La Virgen de los Dolores también lloró la pérdida de Manuel López Vega, el párroco de su templo, con un crespón negro atado a uno de los varales. Numerosos fueron los niños que se agolparon al seguimiento de un palio con el que crecen con el paso de los años. De Viernes de Dolores a Viernes de Dolores. Muchos de ellos descubrieron por primera vez la cara de la Virgen gracias a unos padres que sienten la devoción de Los Dolores como refugio para su vida.
La Hermandad del Rocío de Emigrantes, la representación del Ayuntamiento de Huelva, con el alcalde, Gabriel Cruz, a la cabeza; antiguos hermanos mayores de la hermandad, la actual junta de gobierno, el grupo joven y hermanas ataviadas con mantilla fueron los encargados de formar el cortejo previo al palio. El recorrido se convirtió en un mar de gente a su paso por la avenida Cristóbal Colón donde una sevillana sonó al ritmo que el palio tomó la luz de la candelería. “Y Huelva / guarda silencio / con un perfume de flores / al Cristo de la Lanzada / y a la Virgen de los Dolores”.
Los momentos álgidos estaban también programados en la Plaza de los Dolores con el recibimiento del coro de Emigrantes y la Asociación de Vecinos de la plaza que lleva el nombre de la Virgen. La visita a la residencia de las Hermanas de la Cruz y el regreso a la parroquia por las calles de su barrio fue lo que tuvo preparado un año más la hermandad para la gloria de su Virgen de los Dolores. Las vísperas arrancaron con un ambiente inmejorable. Un barrio volcado hacia una Madre que lució por primera vez la Medalla de la Ciudad para orgullo de los onubenses. ’