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Ideas cortas

Que un estado laico es el mejor promotor de la paz y de la libertad ya que al declararse neutral y al no profesar ninguna religión ni identificación con alguna raza, etnia, partido o corporación, respeta, permite y garantiza la libre circulación, convivencia y práctica de todas las ideas, religiones, creencias y pertenencias.

La derecha ha jugado con “éxito” sus cartas utilizando las creencias y sentimientos de la gente.  Ha colocado a la Asamblea, a los medios y al país unos cuantos distractores que nos han llevado a invertir valioso tiempo en hablar airadamente sobre temas altamente polémicos. Nos han puesto a discutir sobre Dios, el matrimonio gay y el aborto como si en esto  gravitara el destino del Estado.

Resultado: redujeron el tiempo y el espacio político para debatir aspectos sustantivos y estratégicos para el diseño del proyecto – país: ¿Qué Ecuador queremos? ¿Hacia dónde va el Ecuador en los próximos 30 o 50 años en medio de un mundo altamente interconectado, competitivo y en franco deterioro ambiental? ¿Qué modelo de desarrollo tendremos?¿Seremos un Ecuador turístico, minero, agrícola, industrial?¿Qué tipo de Estado y de sociedad se requiere para cumplir con este reto? ¿Qué tipo de ciudadanos demanda el proyecto? ¿Qué papel tendrá la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura en este desafío? De esto poco o nada se ha debatido en los grandes foros y en los medios. Se agotó el tiempo, es hora de los “textos”. Este silencio, hay que reconocerlo, no solo lo ha propiciado la oposición sino el mismo Gobierno con sus distractores: leyes, mandatos, etc.

Este proceso constituyente está desnudando las limitaciones de nuestras élites de derecha e izquierda (con sus excepciones). Su visión parroquiana, su ideas cortas. ¡Qué tal! En vez de contestar preguntas del presente y del futuro, hemos retrocedido a los enfrentamientos políticos e ideológicos de hace 110 años. Es más, tal como van las cosas, de Montecristi saldrán algunas definiciones que fueron superadas por la Constitución de 1906. ¿Qué pensará Alfaro de todo esto? Por lo señalado ¿será que debemos conformarnos con el aserto del autor Javier Otaola?, de que “la vigencia de las ideas laicas exige sociedades relativamente desarrolladas… que no estén amenazadas por fenómenos colectivos de miedo a la libertad” ¿Cuáles ideas? Aquellas que la humanidad ha construido durante siglos para vivir pacíficamente luego de millones de muertos a causa guerras propiciadas por fanatismos e intereses particulares: de que la laicidad no combate ninguna forma de religiosidad. Que un estado laico es el mejor promotor de la paz y de la libertad ya que al declararse neutral y al no profesar ninguna religión ni identificación con alguna raza, etnia, partido o corporación, respeta, permite y garantiza la libre circulación, convivencia y práctica de todas las ideas, religiones, creencias y pertenencias. Que “laicos –según Otaola- no son las personas, sino las instituciones. Uno es laicista si es partidario de una sociedad organizada según principios de laicidad, pero en su fuero interno será agnóstico, ateo, cristiano o taoísta”.

Aunque con poco debate, si dejamos de lado los distractores, tenemos algo de tiempo para conectarnos con el presente y el futuro y para diseñar un proyecto – país que establezca un poder público al servicio de los ciudadanos en su condición de tales, de sus derechos como seres humanos, y no en función de los intereses de ninguna clase, etnia, partido o congregación.

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