Tengo la sensación agria de que el Día de los Derechos Humanos se ha convertido en poner fotos de lo que acontece en el mundo, pero veo, con decepción, que los mismos que comparten esas fotos no reivindican la Sanidad Universal en España que nos fue arrebatada en 2012, o políticas de exterior tanto comerciales como de cooperación para defender estos Derechos Humanos. ¿Este es el “postureo” en redes que tanto se lleva?
Siempre se ha cuestionado si es la lengua la que modifica el pensamiento o al contrario. La realidad es que nuestra lengua contiene nuestra esencia, aquello que se esconde en lo más recóndito de nuestro ser. Las palabras son capaces de desnudar nuestro pensamiento, pero también el sentimiento, las dudas, las certidumbres, las mentiras y las verdades… por eso quiero compartir una reflexión personal en estos días que son propicios para que se confundan dos términos tan distintos como son la solidaridad y la caridad.Las sociedades deben avanzar, pero a veces lo hacen en el sentido inverso. Hace ya tres años que escribí sobre este tema y hoy veo con estupor, que continúa siendo actualidad. Hemos retrocedido hacia la caridad que limpia las conciencias, mucho más en las fechas que se acercan:
La caridad se sostiene por la desigualdad mientras que la solidaridad supone un reconocimiento a relación entre iguales. Pero en una época en que las políticas de recortes están haciendo que nuestros derechos más básicos se encuentren prácticamente latentes, los programas públicos para paliar la pobreza, aun habiendo sido concebidos desde la solidaridad y la equidad, pueden llegar a confundirse -quizá intencionadamente- con la caridad sobre todo por aquellas personas faltas de ética y de compromiso.
Soy de Lanjarón (Granada) y presumo de mi pueblo allí donde voy. Por eso, me duele que representantes públicos que debían velar por el “buen uso” de estos fondos jugaran con algo tan primario, tan básico y tan fundamental como es la comida, repartiéndola desde la caridad, verticalmente, cual espada de Damocles. Así lo aseguró el propio Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que detectó irregularidades en la distribución que se efectúa desde el Banco de Alimentos de Lanjarón, gestionado entre el asesor del alcalde y el propio alcalde. No voy a entrar en valoraciones, pues los informes hablan por sí solos, y dice el refrán que “no hay más ciego que el que no quiere ver”, y “muchos no quisieron ver”.
Ahora, de nuevo, con la llegada de la Navidad comienzan las campañas de recogidas de alimentos, juguetes… comienzan las imágenes de la hipocresía… Y a mí, tanta hipocresía me ofende. Con una mano limpiamos conciencias participando en campañas en las que no creemos, y con otra votamos el apoyo a los recortes de un Gobierno que tantas desigualdades ha creado y sobre todo, dejamos gestionar ayuntamientos a través de la caridad, convirtiéndonos en sus cómplices. Me ofenden.
Las palabras, los conceptos sí hacen una sociedad, y a mí, me encontraréis en la Solidaridad, la Justicia y la Dignidad Social, pero nunca en la caridad, porque la caridad no iguala sino que fomenta los valores de diferencia, servidumbre y pleitesía que tanto parece que gustan un sector de la sociedad, y que consciente o inconscientemente nos llevan, cual marea, a toda una sociedad por este camino.
Raúl Ruiz Álvarez, portavoz del grupo municipal socialista del Ayuntamiento de Lanjarón, firma esta dura reflexión sobre la confusión entre solidaridad y caridad y la hipocresía que generan determinadas campañas.
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