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La “mularquía” (régimen de los mulás) frente a una ola de protestas

Desde el 28 de diciembre la República Islámica de Irán está sacudida por una ola de protesta social inédita desde el movimiento de 2009 contra la reelección de Ahmadinejad.

Las manifestaciones actuales estallaron en Mashhad, segunda ciudad del país, antes de extenderse a numerosas ciudades y regiones iraníes. Desde el 28 de diciembre, las manifestaciones son diarias, se han extendido y afectan ya a más de una cuarentena de pequeñas, medianas y grandes ciudades.

Lo social en el corazón de las protestas

Contrariamente a la movilización de 2009 que se situaba primero en el terreno democrático, son claramente las cuestiones sociales las que están en el centro de la ola actual, y Teherán no es el epicentro de la protesta. Otra diferencia mayor es que la movilización actual se sitúa en exterioridad total respecto a los «debates» que oponen a las diferentes facciones del poder. Es claramente el conjunto del régimen el que está en el punto de mira de la protesta.

Estas manifestaciones expresan en primer lugar el hartazgo profundo frente a la degradación continua de las condiciones de vida, la carestía de la vida, la corrupción del régimen y de sus dignatarios, que se han enriquecido considerablemente. Frente a la máquina represiva de la mularquía [régimen de los mulás, ver Une mollahrchie constitutionnelle. NdT] y frente a los Guardianes de la Revolución, la movilización se ha radicalizado y afecta ya a las instituciones y los símbolos de la República Islámica.

Las consignas hostiles al Guía y al Presidente de la República son retomadas en masa y esto se produce en el conjunto de las ciudades en las que se moviliza la población.

La gente que se manifiesta no duda en atacar los retratos del Presidente de la República Rohani, del Guía Khamenei o de Khomeiny, los edificios públicos y los vehículos de las fuerzas de seguridad en cuanto le resulta posible.

Represión masiva

El poder ha comprendido rápidamente que esta movilización era particularmente peligrosa. Ciertamente, mediante su política de redistribución clientelista de la renta petrolera, la mularquía ha «comprado» siempre el apoyo de ciertos sectores de la población. Pero la inflación galopante, las penurias, el paro masivo, la miseria y la ausencia de esperanza golpean a las clases medias y populares, incluyendo una parte de la base social del régimen teocrático. La «geografía» de la movilización indica, por otra parte, un distanciamiento de esos sectores de las clases populares, lo que explica en particular las manifestaciones en las pequeñas ciudades de provincias.

El poder intenta apagar el incendio reprimiendo masivamente las manifestaciones y controlando los canales de comunicación, en particular las redes sociales que juegan un papel importante en la propagación de la protesta. Las fuerzas de seguridad, y en particular los Guardianes de la Revolución, multiplican las provocaciones y se infiltran entre la gente que se manifiesta a fin de facilitar la represión. Ya hay que lamentar varias decenas de muertes, y las detenciones se multiplican en Teherán y en provincias.

A la vez que acusa a los «enemigos exteriores del país» de ser responsables de la situación y se dice que la gente manifestante está manipulada, el poder pretende entender la legitimidad del debate planteado por la calle y promete «espacios de diálogo» para que se expresen las reivindicaciones populares. Rohani ha anunciado que «la crítica era un derecho de la población». Esto constituye claramente un signo de debilidad por parte del poder y nadie en Irán puede creer en tales promesas.

¡Solidaridad!

La juventud iraní, las mujeres, la gente trabajadora, están sometidas desde 1979 a un régimen teocrático reaccionario que reprime, tortura y elimina física y sistemáticamente a su oposición.

La protesta popular actual entra en resonancia con el combate de los y las militantes sindicales iraníes que luchan por el derecho a organizarse y por los derechos elementales de los y las trabajadoras. Sesenta y siete organizaciones sindicales y redes sindicales internacionales se movilizan en el marco de una campaña por la liberación de Reza Shahabi, dirigente del sindicato Vahed (Sindicato de los y las trabajadoras de la compañía de autobuses de Teherán y su extrarradio), cuya vida está en peligro. Es primordial que la izquierda radical e internacionalista se implique en el apoyo a la ola de protesta actual en Irán. Hay que ampliar la solidaridad para hacer retroceder a la mularquía y apoyar a quienes luchan en Irán por la satisfacción de las reivindicaciones sociales y democráticas y por el derrocamiento de la República Islámica.

Babak Kia

 Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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