Marta Jerez y Esther Lázaro, de la asociación «opositora» a la estatua, en el recodo donde se situará. (D. B.)
Muchos vecinos de la ciudad se oponen a la idea del Consistorio de erigir una escultura de un diablillo burlón con un teléfono en la mano para atraer al turismo joven
Cuenta la leyenda que una chica muy guapa estaba bastante harta de acarrear agua desde el río hasta su casa, así que un día se topó con un hombre, también muy muy apuesto, y le expuso sus quejas: «¡Qué rollo es esto de llevar agua de acá para allá!». El tipo, que resultó ser el demonio, le propuso el clásico trato mefistofélico: tú me das el alma y yo te doy un acueducto. Sin embargo, nunca se llegó a cerrar el acuerdo porque la chica se arrepintió a tiempo y al final el diablo se quedó sin alma que llevarse a la boca y sin colocar la última piedra de su magna obra. Con distintas variantes, esta es la leyenda popular que circula por Segovia (52.257 habitantes) para explicar la existencia de su principal atractivo turístico y una de las obras de ingeniería civil romana más admiradas del mundo.
El cuentecillo también le ha servido al consistorio segoviano para justificar su idea de erigir una pequeña estatua al ángel caído. La junta de Gobierno aprobó la propuesta el pasado mes de octubre. Una ocurrencia que ha irritado a miles de vecinos y que parece que tiene su justificación en desviar a una buena parte de los turistas que visitan la ciudad (más de 800.000 en 2017) a otras zonas menos transitadas y masificadas del centro histórico para que se hagan fotos con el diablillo. ¿Qué podía fallar? Pues a la luz de las protestas vecinales, el que varios miles de segovianos no están nada contentos con el plan de que el demonio se convierta en un símbolo local.
La escultura, que se mantiene aún en secreto aunque ya está esbozada, tendrá 80 centímetros de alto y es obra del médico jubilado José Antonio Abella. Está basada en otra que hay en la ciudad alemana de Lubeck y que representa a un pequeño diablillo travieso, bienhumorado. El segoviano, aunque aún no se ha podido ver, sí se sabe que tendrá un teléfono en la mano, una concesión a los tiempos del turismo de Instagram y selfi. El proyecto tendrá un coste de 9.000 euros que se invertirán en la fundición, pues el autor no ha cobrado nada por su trabajo.
Pero parte de la ciudadanía segoviana no ha visto con buenos ojos la iniciativa. En la cafetería del hotel Infanta Isabel, Marta Jerez y Esther Lázaro, fundadoras de la Asociación San Miguel y San Frutos, se toman un café entre recortes de periódicos locales y papeles. Son la cabeza visible de la oposición al demonio. Eligieron el nombre su agrupación, recién creada, porque el arcángel Miguel fue quien capitaneó la victoria sobre las huestes luciferinas(Apocalipsis, 12. 7-9). El pasado jueves, día de la cita, se acababa de desestimar su recurso contra la estatua. También su petición de que se tuviesen en cuenta las 1.500 firmas en papel y 5.000 en Change.org que habían presentado.
«Nos pintan como unas talibanas extravagantes y ridículas, pero la realidad es que hay mucha gente en la ciudad que no quiere tener una estatua al demonio en plan gracioso, es algo que hiere nuestros sentimientos religiosos», explican las dos mujeres, junto a una tercera, la vocal de la asociación Charo, que prefiere que no figure su apellido ni su imagen en las fotografías. «Les parece un chiste muy cómico, pero no sé si les haría tanta gracia poner una estatua de un símbolo de la ciudad como el cochinillo al lado de la mezquita», argumentan, al tiempo que aseguran que al margen de sus convicciones religiosas, les parece una idea «hortera y fea». Los cerditos felices y retozones fueron durante varios años la marca de la ciudad y lo que se vendía a los turistas como imagen identificadora en forma de llaveros y camisetas. Una apuesta que nunca terminó de cuajar, ni siquiera entre los miles de madrileños que tienen marcada a fuego la identificación de la ciudad con el cochinillo.
En efecto, la concejala de Patrimonio Histórico y Turismo, Claudia de Santos (independiente), no termina de tomarse muy en serio a estos vecinos molestos: «Me saldría de inmediato decir que me da risa«, argumenta la promotora de la idea. También la alcaldesa, Clara Luquero (PSOE), repite sin dar demasiado crédito a esta oposición vecinal que todo «es absurdo, absurdo, absurdo». Y agrega: «Es una insensatez y muy ignorante, porque hay este tipo de manifestaciones desde el románico y no quiere decir que se celebre al diablo». El autor de la obra, Abella, también ha redundado sobre la misma idea: «Es demencial».
El diablo es el dios de la ciudad
Sin embargo, los segovianos contrarios al diablo se defienden: «No somos unos paletos ignorantes, nos quieren ridiculizar, pero somos personas tolerantes y también hemos leído», argumentan. Lo que les subleva, dicen, es que el diablillo va a recibir el nombre de «Segodeus Aqueducti Artifex» y eso «es sugerir que el demonio es el dios de la ciudad, que le tenemos algún tipo de aprecio o veneración«. En su opinión es «una banalización de algo que para los cristianos es importante» y también replican que es poner el foco del turismo en algo muy ajeno «a la cultura de la ciudad, que ya de por sí tiene muchas cosas para atraer a la gente que no sean esa chorrada». Lo que realmente les molesta, subrayan, es que el diablo «no aparece vencido, que es lo que sucede en la leyenda, sino ensalzado».
Una tesis que también han respaldado varios opinadores de cierto relieve en la pequeña capital, como es el caso del humorista y dibujante José Orcajo, quien desde su tribuna en un medio local se despacha con ironía: «Han pensado que es buena idea esculpir a Satán a lo simpático, esto es, haciéndose un selfi (no Abella, sino el de la cornamenta vacuna) y plantarlo a las puertas del colegio de Madres Concepcionistas». El texto sugiere que la idea de la concejal de Patrimonio y Turismo tiene como fin último desviar la atención del creciente malestar de los segovianos porque todos los turistas ocupan las mismas zonas de la ciudad y la colapsan. Pero también sugiere que es un disparate.
Así, lo que es cierto es que los miles de visitantes que acoge Segovia cada día, tienden a hacer siempre el mismo recorrido. Llegan a la plaza del Azoguejo (la explanada desde la que el acueducto tiene su vista más imponente y en una de cuyas esquinas se ubica el célebre Mesón de Cándido») y suben en nutrida procesión por la Calle Real hasta la Catedral, en la Plaza Mayor, donde se desparraman por las terrazas. La idea del Consistorio es que gracias a la «divertida» escultura, muchos de esos turistas se desvíen por la Cuesta de San Juan y accedan al Caso Histórico por detrás. «Es una tontería, no lo van a conseguir», dicen al unísono Marta y Esther. En su opinión «la gente va a subir hasta la escultura y después volverá a bajar al Azoguejo». La Cuesta de San Juan se encuentra en plena remodelación y está previsto que el pequeño Satán ocupe su lugar cuando concluyan las obras, a primeros del mes de enero.
La cuestión es que la ubicación que se ha pensado para el diablillo simpático es en el primer recodo de la cuesta. Un pretil con una caída de más de 10 metros y un murete muy bajo. «¡Ya verás, al final el demonio se va a poner muy contento de que vengan los borrachos y haciendo la tontería de la foto se caigan para abajo!», exclama la presidenta de la asociación, la abogada Marta Jerez, mostrando la considerable distancia al suelo que hay. Los comerciantes de la Calle Real también han expresado su desacuerdo con el plan «diabólico» porque perderían clientela.
El obispado pide «modelar la tensión»
Por su parte, el Obispado de la ciudad, también se ha manifestado al respecto a través de un comunicado. Eso sí, con mucha prudencia: «las autoridades del gobierno de la ciudad son libres y tienen potestad para reorganizar y regir la vida pública. Pero su tarea, además de ser coherente, ha de respetar las creencias religiosas de los ciudadanos. La religión es una creencia y praxis de los ciudadanos que pertenecen tanto al campo privado como público. Por esta razón, la autoridad debería saber modelar la tensión existente entre un signo religioso y un valor cultural».
Desde la Asociación, una vez desestimado su recurso, planean varias acciones de protesta vecinal para, «al menos», solicitar que se vote entre los vecinos. «Han hecho unos presupuestos participativos y eso sí se vota, pues esto es lo mismo, poner en manos de los segovianos una cosa tan importante como son nuestros símbolos y las cosas por las que se nos va a identificar». Por el momento, las huestes del arcángel van perdiendo la batalla y el Ayuntamiento ya ha dejado claro que no contempla ninguna otra opción que no sea la de colocar la estatua.