( El día 19-1-18 participé en un coloquio organizado por Humanistes de València. Estas son algunas cosas que dije y otras que pensé y no dije por la espontaneidad del coloquio). (Por si sirve para algo mi opinión).
Yo me presento como persona creyente. Procedo de una familia católica rural castellana, y he sido educado en una religiosidad tradicional. He sido salesiano y soy cura, aunque atípico. He trabajado manualmente toda mi vida laboral, y estoy casado (ahora viudo) y tengo una hija. Como cura obrero, cura casado y cura comunitario creo que puedo decir que soy cura sin ser clero, incluso cura anticlerical. No soy un intelectual; ni siquiera tengo estudios universitarios.
He sido trabajador manual, pero sí he leído y reflexionado algo y debatido comunitariamente. . Formo parte de una pequeña comunidad cristiana de base, doméstica, y de una red de comunidades y grupos eclesiales de base que nos identificamos más por la referencia a Jesús de Nazaret que por pertenencia eclesial. Lo que diga aquí es opinión personal, pero muestra una postura creyente crítica, minoritaria, prácticamente marginal, de colectivos cristianos dentro de la Iglesia católica, pero no reconocidos ni aceptados por la institución.
Previo a mi opinión quiero hacer una matización sobre la ambigüedad del lenguaje. Las palabras a veces tienen distintos significados o matices, y eso se puede prestar a la confusión o a la clarificación. Por ejemplo la misma palabra “creencia” del programa. ¿Qué significa? Puede significar las propias convicciones expresadas como afirmaciones, y no solamente religiosas. Yo me confieso como creyente, y, aun sin conoceros, casi seguro que os reconocería como personas creyentes, no en Dios o en la religión, pero sí en causas como la dignidad humana, la libertad, o que otro mundo es posible. A veces alguna persona se presenta casi como excusándose. “es que yo no soy creyente”. ¿Cómo que no? No creerás en Dios pero sí en muchas causas dignas.
Si nos escuchamos sinceramente creo que podemos ver que tenemos mucho más en común que lo que nos diferencia. Y si nos escuchamos con respeto, podemos comprender que nuestras diferencias pueden ser diversidad que enriquece más que tropiezos que enfrentan. Desde esa diversidad, sin renunciar a ella, y desde el respeto mutuo, lo importante es que hagamos frente común en las causas comunes más importantes: por la persona, por la vida, por la dignidad, la libertad, la justicia, por la paz, por un mundo más justo…
Para mí “creyente” significa más fe que creencias. Las creencias son como el revestimiento de la fe. Pero la fe viene a ser un sentimiento muy simple, que se llama confianza. Fe es fiarse, confiar. Más que “creer que” (eso es opinión o convicciones), es “creer en”: creer en alguien, en la vida, en el amor, en el misterio que nos abarca, se llame como se llame. La fe es un don que uno recibe misteriosamente. Y a la vez es una opción: la de aceptar y cultivar ese don. Hay razones para creer y razones para no creer. Fe e increencia (o ateísmo) son razonables y respetables: no se pueden imponer ni prohibir. La fe es razonable, pero la duda también es razonable. La persona creyente es también “dudante”, no lo tiene todo claro, sigue buscando. También puede haber una fe simple y profunda con pocas creencias, y muchas creencias con poca fe.
Para mí, mi fe tendría alguno de estos aspectos:
1-creer en Jesús de Nazaret como referencia que orienta mi vida. Seguirle, seguir su camino, su ejemplo y su mensaje, un mensaje libertario y liberador. Si me digo cristiano es más en referencia a Jesús que a la Iglesia católica…
2.-Creer en Dios, en el Dios que Jesús me muestra, que es un Dios Amor, dicho metafóricamente como Padre-Madre, todo amor, todo misericordia, que quiere mi vida y mi felicidad y la de la humanidad.
3- Creer en la utopía que el evangelio llamaba “Reino de Dios” y que hoy decimos más secularmente “otro mundo posible”: una utopía de una humanidad libre y liberada, justa, fraternal y solidaria, en comunión con la Tierra y el cosmos, como casa común en que vivimos, que nos cuida y hemos de cuidar.
4.- Creer en lo humano como sagrado. Romper la dicotomía entre sagrado y profano. Lo sagrado no es lo religioso o lo ultramundano, lo sagrado es la vida, la dignidad, la humanidad… Creer en la vida. Creer en la humanidad desde la opción por los pobres, por los más vulnerables, por los de abajo.
5.- Creer es comprometerse. Creer en la utopía me lleva vivir coherentemente y a empujar la historia en esa dirección. Con humildad de hacer lo que buenamente pueda, pero en la confianza de que la humanidad camina hacia su plenitud: libertad, justicia, fraternidad.
Esta fe, cristiana, hoy día es más secular que religiosa. En una sociedad progresivamente secularizada, las personas creyentes de hoy en día creo que tenemos que aprender a vivir nuestra fe “como si Dios no existiera”, que decía Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano torturado en Auswitz, que vivía su fe como inmerso en el misterio de la ausencia de Dios pero profundamente confiado en su amor: “vivir con Dios y en Dios pero sin Dios”.
De las tres palabras del programa, “ateísmo, agnosticismo y creencia”, puede parecer que se adjudiquen los roles a las tres personas del coloquio, pero yo creo que no están tan definidos. Yo al menos me considero a la vez creyente, pero también ateo en cierto sentido y agnóstico por mi ignorancia de lo que hablamos. Y si antes hablaba de la ambigüedad del lenguaje, más aún hay que tener en cuenta que sobre Dios todo lenguaje humano es inadecuado. Se ha banalizado hablar de Dios hasta en la sopa (si Dios quiere…). Sería mejor callar. O al menos ser conscientes de que nuestro lenguaje sólo metafóricamente se acerca a lo que queremos expresar de él sin conocerlo (Dios Padre-Madre, misterio, amor…).
Reconozco que sé muy poco del ateísmo, del agnosticismo y el humanismo como movimientos. Pero de entrada me inspiran al menos respeto y cierta simpatía, no como mera curiosidad, sino como escucha para conocernos y comprendernos. Supongo que sobre religión y fe cristiana es fácil que se tengan prejuicios. No pretendo que los superéis, pero al menos que nos escuchemos e intentemos comprender otras posturas. Además la mía no es precisamente la ortodoxa ni oficial ni la más conocida. No vengo a defender la religión. Puedo dar razón de mi creencia, de mi fe. Pero lo más importante es que desde nuestra diversidad hagamos frente común por la humanidad.
Ateísmo. Creo que nuestro contexto cultural está muy marcado históricamente por una influencia religiosa que ha configurado el marco social durante siglos. Se llama “cristiandad” desde Constantino y Teodosio hasta hoy, y en España culminó con el nacionalcatolicismo, en que la Iglesia marcaba las pautas en lo social, lo moral, lo político… y en todo. La Iglesia ha sido y es una institución de poder, y así funciona. La Ilustración y la modernidad cuestionaron esa irracionalidad, pero no ha llegado a iluminar con la razón y la ciencia las oscuridades de la superstición y de la religión.
Hoy día ya no tiene sentido ese paradigma religioso de entender el mundo en dos “pisos”: uno aquí abajo, de lo natural, lo humano…, y otro allá arriba, de lo sobrenatural, lo religioso, lo divino y las fuerzas ocultas que controlan el mundo. Ya no tiene sentido una imagen de Dios allá arriba, en el cielo, ser supremo todopoderoso, que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo controla, y premia a los buenos y castiga a los malos. Ese “teísmo” ya no vale, ni para las personas ateas que no creen en ningún dios, ni para las personas creyentes que no creemos en esa imagen. La religión nos enseñaba que estamos hechos a imagen de Dios. Luego hemos visto que somos nosotros quienes hemos hecho a Dios a nuestra imagen y semejanza: poderoso (porque adoramos el poder), controlador, juez, policía, señor, patriarcal… De ese dios o esos dioses muchos somos ateos. Ateos gracias a Dios. Y podemos estar de acuerdo con muchos supuestos del ateísmo.
Humanismo. Soy cristiano. Para mí Jesús de Nazaret es una referencia fundamental. Pero no soy cristiano fundamentalista. Creo que Jesús fue un hombre de su tiempo, un judío marginal, un campesino galileo, no sólo crítico con su religión, sino subversivo con el orden establecido. Así murió, como blasfemo para su religión y como sedicioso para el poder político. Y como un fracasado para quienes esperaban de él un mesianismo triunfante.
Jesús no fundó ninguna religión, ni ninguna iglesia. Eso fue posterior a él aunque se usara su nombre. El cristianismo surgió como un movimiento alternativo y acabó convirtiéndose en religión del imperio, y de poder por encima de todo. Pero siempre ha habido en la historia del cristianismo movimientos renovadores que han buscado la originalidad del evangelio de Jesús. Se puede acusar al cristianismo y a la iglesia de lo peor, y con razón; pero también se puede reconocer que el cristianismo ha aportado un empuje a la humanización y al progreso en la historia.
La fe ha de ser racional. No vale la fe ciega, ni la fe del carbonero, la de la ignorancia y la superstición. Pero la fe atiende también a razones del corazón. El corazón tiene razones que el racionalismo no entiende. El amor es “razonable”, no es un absurdo; pero a la vez escapa a la razón, no es del todo comprensible, explicable ni demostrable.
Hoy vivimos un cambio de paradigma no sólo religioso, sino científico, cultural y planetario. Una nueva conciencia de la humanidad de que los esquemas de siempre ya no sirven. Se habla incluso de paradigma postreligional y postcristiano. Lo cierto es que las religiones no responden a los interrogantes que la humanidad se plantea. ¿Sobran por eso? Yo creo que no. ¿Desaparecerán? De momento, y por tiempo, tampoco. Pero hay un humanismo para el que la religión no puede ser un añadido o una capa de pintura. Jesús dejó bien claro que lo definitorio de lo verdaderamente humano no es la relación con Dios sino con los demás. Dicho a lo bruto con el viejo Atahualpa Yupanki: “hay cosas en este mundo más importantes que Dios; y es que nadie escupa sangre pa’ que otro viva mejor”.
Desde ahí pienso que hay un humanismo cristiano o un cristianismo humanista, cuando es lo humano lo fundamental y definitivo, lo sagrado, y donde se verifica la verdadera fe. “quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso”. No hay más ley religiosa que el amor, ni religión más verdadera y universal que el amor. Cristianos y cristianas de hoy estamos por una espiritualidad laica y humanista, y una “ética global” (Hasn Küng), más allá de la religión, pero a veces vivida desde nuestros parámetros religiosos, con todas sus ambigüedades y contradicciones.
La defendemos sin ningún dogmatismo, sino desde la humildad de la búsqueda sincera y la apertura al diálogo superando prejuicios. Por eso decía al principio que lo humano es lo común que nos une más allá de creencias y diferencias religiosas o ideológicas. A veces llamamos con distintos nombres lo que en el fondo es lo mismo. Pedro Casaldáliga lo expresa con este breve poema que llama “equívocos”:
“Donde tú dices ley, / yo digo Dios.
Donde tú dices paz, justicia, amor, / ¡yo digo Dios!
Donde tú dices Dios, / ¡yo digo libertad, / justicia, / amor!”
Sobre ateísmo.
Creo que no es tan simple como creer o no creer en Dios. En buena parte depende qué entendemos por dios, por la palabra misma; y qué imagen o imágenes nos hacemos de dios, si es que existe. Yo creo que más de fondo es la cuestión de qué concepto o imagen tenemos del ser humano y del mundo, qué cosmovisión y qué antropología. Tal vez conviene recordar un poco la evolución de la humanidad desde que como “homo sapiens” empezó a tener conciencia y a preguntarse por la vida y la muerte, y a interactuar con la naturaleza, a admirar el cielo estrellado o asustarse con los rayos y truenos… Todavía no había religión pero sí una cierta apertura a la trascendencia o una cierta religiosidad o espiritualidad. La más primitiva religiosidad parece que era de comunión con el mundo como el gran útero materno que nos acogía. Las primeras figuras religiosas eran femeninas. Miles de años más tarde es cuando esa religiosidad evolucionó a una religión, o religiones hacia un dios masculino, guerrero, dominador.., y del panteísmo al politeísmo y al monoteísmo. Me refiero sólo a nuestro contexto europeo y de oriente medio (judaísmo, cristianismo, islam). Otros contextos llevaron otros procesos: África (religiones animistas), Latinoamérica (la Pacha Mama), Asia, (Budismo, hinduismo…). Las distintas religiones pueden ser expresiones diversas de una apertura a la trascendencia como dimensión profundamente humana; pero ninguna se puede apropiar la verdad. Por eso hoy se habla de pluralismo religioso, que incluye la increencia, el agnosticismo o el ateísmo. Todo puede tener algo de verdad pero nadie la verdad entera. Machado: ¿tu verdad? Guárdatela y vamos juntos a buscarla.
La cosmovisión religiosa ha ido evolucionando de un teocentrismo, en que Dios era todo y todo giraba en torno a él; a un antropocentrismo, en que el ser humano es la referencia fundamental, (“liberado” de Dios). Y hoy día se habla de un cosmocentrismo para superar que el ser humano se crea el ombligo del mundo y reconocerse con humildad como un punto en el cosmos. Qué cosmovisión tengamos tiene consecuencias enormes: recordemos la Biblia, a Galileo, a Darwin…
Este repaso es para plantear que la religión no siempre ha sido como la conocemos, y de hecho está evolucionando en nuestras sociedades seculares a su desaparición o insignificancia. Y la vida sigue, y la humanidad sigue. Probablemente no desaparecerán las religiones ( o en milenios?). De hecho son inmensa mayoría, frente a minorías de ateos, agnósticos y otras creencias minoritarias; pero tiene cabida y sentido, aunque sean minoritarias, otras opciones como el ateísmo o el agnosticismo, humanismo, etc. Incluso la fe cristiana no tiene por qué estar necesariamente vinculada a la llamada “religión cristiana” ni a la Iglesia católica como eterna. Muchos cristianos creemos que Jesús no fundó una religión ni fundó una Iglesia. Eso vino después. Y si desapareciera la Iglesia y la religión podríamos seguir creyendo en la vida, en el amor y en Dios más allá de toda religión. Hoy se habla de un paradigma postreligional (en sentido de más allá de la religión, aunque la religión siga existiendo) e incluso postcristiano (en el sentido del cristianismo como religión o estructura). Podemos seguir siendo creyentes sin religión y sin iglesia.
Creo que los grupos cristianos críticos estamos llamados a ser minorías significativas, frente a mayorías insignificantes. Más allá de la religión y de Dios sí o no, creo que sí que cabe y es interesante y necesario plantear que la humanidad, el ser humano tiene una dimensión más allá de lo superficial y aparente. Y en esa profundidad podemos hablar de cierta apertura a la transcendencia, de cierta sed de infinito, de cierta tendencia a soñar, a la utopía…, que da sentido también a cierta “espiritualidad” no religiosa, laica, secular, humana…; incluso a cierta “mística” como la que han vivido personas no religiosas pero profundamente convencidas y comprometidas en causas utópicas. ( Che, Mandela, Múgica, Durruti, Sampedro, Saramago…). Sin esa mística no habrían sido capaces de dar su vida, de comprometerse a fondo perdido o de mantener la esperanza contra toda esperanza en causas justas pero fracasadas. Creo que así son muchas personas no religiosas pero militantes; no necesariamente grandes personalidades sino militantes de base casi desconocidas que encuentran sentido a sus vidas en darla por los demás (ONGs, misioneros, voluntarios…).
Laicidad. Redes Cristianas emitimos en 2009 un manifiesto por la laicidad que incluso algunas personas de organizaciones laicistas reconocieron que iba más allá de sus posturas laicistas. Denunciamos los Acuerdos con la Santa Sede no sólo como anticonstitucionales sino que son para nosotros antievangélicos y contraproducentes para la libertad religiosa. Como cristianos y cristianas denunciamos también todos los privilegios que la Iglesia Católica “goza· (fiscales, en educación, inmatriculaciones, etc), no sólo como vulneración de la igualdad radical de la laicidad, sino como un abuso de poder por parte de la Iglesia y una dejación vergonzante por parte del poder civil. Como creo que la Iglesia no va a renunciar voluntariamente a esos privilegios, creo que es hora de que el gobierno del Estado haga efectiva una especie de “desamortización” de los bienes apropiados indebidamente y de los que no cumplen la función social que deberían. Esto es un deseo, pero no parece viable, ni con este gobierno ni lo fue con el PSOE cuando estuvo. Pero ahí queda planteado. Y esto no entiendo que fuera odio o persecución a la Iglesia, sino que más bien sería hacerle un gran favor, liberándola de ataduras que la desvían de su misión de servicio. Entiendo que la laicidad es el marco de la igualdad universalizable, más allá de creencias y mucho más allá de privilegios de nadie.
Deme Orte
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