En Educación, la ambigüedad sigue presidiendo la actividad del Gobierno. Al inicio de este curso académico, la referencia principal a tener en cuenta son las palabras de Celáa el 7 de junio, a propósito del “respeto a la enseñanza concertada”, actitud a compaginar con lo que había dicho, nada más empezar en el cargo, respecto a su estima por la pública.
En sustancia, ese territorio conceptual apenas ha pasado de principios genéricos, en principio distintos de los que venía esgrimiendo la etapa de Méndez de Vigo, pero en la práctica solo concretados en un propósito de ampliar las becas y ayudas al estudio. Respecto a las prometidas medidas correctoras del decreto de los recortes, en 2012, todo queda en la práctica en manos de las comunidades autónomas y para el curso próximo (en lo relativo a horas lectivas y ratios por aula). El profesorado solo advertirá, en este, el sentido corrector de aquellas medidas en cuanto a sus bajas laborales.
No obstante, Comunidades hay, como la de Castilla La Mancha, que verán revertido, respecto a la etapa Cospedal, el número de profesores o las ayudas para comedor. En Educación, no todo depende del Gobierno central, y lo que acontecerá en Galicia y Madrid explica mejor las tendencias del PP. En Galicia, apuestan por ampliar la privatización: mientras crean 34 unidades en la privada, suprimen 54 en la pública, además de que sostiene unas tasas altas de precariedad de muchos de sus propios docentes (destinos provisionales de interinos y bloqueo de la anulación del incremento de horarios lectivos, contrariamente a lo instado por Celáa). En la misma onda, en Madrid andan reacios a explicar acerca de lo reclamado por CCOO ante los tribunales, respecto a los aumentos de ratios en las aulas públicas de manera desproporcionada y como práctica no excepcional. Por otra parte, ya era patente la voluntad de Garrido por blindar a la enseñanza concertada ante posibles revisionismos del Gobierno Sánchez.
En el sistema educativo pesan, por otra parte, cuestiones previas como el sostenimiento de los Acuerdos con el Vaticano. Han vuelto a primer plano al anunciarse el día cuatro que la Iglesia readmitía como profesora de religión en un colegio público de Almería, después de 17 años, a Resurrección Galera. El Obispado de esa provincia lo ha aceptado pese a que había instado en 2001 a que se le retirara el contrato por haberse casado con un divorciado. Después de tanto tiempo, y de bastantes casos similares, las ataduras de los Acuerdos parecen haber cedido ante los derechos laborales ciudadanos. Queda, de todos modos, trecho largo para que se dobleguen otras reticencias que conllevan respecto a derechos de los niños y a los de todos los derechohabientes a una educación en igualdad. Por eso esta noticia recuerda la de la dura trayectoria del genetista Luigi Cavalli Sforza por corroborar, antes de que existiera la primera secuencia del genoma humano, que los primeros homínidos dejaron el continente africano hace 100.000 años para colonizar el planeta. Si desde siempre hombres y mujeres se mestizan entre sí y no existen las razas sino en la mente de los racistas, quitaba razones al racismo. Al mostrar que los cauces principales de la diversidad humana no son de índole genética sino cultural, es el capital cultural el que explica la mayor parte de las distancias de unas a otras poblaciones y lo aparente de sus diferencias de fondo. Sin embargo, pese al 85% de material genético que según los genetistas compartimos, tenemos los problemas de carácter racial discriminatorio que tenemos.
Calendario condicionado
Las dificultades que afrontó el trabajo de Sforza son de interés. En los Acuerdos con el Vaticano, lo implícito –sustentado en paradigmas políticos antiguos del Estado y del bien común, el “derecho natural” y otros constructos- es que han de renovarse y ampliarse de continuo a cuenta de las creencias de unos frente a las de otros. Este elemento cultural diferencial, sostenido y fortalecido con recursos del Estado, compromete los intereses prioritarios de todos en un ideario democrático común, lo que sería razón sobrada para que tales Acuerdos hubieran sido denunciados o, cuando menos, se revisara el alcance que tienen en el sistema educativo. Pese a ello, la desigualdad que implican los Acuerdos parece que seguirá ahí, notoriamente contradictoria para una ciudadanía que está lejos de considerarse unánimemente creyente y practicante. No fue fácil para Sforza que se admitiera la unicidad de la familia humana y tampoco lo será que los privilegios que otorga el Estado a muchos colegios concertados y a la presencia de la confesionalidad religiosa en el currículo escolar desaparezcan.
En el comienzo de este curso, por tanto, dudosamente se clarificarán diversas ambigüedades previas a la fragilidad parlamentaria del PSOE y a sus obstáculos para que el techo de gasto sea el adecuado a la mera reversión de los recortes efectuados estos años. Cuando los datos económicos de coyuntura –turismo y desempleo, sobre todo- muestran debilidad, probable es, incluso, que, entre tacticismos de diverso calibre, pronto se imponga un nuevo calendario político.
Manuel Menor
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