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11 septiembre, Chile, o el día en que la derecha inquisidora resuelve que Allende debía arder vivo en La Moneda

En el seno de la curia, nunca dejó de hacer oír su voz cómplice el catolicismo anti-comunista, reaccionario y golpista. 

Entonces, poseídos por clasismos megadelirantes redireccionan en septiembre del 73 sus arsenales de conspiración y odios. Es que no podían permitirse prolongar por más tiempo solo el sabotaje; mil días confabulando resultaron extenuantes; había llegado la hora de “hacer patria, señores”, y no podían permitirse disparos a la bandada.

Por esta razón, la mira es teledirigida esta vez hacia un solo blanco: el Presidente Allende. Éste representaba la inminente y “terrorífica” amenaza de restituir la dignidad humillada de millones de desheredados y la consiguiente pérdida de la propiedad vitalicia de una teta insoltable y privativa de una casta de privilegiados “sin apellidos mapuches”.

Fueron mil días, sí, mil días para un pueblo constructor de sueños; mil días de resistencia moral contra un boicot maquinado por la oligarquía interna y externa; mil días en que los olvidados de Chile, junto a su Presidente, y en ejercicio de un derecho radicalmente humano, se expresan como ciudadanía y opinión pública proclamando al mundo una plegaria insoportable para los polit(e)ólogos burgueses del Opus y la civitas dei: “¡Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra! ¡Tráenos tu reino de justicia e igualdad!” Tal “herejía” no podía, bajo ningún punto de vista, permitirse en esta tierra “orgullosa” de su condición “cristiana”. Tal “herejía” anunciaba desde las derechas una reacción rabiosa y copiona de la Inquisición.

Por ello, Augusto -el “ungido”- y sus legiones cayeron no se sabe desde qué cielo como ángeles o demonios de la injusticia y la maldad para arrojar sus clasismos envenenados contra nuestro Presidente y nuestra bandera y para clavar sin misericordia sus sables traidores en la garganta de nuestros derechos fundamentales y de las instituciones de la República, dejando a su paso una estela de lutos, ausencias y soledades que castigan a muchos/as hermanos/as hasta el día de hoy. Y todo ello refrendado por una impunidad “creyente”, hecha con huincha de sastre a la medida… o “en la medida de lo posible” … en favor de esa casta de privilegiados, o sea de un puñado de intocables, por cierto “superiores” a unos ciudadanos sin influencias de tercera y cuarta categoría que pagan con cinco años por robar pan para comer.

Apunte espiritual de cierre

Una buena parte de la Iglesia estuvo, moralmente, a la altura de las circunstancias pues tomó parte por las víctimas del golpe del 73, en especial Silva Henríquez. Sin embargo, a la par de ello, y en el seno de la curia, nunca dejó de hacer oír su voz cómplice el catolicismo anti-comunista, reaccionario y golpista. Solo como un modo de aportar con un téngase presente ante visiones unilateralistas (funcionales a esa religión culturalmente hegemónica y golpista que odiaba y odiará por siempre a un Allende “ateo, comunista y masón”), cito:

“La Conferencia Episcopal de Chile emitió en abril de 1978 unas ´´Orientaciones Pastorales´´ para 1978 – 1979 – 1980 que tituló ´La conducta Humana´”. “Hay un párrafo en este documento” (…) en que “se agradece el servicio prestado al país por las FF. AA el 11 de septiembre de 1973”.*

Noé Bastías
Profesor de Filosofía. Egr. de Mg. en Neurociencias AAE, Chile

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*Boye S., Otto, La no-violencia activa, camino para conquistar la democracia, Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, Editorial Aconcagua, 1983, p. 93.

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