En esta ocasión tengo en cuenta hechos y situaciones que encuentran acomodo extenso e intenso en el capítulo de las “devociones, ferias y fiestas”, sobre todo marianas, que exornan el calendario “por esos pueblos de Dios” durante el presente mes de agosto
«Alcaldesa a perpetuidad»
En más de un centenar de pueblos y ciudades de España, se les ha conferido a la “Santísima Virgen María, Madre de Dios y de todos los hombres”, el título de “Alcaldesa Honoraria Perpetua”. El asentimiento de las respectivas Corporaciones Municipales fue casi siempre unánime, avalados con las correspondientes y radiantes siglas de los partidos políticos que representaban.
También resultó masivo y clamoroso el fervor de los fieles, y no tan fieles, en la aceptación de título tan “honroso”, procesionando la imagen de la Virgen con generosidad, presencia y presidencia de las “fuerzas vivas de la localidad”, y hasta de la diócesis y provincia. En los plenos municipales de algunos lugares, la “Alcaldesa Honoraria a Perpetuidad”, con sus símbolos edilicios, como el bastón de mando, preside – o presidíó- los debates, aunque incapacitada, por aquello de “honoraria”, para exponer el programa social contenido sobre todo en su sagrado canto del “Magníficat”.
Quienes promocionaron y sancionaron esta devota aspiración, se preguntan con asiduidad, sentido común, catequesis y hasta teología municipalista: ¿Son y actúan como más cristianos de verdad, quienes dieron estos pasos “canónicos”, con licencia eclesiástica, – y hasta democrática-, que quienes no estuvieron de acuerdo con ello? ¿Se manifiesta la fe mariana en títulos y advocaciones excéntricas y desproporcionadas como estas, en tiempos democráticos de libertad religiosa y de culto, interpretados estos conceptos con todo rigor evangélico?
¿Tienen algo que ver la conformidad o disconformidad, con el principio de que la Iglesia no debe meterse en política, ni esta en la Iglesia, en su diversidad de estamentos y escalas? ¿Cuándo y cómo es Iglesia la Iglesia y la política es política, sobre todo con el convencimiento internacionalmente establecido de que la Iglesia también es ESTADO independiente, con todas sus consecuencias?
(De los ejemplos, poco o nada imitables, que en determinadas corporaciones municipales, por discreción y por razones de higiene ético-morales y religiosas, prefiero no hacer aquí y ahora referencia particular alguna).
Antonio Aradillas