Independientemente de la organización terrorista que lleve a cabo los atentados, en la base ideológica de la doctrina del salafismo yihadista se encuentra una oposición férrea a la democracia y, por consecuencia, a los procesos electorales.
El viernes 13 de julio un fuerte estruendo sacudió un mitin electoral que se desarrollaba en la provincia de Baluchistán, al suroeste de Pakistán. Un terrorista suicida, que acababa de activar su carga explosiva durante la celebración del acto, se llevó consigo la vida de al menos 149 personas e hirió a otras 186. El atentado, reivindicado por Daesh (autoproclamado Estado Islámico), se convirtió en uno de los más mortíferos de la historia reciente en Pakistán.
Previo al atentado del 13 de julio, en el mismo contexto, y sin variar el objetivo de atacar actos o instalaciones relacionadas con las elecciones paquistaníes que se celebraron el 25 de julio, otro grupo terrorista, en este caso los talibanes pakistaníes (TTP por sus siglas en inglés), llevó a cabo un atentado durante un evento electoral celebrado en Peshawar. Murieron al menos 20 personas y 62 resultaron heridas.
El día 25 de julio, unos 106 millones de paquistaníes estaban llamados a las urnas para participar en las elecciones generales del país. Esta ocasión señalada fue objetivo de un ataque perpetrado por un terrorista suicida en la ciudad de Quetta. El atentado, reivindicado por Dáesh, dejó un saldo de al menos 31 muertos y 35 heridos.
Pakistán no es el único actor estatal que soporta la presión del terrorismo yihadista ante un proceso electoral. En los últimos meses hemos podido asistir a ataques de diferente envergadura en Afganistán, Irak e incluso en la descompuesta Libia, con el denominador común en todos ellos detener como objetivo amedrentar a la población y disuadirla de participar en las votaciones.
En abril, un terrorista suicida asesinó a más de 50 personas y dejó al menos un centenar de heridos al hacerse detonar en una oficina de registro de voto en Kabul, la capital afgana. Daesh también llevó a cabo dos atentados en Trípoli (Libia) y Kirkuk (Irak) en los que murieron 12 y tres personas, respectivamente. En el caso libio, el objeto del ataque fue la sede de la comisión electoral, mientras que, en el iraquí, el ataque fue perpetrado en las inmediaciones de un colegio de votantes.
Las elecciones locales en Túnez también habían sido señaladas por Daesh como objetivo. A través del boletín semanal de noticias al-Nabā’, a mediados de marzo el grupo terrorista hizo una crítica a los procesos electorales y señaló de manera indirecta al partido islamista Ennahdha por su participación en los comicios.
En la franja saheliana, Mali tampoco se ha librado de la amenaza. Con unas elecciones presidenciales recién celebradas y unas parlamentarias en noviembre, el país es objetivo prioritario de Jamā’at Nusrat al-Islāmwa-l-Muslimīn (JNIM), conglomerado yihadista formado por la unión de varios grupos leales a Al Qaeda en el Magreb islámico, que tiene su principal radio de acción en Mali y otros países del Sahel.
JNIM publicó a mediados de febrero un vídeo titulado Sobre las elecciones en el que, a través de Abu Abdul Rahman al Sanhaji, cadí (juez religioso o magistrado encargado de aplicar la ley del islam) del grupo, llamaba a los habitantes malienses a no participar en ninguno de los procesos electorales que van a tener lugar en el país.
Al Sanhaji asevera que la democracia es, en la práctica, una religión en sí misma y contraria al Islam, e indica que la obligación que tienen los ciudadanos es la de no participar en ese “juego sucio”. Termina el vídeo haciendo un llamamiento a la yihad y al sacrificio en nombre de Dios como únicas soluciones posibles para el buen porvenir de la región.
La jornada electoral del 29 de julio, en la que los ciudadanos de Mali estaban llamados a elegir presidente, estuvo marcada por la seguridad en los colegios electorales. Sin embargo, la violencia yihadista estuvo presente en varias zonas del del país. Boubacar Keita, portavoz de una misión de observación de la West Africa Network for Peacebuilding (WANEP), declaró que se registró presencia de hombres armados quemando papeletas y amenazando a los votantes en varios colegios electorales del norte y centro del país.
También el ministro de la Administración Territorial señaló que, de unos 23.000 colegios electorales habilitados, 644 no habían podido funcionar y que 4.632 habían sido objeto de actos violentos. No obstante, JNIM fue el grupo que intentó dar un golpe de efecto en plena jornada electoral al realizar un ataque con morteros en Aguelhok, perteneciente a la región de Kidal, situada al norte del país.
El objetivo era la base de la misión de estabilización desplegada por Naciones Unidas (MINUSMA) en el país. No hubo bajas, a pesar de que un mortero cayó a cien metros de un colegio electoral. El comunicado posterior de JNIM sigue la línea crítica contra las elecciones: “Todo el mundo sabe que el ganador de estas elecciones será solo un peón en manos de Francia y los países de la Cruz”.
Independientemente de la organización terrorista que lleve a cabo los atentados, en la base ideológica de la doctrina del salafismo yihadista se encuentra una oposición férrea a la democracia y, por consecuencia, a los procesos electorales. Bajo su prisma, la soberanía procede únicamente de Dios, que es uno y único, siendo la democracia un sistema impuro y una forma de adoración politeísta en el que el hombre se endiosa y sustituye las leyes divinas por las propias.
La democracia entra en confrontación con la concepción normativa que tienen los salafistas yihadistas de la sociedad, puesto que ésta debe estar gobernada y regida por las leyes de Dios. Todo lo demás es un desvío que lleva al islam y a las sociedades musulmanas a la decadencia y que debe ser corregido, siendo para los fieles un imperativo cumplir y hacer cumplir estos preceptos. A través de esta interpretación rigorista y fundamentalista, la violencia yihadista se racionaliza al poder catalogar a regímenes, líderes políticos y votantes como falsos musulmanes o apóstatas que deben ser combatidos mediante el método más efectivo.
Estas ideas del movimiento yihadista global contemporáneo se asientan en aportaciones de doctrinarios de épocas pasadas y que han ejercido una gran influencia en la ideología salafista yihadista, como son Ibn Taymiyya o Sayyid Qutb. El primero teorizó sobre la doctrina takfir que, como se ha señalado, permite declarar kafir o infiel a un tercero; abre la puerta, de este modo, a una justificación permanente de las acciones violentas que, según la óptica del salafismo yihadista, no se comportan de acuerdo con los principios de la ley islámica.
Qutb hizo una lectura crítica de la situación que atravesaban los países de mayoría musulmana en la primera mitad del siglo XX y concluyó que la decadencia del islam se debía a la contaminación de influencias ajenas,como la democracia o el nacionalismo, que situaban a la comunidad islámica en un estado de jahiliyyah o ignorancia. Este concepto hacía referencia a la situación del hombre previa al islam, pero Qutb le otorgó un enfoque nuevo para que sirviese de catalizador y motor para la movilización de la umma.
Esta hostilidad hacia la democracia no se trata de una postura estratégica o coyuntural, sino que ahonda en las raíces de la doctrina yihadista. A este objetivo invariable del yihadismo global se debe sumar la amenaza que hizo pública el portavoz de Daesh, Abu al Hassan al Muhajir, el 22 de abril a través del canal oficialista al Furqan, en el que se publican mensajes de sus líderes o portavoces.
En un mensaje de 49 minutos, el portavoz lanzaba advertencias contra aquellos que se atreviesen a participar en el proceso electoral iraquí aduciendo que derramar su sangre era legítimo. La de los candidatos porque presentándose al proceso reclaman la divinidad para sí mismos; la del electorado porque sus votos elevan a los candidatos a un estatus de igualdad con Dios y, con ello, se incurre en un pecado grave.
Aunque las amenazas de Al Muhajir hicieran referencia explícita al proceso electoral en Irak, se extiende también a otros que tengan lugar en países con una presencia notable de elementos yihadistas. Este año también se celebran elecciones en Mali y Afganistán, por lo que es probable que se asista a una campaña de desestabilización y amedrentamiento a través atentados centrados en infraestructuras electorales por parte de diferentes actores terroristas.
Álvaro H. de Béthencourt es investigador del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo.
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