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Cinco motivos para no marcar la casilla de la Iglesia ni la de fines sociales y seguir siendo solidario

Ninguna de las dos opciones de la declaración anual de la Renta ofrece un sistema real, voluntario y verdaderamente laico para la aportación a fines sociales de interés general. Te damos 5 razones para que no las marques sin dejar de contribuir a las causas solidarias.

La falacia del gasto

Si marcas cualquiera de las dos casillas no pagas más, simplemente el 0,7 de tu cuota íntegra (antes de deducciones) se destina a la Iglesia o a fines sociales o a los dos (1,4). Por lo tanto, si no señalas ninguna de las casillas tampoco pagas menos, simplemente el Estado se encarga de distribuir ese 0,7 por ciento directamente desde los Presupuestos Generales.

Según el manual de la renta para este año los que no señalan ninguna de las dos casillas destinan también su 0,7% a «fines generales» sin asignación concreta. La matización es que no se conoce la lista de proyectos, acciones u organizaciones beneficiarias. Ese 0,7 por ciento se puede destinar a carreteras, Sanidad o Educación. Si no marcas ninguna de las casillas participas también del funcionamiento y la construcción solidaria del Estado.

La iglesia, la gran beneficiada

Por este mismo motivo, si marcas la casilla de la Iglesia, ese 0,7% se arranca de la hucha común de todos los contribuyentes, no solo de los que ponen la cruz. No hay más dinero, se usa el que hay para todos. Y fueron 250 millones de euros en 2016.

Es decir, se produce un redistribución del gasto que podría ser de interés común y mejorar la inversión pública (Sanidad, Educación, carreteras) hacia la Iglesia, priorizando el interés de unos pocos sobre el general y restando financiación a otras necesidades prioritarias.

La financiación eclesiástica debería ser exclusiva de sus acólitos, aumentando la cuota en su IRPF y no restando de la hucha común de los presupuestos generales. Más en un Estado laico. Si el compromiso es realmente cristiano no habrá ninguna distinción de la partida actual porque todos los que apoyan a la iglesia pagarían gustosamente la cuota aumentada en su IRPF. ¿Verdad?

Pero el problema no es solo este, si marcas solo la casilla de ‘fines de interés social‘ para evitar la financiación de la Iglesia en un Estado laico, también participarás en la subvención de entidades religiosas adscritas a la lista de organizaciones beneficiadas por ese ‘interés social’. Concretamente 100 millones de los 280 recaudados para fines sociales irían a organizaciones afines a la Iglesia, según Europa Laica.

Organizaciones que hacen una labor solidaria pero siempre vestida de un proselitismo religioso y una cultura de la caridad vertical que no es del gusto de todos. El mismo derecho tiene el ciudadano a poder ayudarlas como a no querer hacerlo. Con el sistema distributivo actual el segundo caso es imposible.

¿De verdad es una opción no ser solidario?

La mera existencia de la casilla de fines sociales es ponzoñosa. El mensaje que se transmite a los contribuyentes es que existe una posibilidad para no participar en causas de interés social. Si no quieres ayudar, no marques la casilla. Bonita forma de promocionar la cultura de la fraternidad colectiva y que parece más bien una excusa para justificar (y dar otra opción) a la casilla de la Iglesia.

El epígrafe del manual de la renta de este año para la casilla de fines sociales dice textualmente: «…considerados de interés social los fines de atención a las personas con necesidades socio-sanitarias, educativas o de inserción laboral. La prevención de la delincuencia, protección del medio ambiente y la cooperación al desarrollo.«

Negarse a participar en alguno de esos puntos teniendo recursos para ello no debería ser una opción, sino un delito.

La cultura del mínimo esfuerzo: dona tu tiempo, no tu dinero

Las casillas solidarias son un atajo para limpiar muchas conciencias. La verdadera acción social se practica de manera pro activa, no delegando. El orgullo por sentirse Vicente Ferrer por cruzar solo dos rayas de cinco milímetros al año es ponzoñoso para la conciencia colectiva.

La labor solidaria debe ser personal y de implicación diaria, leyendo la actualidad, siguiendo a tus ONGs de cabecera, aportando según necesidades, participando y apadrinando personalmente acciones,… no delegando una responsabilidad inherente en el ser humano a otros. En definitiva, donando algo más preciado que un 0,7 de tus impuestos: tu tiempo.

No hay ONGs pequeñas que no recibirían nunca ayuda sin el sistema actual de renta, sino irresponsables con orejeras que no se ocupan de conocerlas e implicarse personalmente en su causa. Una ONG que se curra año tras año el patrocinio o la cuota ciudadana será mucho más activa y efectiva en la conciencia social colectiva que una que espera sentada la subvención del Estado.

Está muy bien que el Estado dedique una partida variable a los fines sociales de interés general, pero no debe ser una opción supeditada a la frágil conciencia colectiva que se espanta del compromiso común con la corrupción, la desgobernabilidad o las crisis estacionales; debería ser una acción obligatoria, una política de Estado fija en los Presupuestos Generales y decidida por un Parlamento representativo, independientemente de las mareas de opinión ciudadana.

El compromiso personal aporta más valor a largo plazo

De nada sirve dejar vacías las casillas solidarias sin este compromiso personal de intervención continua. De nada sirve criticar la labor caritativa de la Iglesia si no participas de la construcción de una solidaridad horizontal que rellene su hueco. De nada sirve vocear contra subvenciones desperdiciadas en ONGs exóticas si no trabajas personalmente por construir una causa que consideres realmente justa.

En la era de las redes sociales, donde miles de proyectos cívicos echan sus lazos, es muy fácil implicarse para modelar continuamente esta conciencia solidaria personal, sin la necesidad paternalista de tener que esperar a que haga algo Papá Estado. La labor del Estado debería ser de mero agente educador y de financiación pública para las causas más difíciles y minoritarias, aquellas que carecen del carisma y proyección mediática que estimule nuestro gesto humano.

La motivación de hacer tuyo un proyecto solidario en el que gastas 10€ vale más que mil financiados de manera automática por el Estado, genera un poso mayor para seguir siendo donante y, tampoco lo olvides, puedes desgravarte su importe.

Haced la prueba.

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