Como era de prever el traslado de la carrera oficial de la Semana Santa a la Mezquita-Catedral, ha supuesto para la ciudad un coste difícil de asumir.
La agresión que sufre el corazón de nuestro patrimonio histórico es muy grave. Los cordobeses que amamos nuestros monumentos y presumimos con orgullo de ellos, sentimos una punzada en el estómago cuando vemos, por ejemplo, los palcos que han colocado en el podio que rodea los muros de la Mezquita, una agresión sin precedentes que solo ha provocado una tibia reacción de la Comisión Provincial de Patrimonio
¿Cómo es posible que nuestras administraciones sean tan rigurosas con todo lo que afecta a la imagen de nuestros monumentos y no actúen con firmeza ante la agresión que ha sufrido el principal monumento de nuestro patrimonio?¿Cómo se puede interpretar que el proyecto de instalación de los palcos y las sillas, según se ha manifestado, no haya sido aprobado por el organismo encargado de este menester, y más en este espacio tan delicado de la ciudad? ¿Ha sido por descuido o permisividad?
Y me da miedo preguntar ¿Se van a autorizar estos desmanes en lo sucesivo? Porque si es la Iglesia la que manda, reclamo que haya elecciones libres para poder elegir al obispo y a la dirección de la Agrupación de Cofradías, dado que al parecer son los que deciden por donde van y en qué condiciones, sin importarles para nada deteriorar los valores que tenemos en la ciudad. Al menos que no sea una dictadura y podamos decidirnos por los que menos destruyan y mejor defiendan nuestro patrimonio.
Por si se les ha olvidado, conviene recordar que tanto la Mezquita-Catedral como el Casco Histórico, por dónde desfilan, están declarados Patrimonio de la Humanidad. Esto conlleva que se extreme el cuidado de su mantenimiento, y eso no compete exclusivamente a las administraciones públicas, que por supuesto no pueden hacer dejación de sus obligaciones, sino también a todos los ciudadanos que tenemos la suerte de ser y vivir en Córdoba.
Herminio Trigo Aguilar
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