Lo que amenaza a la familia, cristiana o laica, y a la institución del matrimonio es el machismo y todas las formas de violencia doméstica que genera. También le amenazan la mentira y la infidelidad, unas veces encubierta, otras manifiesta; el materialismo rampante, que pone el ser en el poseer y que crea tensiones a veces insoportables para el nivel de ingresos de los cónyuges. La mala educación que se da a los niños es otra amenaza, o el colmarles de regalos en vez de darles atención y cariño para reservar el tiempo de los padres a sus asuntos personales. En definitiva, lo que amenaza a la familia es la falta de amor, generosidad, tolerancia, cultura y moderación en el aprecio de las cosas materiales.
Para combatir estos peligros no hay que salir a la calle. Porque los peligros están en casa, y allí es donde se deben enfrentar. Aunque con un acto como el del 30 de diciembre del 2007 se consiguiera cambiar de Gobierno y derogar algunas de las leyes que se han aprobado para proteger a grupos marginados, no se solucionarían los problemas de la familia española: machismo, mentira, materialismo, egoísmo. Ni el PP tiene el remedio para estos males. Solo la formación de la conciencia, la tolerancia y el reconocimiento de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres pueden ser la base para establecer hogares cristianos, laicos y, en definitiva, sostenibles.