El caso de Rocío Ruiz Domínguez, la flamante consejera de Igualdad, políticas sociales y conciliación de la Junta de Andalucía ha dejado atónitos a los librepensadores de este país. Rocío Ruiz, que no tiene ninguna experiencia en la política ya que toda su vida se ha dedicado a la enseñanza, como profesora de secundaria y directora de un instituto público en Huelva, se incorporó, hace menos de un año, a Ciudadanos.
Rocío escribió, en el año 2013,en un diario de Huelva, un artículo en el que reivindicaba la religión interior y el laicismo y criticaba, contundentemente, el fanatismo de las cofradías en Andalucía y la utilización que los poderes públicos hacen de la Semana Santa; “desfiles de vanidad y rancio populismo cultural”, calificaba Rocío a las procesiones de Semana Santa y añadía que “la Semana Santa es una exitosa puesta en escena turística y una penosa demostración de la necesidad que tiene la gente de pan y circo. Un entretenimiento de la plebe, devotos que confunden la religión con el protagonismo“.
Era una crítica emotiva y aguda del confesionalismo católico que profesan las instituciones públicas en Andalucía. De la existencia, que señalaba Rocío, del fanatismo católico en muchas de las cofradías andaluzas, al que suscribe este artículo no le cabe ninguna duda ya que ha tenido la oportunidad de comprobarlo, el pasado mes de octubre, en la ciudad de Cádiz, en los pasillos de un juzgado de lo contencioso administrativo, donde decenas de fanáticos católicos de la cofradía de la Virgen del Rosario abuchearon y zarandearon a algunos compañeros de la asociación Europa Laica porque se había interpuesto un recurso al Ayuntamiento de Cádiz por la concesión a la Virgen del Rosario la medalla de oro de la ciudad; estos fanáticos nos acusaban de ser extraños a Andalucía y a Cádiz y nos tildaban , para nuestra sorpresa, de “extranjeros” . Es triste, también conviene decirlo, que algunos de los ayuntamientos del cambio, como el de Cádiz o el Madrid de Carmena, hayan sucumbido al simbolismo católico, al promocionar todo tipo de liturgias y celebraciones católicas; la idea de considerar el simbolismo católico como algo inherente a la nación española está no solo arraigada entre los representantes públicos, también lo está en una gran parte del pueblo.
El caso de Rocío salta a la opinión pública porque, desde el partido ultra católico VOX, se ha exigido su dimisión por ese artículo escrito hace cinco años. “¡Basta de insultar nuestra identidad y nuestras tradiciones con el dinero de todos! Si no le gusta-la Semana Santa-, que no vaya. Pero búsquese un trabajo que no le paguen todos los andaluces. Si no es cesada, VOX pedirá su reprobación”, decía el secretario general de ese partido. Tal está siendo la presión que Rocío Ruiz se ha disculpado e incluso arrepentido públicamente de sus opiniones. El presidente de la Junta Andalucía ha intentado quitar hierro al asunto: “Ella ha cambiado, ella ha evolucionado y evidentemente ella se retracta de sus opiniones”, ha declarado Juan Manuel Moreno, para justificar su permanencia como Consejera y calmar a la jauría reaccionaria de VOX. También, desde Ciudadanos, su partido, confirman que Rocío “está arrepentida “.
Lo más increíble de todo ha sido la portavoz de Adelante Andalucía, Ángela Aguilera, cuya voz se ha sumado a este coro ultra reaccionario, dando si cabe una vuelta de tuerca, al afirmar, en rueda de prensa, que esta Consejera “Desprecia con sus declaraciones a lo que es sencillamente ser pueblo y ser cultura popular”, acusando a Rocío Ruiz de ser clasista ¡por criticar la Semana Santa!
La derecha en España-y por lo que vemos parte de la izquierda-, se comporta como una derecha católica y considera al laicismo algo exaltado cuando el laicismo no es una ideología sino un principio de la democracia como lo debería ser la separación de poderes. La seña de identidad nacional católica está en el ADN de la derecha nacional. Es el caso del partido Ciudadanos que si bien, en algún momento, se identificó como un partido político laico hoy dice ser “aconfesional”, pero en verdad no es tal ya que apoya, en el Congreso, todas las iniciativas que perpetúan los privilegios del catolicismo en España. En nuestro país se está volviendo a utilizar la religión de las personas para hacer política, identificando el espíritu nacional con el catolicismo.
Pero, desgraciadamente, todo esto también está afectando a la expresión libre de las opiniones y existe miedo en tener un criterio propio. La “nueva política” hace tiempo se ha plegado a la coacción de la libertad de opinión. El caso comenzó con Guillermo Zapata, un concejal del ayuntamiento de Madrid, quien fue acusado, por la derecha más reaccionaria, por unos chites sobre los judíos en un debate en Twitter sobre los límites del humo negro. Y no solo fue cesado de sus responsabilidades sino que también, por orden de Manuela Carmena, tuvo que hacer un arrepentimiento público, a la manera de los procesos de Moscú. Le ocurrió lo mismo a la concejal de ese mismo ayuntamiento Rita Maestre, quien aconsejada por la alcaldesa, tuvo que disculparse ante el arzobispo de Madrid por una protesta en la que había participado, cuando era estudiante, en contra de la existencia de las capillas católicas en los recintos universitarios. A raíz del caso Zapata hubo muchos otros casos más hasta llegar los juicios a cómicos y cantantes que han tenido que acudir ante los tribunales por una opinión en twitter y algunos han sido condenados a penas de prisión.
El caso más reciente ha sido el de Iñigo Errejón quien el mismo ha estado borrando sus propias opiniones sobre Maduro y Venezuela en su página de twitter. Esta idea de rastrear las opiniones de las persona y censurar sus opiniones del pasado es algo muy español. Al fin y al cabo España tiene una tradición finisecular de fuerte censura e imposición por la fuerza de ideologías reaccionarias. Esta idea de instaurar nuevamente una especie de estatutos de limpieza de sangre hace un flaco favor a la democracia. Desde aquí animo a Rocío Ruiz a dimitir de su cargo, no por que lo diga VOX o Andalucía Adelante o por las vergonzantes exigencias de su propio partido de público arrepentimiento, sino para ser coherente con su propia libertad de conciencia, porque si para tener un cargo en la Junta de Andalucía hay que renunciar hasta las propias opiniones y criterios y sucumbir a la ola reaccionaria y ultra católica, entonces, no merece la pena. Si dimite, denunciado este nuevo estatuto de limpieza de sangre, haría un gran favor a la libertad de conciencia en España y a la democracia pero si no lo hace, el caso de Rocío Ruiz inaugura un nuevo caso de marranismo, que será cada vez más frecuente, en la España democrática: el de los laicistas que tienen, desde las instituciones, que apoyar al catolicismo para poder tener un cargo público.
Antonio Gómez Movellán. Presidente de Europa Laica