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Aborto y religión en el escenario público

El debate por la legalización del aborto permitió observar otra manifestación de la religión católica en el espacio público. Un problema asociado al subdesarrollo y decadencia nacional.

Fue Paolo Flores d’Arcais quien sostuvo que “la verdad de Dios, no soluciona el conflicto contemporáneo”. Y en Argentina, en materia de ejercicio de derechos, mucho menos.

El problema de la religión en el espacio público es eso, un problema. Serio e irresuelto por cómo afecta a la democracia y a la convivencia social.

La dirigencia política – en sentido amplio – todavía piensa que la religión católica organiza a la sociedad. Semejante error, propio de la ignorancia en la que están apoltronados, facilita la toma de decisiones públicas lamentables como la que fue testigo la sociedad días pasados.

Hace tiempo que la alta y baja clerigalla no asume su rol secundario en la toma de decisiones de la sociedad. Más que secundario, insignificante. Como no saben dónde ubicarse socialmente – porque se extinguió para siempre la organización religiosa de la sociedad – continúan enquistados en el poder político.

Dicho de otro modo, sin parasitar al Estado, la Iglesia Católica estaría reducida a una especie de asociación de fomento – aunque con fines de lucro -, por la sed avarienta de fondos que necesita y que, precisamente, le succiona a aquél por diversas vías, sumada a una cosmovisión triste y deprimente por su antropología negativa y altamente represiva.

Lo cierto es que el debate permitió poner blanco sobre negro, diversos aspectos conexos con el rol público del catolicismo, de los que interesa mencionar sólo algunos.

1. Neofariseos y religioneros a escena

En primer lugar, el lobby formal e informal desplegado por el integrismo católico – a instancias del papa taimado (1) – fue el tradicional. No se esperaba otra cosa, máxime, cuando la iglesia juega a veedora moral del sistema político, mismo papel que cumplió en la dictadura genocida de 1976-1983, con las horribles consecuencias por todos conocidas.

El papel de guardián de la moral cristiana sólo fue admitido por aquellos que, como el avestruz, prefirieron no ver, pensar ni reflexionar acerca del fracaso de la moral católica en la vida de las personas ¿o hay que dar ejemplos? Y sí, demos dos ejemplos “menores”.

Vociferando la defensa de “las dos vidas” olvidaron – como buenos fariseos – cómo la iglesia “protegió” la vida de los cientos de bebés robados de los centros clandestinos de detención. Aplíquese el mismo criterio a los miles de niños, niñas y adolescentes abusados sexualmente por la clerigalla, que sigue protegida institucionalmente.

En materia de protección de la mujer, basta con recordar que la Santa Sede no ha suscripto la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), y también que la neofarisea Conferencia Episcopal Argentina fue la principal opositora a que nuestro país ratificara dicha convención (2).

Como es sabido, el ADN clerical está compuesto por genes dominantes. Uno de ellos es la referida hipocresía; el otro, es el que se nutre de las contradicciones.

Y en este punto, surge la Declaración Dignitatis Humanae, sobre la libertad religiosa, que sostiene: “… la autoridad civil debe proveer a que la igualdad jurídica de los ciudadanos, la cual pertenece al bien común de la sociedad, jamás, ni abierta ni ocultamente, sea lesionada por motivos religiosos ni que se establezca entre ellos ninguna discriminación” (3).

2. El triste papel del Estado argentino

Por el lado de los legisladores – en particular, los senadores y senadoras que fundaron su voto en razones religiosas -, sobrevoló el síndrome Dunning-Kruger, un “sesgo cognitivo, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, incorrectamente midiendo su habilidad por encima de lo real” (4).

Vaya que se notó la falta de conocimiento y habilidad parlamentaria.

En lo normativo, no sólo de las Convenciones internacionales sobre derechos humanos que protegen a las mujeres (CEDAW, Belem do Pará), sino una norma fundamental – de orden público – como la 26.485, de protección integral de las mujeres, que también se proyecta a niños, niñas y adolescentes, que debió integrarse al proyecto con media sanción.

Se suma al analfabetismo parlamentario, la perspectiva de género, como categoría de análisis. La ignorancia en esta materia facilitó que el Estado argentino cayera en una seria contradicción.

En efecto, si el Estado presume de buscar en sus políticas públicas y normas jurídicas la equidad de género, no es con el rechazo que comentamos el modo en que logrará ese objetivo.

El Estado argentino ha ratificado, con el accionar del Senado, que hace todo lo que esté a su alcance para que el NI UNA MENOS, sea una quimera. Es garante de la violencia de género y el sistema de subordinación en el que se encuentran las mujeres argentinas.

3. El agridulce resultado obtenido por las sotanas

Según Karlheinz Deschner, la parábola del buen samaritano es el ejemplo perfecto para ilustrar el amor cristiano (católico) al prójimo: el del clérigo que pasa de largo frente a un herido sin ayudarle. Mientras el considerado maldito (por extranjero), fue quien ayudó, los justos no hicieron nada.

Y los que pavonean de justos (con faldón y bonete), no harán nada por las mujeres argentinas que seguirán practicándose abortos (tampoco por sus monjas violadas por sacerdotes).

El hipócrita y vergonzoso agradecimiento de la CEA al gobierno, es otra muestra más del neofariseísmo al que aludimos.

El statu quo de los obispos se asienta en el oscurantismo, el secreto, la clandestinidad, el contubernio y la maledicencia. Es en esos lugares donde les encanta mantener al problema social del aborto y a las mujeres que los practican. Por eso no tienen nada que festejar. Y lo saben.

Como decía el teólogo alemán, “Mirar, siempre mirar, pero no querer saber nada, ni hacer tampoco nada. Son millones las víctimas que el [catolicismo] tiene sobre su conciencia, pero lo suyo es digerirlas sin que ello perturbe su gestión. Nada pues de arrepentirse. Un mirar que no sirve para nada; un saber inoperante” (5).

4. Lo positivo: el futuro es de las libertades laicas

Si los indicadores sociales muestran una religión (y su iglesia), como usina generadora de violencia de género; un Estado (y su gobierno de turno), garante del sistema que coloca a las mujeres en permanente situación de subordinación; una legislación sobre derechos humanos de las mujeres que (por toneladas de cobardía), no termina de aplicarse; un credo que hace años no organiza a la sociedad por ser anacrónico y violar sistemáticamente derechos humanos, los anticuerpos que esa misma sociedad necesita, están a disposición.

Hablamos de la necesaria separación Estado/iglesia (normativa y política); la apostasía colectiva, como derecho humano; la imprescindible derogación de las prebendas eclesiásticas; el desfinanciamiento de la superstición y el mito por parte del Estado; la importancia de consolidar la laicidad, como garante de las libertades de elección y decisión.

No en vano, el sexto sentido de las mujeres apunta hacia ellas. El fundamento de sus derechos está en sus libertades, necesidades y dignidad, no en la ignominia ni en el parasitismo clerical.

Será ley.

Carlos Lombardi

Abogado de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina y la Rete L’Abuso, Associazione italiana vittime di preti pedofili, Italia

Notas

(1) Taimado: en la tercera acepción del diccionario RAE, se le asigna al vocablo jesuita.
(2) Declaración «Ante la Aprobación del Protocolo de la CEDAW», http://www.arquimendoza.org.ar/vernovedad.php?idnovedad=117
(3) http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651207_dignitatis-humanae_sp.html, Nº 6, cuarto párrafo.
(4) El Efecto Dunning-Kruger o cómo descubrir a un incompetente, en http://disenosocial.org/el-efecto-dunning-kruger/
(5) Deschner, Karlheinz, Herrmann, Horst, El Anticatecismo, Yalde, p. 11.

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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