Los Korpowski en su casa de Varsovia. Agnieszka y Tomasz, los padres, defienden el modelo de familia tradicional polaca y católica. MARÍA HERVÁS
Las bodas por la Iglesia han bajado un 41% desde el fin del comunismo, lo que muestra la secularización de un país históricamente católico liderado por un Gobierno que quiere «recristianizar Europa»
Sábado por la mañana en casa de la familia Korpowski. El pequeño Stanislaw, de dos años, corretea por la salita llevándose por delante cualquier juguete que encuentra a su paso; la abuela Cristina prepara tarta de manzana, algo alicaída, porque acaba de morir el abuelo, y la hermana mayor, María, de 14 años, intenta mantener controlados a sus otros tres hermanos que trepan por los sillones cual Tarzanes en la jungla. “Perdone el desorden, estamos de obras y ayer fue el entierro del abuelo”, explica Agnieszka Korpowska, madre de esta prole numerosa que vive en un barrio al noreste de Varsovia. En una casa propiedad de la abuela.
“Hay tres plantas: en la baja, reside mi suegra, en la primera, mi cuñado y su familia y en la tercera, nosotros. Somos una gran familia polaca”, presume esta mujer de 33 años, casada con Tomasz Korpowski, de 50. Se dieron el “sí, quiero” hace más de tres lustros. Por la iglesia. “Como Dios manda”, dice el marido. En una de las fotos que cuelgan de la pared se les ve salir recién casados de la famosa catedral de San Juan Bautista, en la Ciudad Vieja de Varsovia. Ella con un vestido de novia moderno. Él, con un traje de época que emulaba al vestuario de la nobleza polaca de antaño.
En un país de fuerte arraigo católico, que presume de haber tenido un Papa polaco (Juan Pablo II) los Korpowski podrían representar el ideal de familia tradicional. Pero en las últimas décadas, la sociedad de Polonia se ha ido secularizando poco a poco. Entre 1990 y 2016, las bodas por la iglesia descendieron un 41% en el país, según el Instituto de Estadística de la Iglesia Católica. Las anulaciones matrimoniales se han triplicado desde 1989. Y otro dato significativo: entre 2000 y 2013 prácticamente se duplicó el número de hijos nacidos fuera del matrimonio.
A pesar de que la gran mayoría de sus casi 38 millones de habitantes se define como católico (cerca del 90%), parte de la sociedad se va alejando del rebaño para abrigar otros estilos de vida, lo que entronca con el discurso ultracatólico del Gobierno. Los dirigentes del partido Ley y Justicia (PiS), devoto defensor de la Iglesia, se ha propuesto “recristianizar Europa”, tal y como anunció el primer ministro Mateusz Morawiecki cuando tomó posesión del cargo el año pasado. Lo que demuestra la dualidad de una sociedad cada vez más polarizadaentre los polacos más tradicionales y religiosos que votan al PiS y los ciudadanos más críticos con la Iglesia que apuestan por una Polonia menos beata y más abierta.
“Durante la dominación soviética, los ciudadanos luchamos por mantener nuestra identidad católica porque el comunismo nos intentaba quitar todo. Pero con la llegada de la democracia, ese sentimiento de identidad común se ha ido resquebrajando, ahora los polacos son más individualistas”, analiza Tomasz Korpowski. “Por eso nuestro deber es dar ejemplo como familia cristiana”, añade. Los Korpowsi, seguidores de los kikos (una de las ramas más conservadoras de la Iglesia católica) forman parte de la Asociación nacional de Familias Numerosas Three Plus. “Somos como un lobby, por fin tenemos un Gobierno que nos escucha y ayuda”, reconoce Agnieszka.
En abril de 2016, el PiS aprobó una de sus medidas estrella para intentar paliar la baja tasa de natalidad y ayudar a las familias más pobres: el programa Family 500+. Esta ayuda consiste en un pago mensual de 500 zlotys (unos 115 euros) por cada hijo, a partir del segundo y hasta que el niño cumple los 18 años. El coste aproximado de este subsidio es de más de 5.000 millones de euros anuales para las arcas del Estado. Hasta ahora, la buena salud de la economía polaca, con un crecimiento del casi 5% del PIB anual y con una presión fiscal elevada, ha garantizado su aplicación.
Gracias al Family 500+, los Korpowski reciben al mes y por todos sus hijos unos 2.500 zlotys (casi 600 euros). Aunque el sueldo del padre de familia no es bajo (es ingeniero industrial), criar a cinco hijos requiere “mucho sacrificio”, reconoce Agnieska. “Además, nosotros tenemos más gasto que la media, aportamos más al sistema, somos en realidad como una pequeña empresa”, defiende esta madre.
Ella ahora vive con su nueva pareja, Artur Kutylowski, dueño de un rocódromo al sur de Varsovia. “¿Casarnos por la iglesia? No”, dice él. Kutylowski, de 42 años, cuenta que dejó de creer en Dios cuando de adolescente fue a confesarse y el cura le propuso venderle unas ventanas en pleno acto de contrición. “Fue en los ochenta, años de escasez en este país. Pero yo me alejé de la fe”, justifica el empresario. Ambos reconocen que la presión social para pasar por el altar es fuerte, pero que ellos lo harán por lo civil. “Nosotros nos amamos y eso es lo importante. Además, este país ya no es el que era. Ahora tenemos otro estilo de vida y lo vamos a defender”, zanja Ciborowska.
LA PELÍCULA QUE HA REVOLUCIONADO AL CLERO
Los cines de Polonia estrenaron a finales de septiembre Kler (clero, en polaco), una película basada en hechos reales que aborda los casos de pedofilia, los temas de corrupción o alcoholismo en el seno de la Iglesia Católica polaca. Cinco millones de personas han acudido al cine para ver el largometraje, lo que han convertido a Kleren la cinta más vista en Polonia en lo que llevamos de siglo XXI. La cinta ha sido duramente criticada por las organizaciones ultraconservadoras. “El récord de taquilla demuestra que esta película era necesaria. Así los polacos dejarán de mirar a los sacerdotes como santos y empezarán a verlos como personas”, cuenta a través de un correo electrónico su director, Wojciech Smarzowski.