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El yihadismo se ‘atomiza’ en España: más células, más pequeñas, más aisladas

Desde que en 2012 y en el marco de la Guerra de Siria, Al Qaeda fue perdiendo fuerza en favor del autoproclamado —en junio de 2014— Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en Inglés) de Abu Bakr al-Baghdadi, las consignas enviadas desde el califato han ido teniendo su reflejo en Occidente y han dado lugar a mutaciones en el terrorismo yihadista tal y como lo conocíamos desde los atentados del 11-S de 2001 en EE UU y del 11-M de 2004 en España. Según el último estudio del Real Instituto Elcano, basado en el análisis de una muestra de 215 individuos detenidos (200) o fallecidos (15) en España por pertenencia a organizaciones terroristas de corte islamista, el número de células ha aumentado considerablemente: de la decena detectada hasta ese año 2012, a las 36 desactivadas en los seis años siguientes, hasta 2018. Se trata de redes con un número menor de personas, entre cuatro y siete (no formadas por hasta 30 individuos como la del 11-M) y más aisladas entre sí, “no hay tanta interconexión”, según señalan los investigadores Fernando Reinares, Carola García-Calvo y Álvaro Vicente en el detallado estudio Yihadismo y yihadistas en España. Quince años después del 11-M, recientemente publicado. El terrorismo islamista se atomiza.

El potente aparato de propaganda creado por el Estado Islámico animó no solo a los 45.000 musulmanes (6.000 de toda Europa y 237 de España) a unirse a su ejército, sino que les impulsó a hacer la yihad en sus propios territorios de residencia. En el caso de los yihadistas detenidos en España —460 antes de 2012, y 420 más desde entonces a 2018—, un 38,7% se había trasladado o había intentado hacerlo a las zonas de conflicto, muchos más (el doble) a partir de 2012. Aproximadamente un 10% de los detenidos desde ese año ha retornado de los territorios del califato. Muchas mujeres con hijos. Fuentes de la lucha antiterrorista estiman que unos 130 individuos, de los que se trasladaron a Siria o Irak desde España, continúan allí; y que cerca de 60 habrían muerto en combate.

Hoy, casi medio millón de muertos después y tras una de las mayores crisis humanitarias (10 millones de desplazados en Siria) que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial —y aunque al Estado Islámico está ya al borde del colapso—, sus “soldados” siguen atentando en las ciudades europeas.

Sin ir más lejos, esta misma semana lo hacían en Utrecht (Holanda), donde aparentemente un individuo (probablemente un lobo solitario) habría asesinado a tres personas y herido a cinco en nombre de Alá. También lo hicieron en España, hace algo más de año y medio, el 17 de agosto de 2017 (17-A), cuando uno de los 10 terroristas que al menos componían la célula de Ripoll se abalanzó con una furgoneta sobre el gentío que paseaba por Las Ramblas de Barcelona, dejando un sangriento rosario de 15 muertos y 131 heridos.

La masacre, unida a los ataques de otros miembros de la red contra transeúntes en el paseo marítimo de Cambrils, podía haber sido mayor, de no ser porque les estallaron los explosivos que manejaban en un chalé de Alcanar, donde murieron dos, entre ellos su líder, el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty. El control de los llamados precursores se convirtió desde entonces en una prioridad para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y quedó patente en la Estrategia Nacional contra el Terrorismo 2019.

Otro de los aspectos, recogidos en el estudio, y que supone una variación con respecto a lo ocurrido antes de 2012, es que la radicalización de los miembros de las células se produce, mayoritariamente (91,5% de los casos), en compañía, por contacto, cara a cara con un “agente radicalizador”, y este es mayoritariamente un líder espiritual de corriente salafista, la más radical del Islam, tal y como ocurrió con Es Satty, que contactó con el grupo de jóvenes en la mezquita.

Frente a la idea generalizada de que la radicalización venía propiciada desde las redes sociales y los potentes aparatos de propaganda y captación del Estado Islámico, se observa al analizar individualmente los casos que lo más habitual es que los terroristas hayan estado en contacto, por razones de vecindad, amistad o familiares, con alguien ya radicalizado. Y se constata un hecho: los yihadistas que operan en España son, salvo contadas excepciones, de origen marroquí y, desde 2012, pertenecientes a la segunda generación de migrantes procedentes de ese país, muchos ya con nacionalidad española.

La rapidez con la que la Policía encuentra conexiones entre los distintos miembros de las células y entre las células entre sí, dentro y fuera del territorio nacional, ha llevado a que actúen y se organicen cada vez más de manera aislada e independiente, según reflejan los investigadores de Elcano en su estudio y según certifican fuentes de la lucha antiterrorista. “Es una manera de protegerse frente a la persecución policial”, señalan. “Al igual que el establecer contacto cara a cara es más seguro que hacerlo por las redes sociales y por los foros, muchos ya perforados por los investigadores”, analizan las mismas fuentes.

Según las conclusiones del estudio de Elcano, se trata de células más efímeras, de creación rápida y, frente a las conexiones transnacionales (principalmente con Marruecos) que se daban entre sus miembros en un 97,5% de los casos antes de 2012, se ha pasado a que esas relaciones solo se encuentren en un 65,7% de los casos de sus componentes, también más jóvenes en general. Llama la atención que en el caso de las conexiones de las redes en países europeos, desaparecen las que existieron antes de 2012 con Italia y Reino Unido, y se reducen a la casi a la mitad las que existían con Francia (de darse en el 62,3% de los casos a solo en el 33,8%), Bélgica (del 54,5% al 36,9%) o Alemania (del 20,8% al 9,2%).

LOS MENORES MIGRANTES, CARNE DE CAÑÓN DE LA RADICALIZACIÓN

Una de las actuales preocupaciones en la lucha antiterrorista es la de los menores inmigrantes no acompañados que llegan a España. En el último año se ha producido un agudo crecimiento de ese fenómeno migratorio, acumulándose una bolsa de 12.000 niños que ha desbordado por completo la red de acogida española. “Son carne de cañón de los agentes radicalizadores: solos, desarraigados y necesitados, son las víctimas perfectas”, asegura un agente del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), que aúna la información procedentes de los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Fuentes de la lucha antiterrorista aseguran que ahora se están viendo  obligados a realizar un mayor seguimiento de la evolución de todos esos menores no acompañados en nuestro país, ante la posibilidad de que puedan caer en la red de algún radical islamista, como les ocurrió a los jóvenes captados por el imán de Ripoll, Abdelbaky Es Satty. Cataluña sigue siendo, de largo, la provincia española donde el salafismo —la corriente más radical del Islam— campa por libre, junto las ciudades autónomas de Ceuta, Melilla, Madrid y Valencia.

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