Ferrer i Guàrdia nació en Alella en el año 1854, en una familia de campesinos acomodados con masía propia. Fue un autodidacta en su formación. En 1873 emigró a Barcelona para entrar a trabajar como ferroviario. Allí comenzaron sus inquietudes: se hizo republicano, ingresó en la Masonería y llegó a ser secretario del político Ruiz Zorrilla. Tuvo que exiliarse en Francia donde vivió una muy larga temporada, unos quince años. Allí se ganó la vida enseñando castellano, montando negocios, sin dejar de conspirar contra la Restauración, e involucrándose en los acontecimientos franceses, como en el affaire Dreyfus. Su postura se alineó, lógicamente, con la izquierda. Además, colaboró en la difusión del internacionalismo, y comenzó a interesarse por las cuestiones educativas.
Regresó a Barcelona con dinero porque heredó de una discípula rica, lo que le permitió abrir en 1901 la Escuela Moderna, uno de los experimentos pedagógicos más interesantes de la Historia de la educación en España. Se trataba de una escuela con un ideario racionalista e igualitario, laica y ácrata, no coercitiva, donde se practicaba la coeducación y considerada por su fundador, como natural. En 1906 ya tenía 175 alumnos, lo que supuso un éxito evidente, dado que había comenzado con una treintena. Pero esta iniciativa pedagógica fue duramente criticada por los sectores más reaccionarios y religiosos de la ciudad, sufriendo varias clausuras hasta su desaparición en 1909. Aún así su ejemplo fue seguido en muchos ateneos libertarios y escuelas.
Fundó una editorial con el mismo nombre de “Escuela Moderna”, dedicada a publicar textos del anarquismo, el sindicalismo revolucionario, manuales escolares y divulgación científica. También dirigió las publicaciones “La Huelga General” y “Tierra y Libertad”.
Sus esfuerzos pedagógicos y de divulgación encontraron un amplio eco en Europa. En Bélgica y en Francia fundó en 1907 la Ligue Internationale pour l’education rationale de l’enfance. En Nueva York se publicaría 1913 el libro Orígenes e ideales de la Escuela Moderna. Es un libro póstumo y en inglés, y consiguió que su figura se reafirmase en el mundo como el anarquista español más famoso.
Ferrer i Guàrdia fue acusado por inducción al asesinato cuando un trabajador de su editorial, Mateo Morral, atentó contra los reyes el día de su boda en Madrid en 1906. Fue absuelto de los cargos en 1907, pero se le impuso una fuerte vigilancia y se cerró su Escuela. En 1909 se le volvió a detener en relación con los sucesos de la Semana Trágica. Fue ejecutado el 13 de octubre en Montjuich, después de pasar por un consejo de guerra sumarísimo. Dicho proceso provocó un escándalo internacional. De la importancia de estos hechos dan cuenta los personajes que se interesaron por salvarle la vida: H.G. Wells, A. Conan Doyle, G. Bernard Shaw o Kropotkin. Pero Antonio Maura quería que dicha condena fuera ejemplar. De todas las maneras, el escándalo terminó por derribarle del poder.
Posteriormente, en dos ocasiones se debatió en el Congreso de los Diputados la petición de revisión del proceso judicial, con el apoyo de los parlamentarios republicanos y de Pablo Iglesias, pero no se consiguió nada por la negativa de los dos partidos dinásticos y de la Lliga Regionalista. Al menos, en 1911 se revocó la parte de la sentencia relativa a la confiscación de bienes, al haber sido considerado responsable civil de los daños producidos en la Semana Trágica.
Eduardo Montagut. Historiador