La sociedad de Al-Ándalus era muy compleja. En ella se integraban los conquistadores de distinta etnia, la población hispano-visigoda, los judíos y los esclavos importados. Las divisiones sociales se establecieron por razones religiosas, pero también por diferencias étnicas y económicas.
Si atendemos al factor religioso, la sociedad se dividía entre musulmanes por un lado, y cristianos y judíos, por otro. En los primeros tiempos los musulmanes siguieron una política de tolerancia hacia las otras dos religiones. Los mozárabes serían los cristianos que mantenían su religión y seguían viviendo en territorio musulmán. Junto con los judíos eran considerados miembros de las “religiones con libro”. Su situación se basaba en una especie de pacto que les confería derechos, pero les imponía ciertas obligaciones. Los mozárabes pudieron seguir viviendo en sus comunidades, especialmente en el ámbito urbano, profesando su religión, aunque no podían realizar manifestaciones externas de culto, manteniendo sus iglesias, siendo más complicado que pudieran construir otras nuevas. Tenían su propio ordenamiento jurídico y administrativo, con autoridades y jueces para solucionar los conflictos internos aplicando el derecho visigodo y no el musulmán. Las obligaciones se basaban en la aceptación del nuevo poder y en el pago de tributos. La población mozárabe fue disminuyendo con el tiempo por varios motivos. Algunos terminaron por convertirse y pasaron a ser muladíes, y otra parte emigró a medida que los núcleos cristianos del norte se fueron consolidando y avanzando hacia el sur. La disminución de los mozárabes fue evidente con la llegada de almorávides y almohades por el desarrollo de políticas de intolerancia religiosa de estos pueblos del norte de África. Muchos fueron desterrados a Marruecos, unos fueron exterminados, mientras que otros emigraron al norte o se convirtieron.
Los judíos, por su parte, fueron relativamente numerosos en algunas ciudades como Córdoba, Toledo y Lucena. Vivían en barrios separados, en una situación casi semejante a la de los judíos en los reinos cristianos, aunque, en general fueron más apreciados en Al-Ándalus, con excepciones, como veremos.
El factor tribal y étnico de división social se aplicaría en el seno de la población musulmana, y debe ser tenido muy en cuenta para entender las complejas relaciones entre árabes y bereberes. En los primeros siglos de la historia de Al-Ándalus el poder, en sus distintas facetas, estuvo en manos de los clanes originarios de Arabia frente a los bereberes, musulmanes de origen norteafricano. Por otro lado, es destacable también la presencia de sirios y yemeníes, especialmente con la llegada del omeya Abd-al-Rahman, originario de Damasco.
Los mozárabes fueron protagonistas de muchas de las revueltas que se produjeron en Al-Ándalus, aunque también hay que destacar el descontento de los convertidos, los muladíes. Los judíos, por su parte, sufrieron, a pesar de la mayor tolerancia hacia ellos que en las sociedades cristianas, persecuciones. Y los bereberes, dentro de la propia sociedad musulmana también fueron protagonistas de revueltas, ya que estaban en una peor situación frente a la minoría dirigente árabe, especialmente en el reparto de las tierras y en el acceso al poder. Por eso, la conflictividad en Al-Ándalus mezcla aspectos religiosos, étnicos y sociales.
Los bereberes fueron los primeros que se rebelaron, muy poco tiempo después de la conquista musulmana de la península Ibérica. En el 741 lo hicieron por las malas tierras recibidas. Los bereberes recibieron tierras en las montañas frente a las de los valles, mucho más fértiles que pasaron a propiedad de los árabes. Los muladíes se levantaron en el siglo siguiente contra el emir Al-Hakam I en Córdoba por la presión fiscal que se ejercía sobre ellos. Fue el conocido como el motín del arrabal en el 814. Las autoridades árabes reprimieron la revuelta con especial dureza. Los mozárabes, por su parte, se rebelaron a mediados de dicho siglo en Córdoba, con una enorme carga religiosa.
Fuera de la capital cordobesa habría que destacar la disidencia de los Banu Quasi entre el 842 y el 844, y la rebelión de Umar Quasi ibn Hafsun, un descendiente de muladíes que se hizo fuerte en la Serranía de Ronda durante un largo período de tiempo, y que consiguió el apoyo de mozárabes y muladíes hasta que fue derrotado en el 928.
Por fin, los judíos no protagonizaron revueltas, sino que fueron víctimas de los momentos de mayor rigor fundamentalista. El pogromo más duro fue el que sufrieron en el año 1066.
Eduardo Montagut Contreras. Historiador