero, como explicamos anteriormente, no todos los votos partieron de los protestantes, aunque el clero católico se opuso a los nazis, estos pudieron obtener los votos de los ‘cuellos blancos’ porque había un mayor nivel de desempleados en este grupo que tenían más en común con las clases medias (independientemente de la confesionalidad) que con la clase trabajadora de su propia religión.
Asimismo, los investigadores establecen la hipótesis de que los católicos urbanos desempleados tuviesen una conexión más débil con la Iglesia Católica.
Los que no sucumbieron en las elecciones de 1930 fue la clase baja católica que solía vivir en las zonas rurales que, en general, presentaban una fuerte lealtad de voto hacia el Partido de Centro (Zentrum) y el Partido Popular Bávaro (BVP), y por lo tanto fueron más difíciles de conquistar para Hitler.