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Barcelona 1997-2017: El doble de ateos y de divorciados

Barcelona siempre ha sido, o eso dicen las encuestas de servicios municipales, una ciudad más de izquierdas que de derechas. De hecho, con los años, la tendencia ha sido más progresista que conservadora. En 1997, un 41,8% de los ciudadanos se declaraban entre la extrema izquierda y el centro izquierda. Hoy son el 53,5%. En el otro extremo ideológico, el 11,6% decían ser de derechas por un 8% en el 2017. Quizás por la irrupción de la CUP, la encuesta de este 2017 recoge más adeptos a la extrema izquierda que en toda la serie histórica (desde 1989). Son un 2,5%. La extrema derecha seduce al 0,2%. Nunca ha pasado del 0,7%.

En cuanto al voto, la cosa está ahora mucho más repartida que hace 20 años. Cinco años después de los Juegos del 92, el PSC conseguía un 29,5% de los sufragios. Hoy está en el 5,8% (los socialistas tienen cuatro concejales de un total de 41). CiU lograba entonces un 18,1% de los votos, muy lejos de los 6,7% que reuniría en la actualidad. El PP pasa del 5,4% al 2% y Esquerra es el único que crece (del 3,5% al 8,8%). El resto del pastel se lo reparten los nuevos partidos. Barcelona en Comú, alimentada por la Iniciativa que en 1997 recogía el favor del 6,1% de los encuestados, escala hasta el 17% en el 2017. Ciutadans suma el 4% y la CUP, el 2,2%. En cuanto al sentimiento de pertenencia, ha caído el número de barceloneses que se sienten solo españoles -del 13,9% al 8%, siendo esta última la cifra más alta desde el 2009- y son más los que se sienten solo catalanes -del 12,3% al 16,8%-.

Crisis religiosa

Desde el punto de vista religioso, corren malos tiempos para la Iglesia. En 1997, el 23,6% de los entrevistados decían ser católicos practicantes. Puede que lo dijeran para quedar bien, pero lo cierto es que ese porcentaje ha bajado justo a la mitad, el 11,6%. Los católicos no practicantes también han descendido, del 56,2% al 35,8%. Los no creyentes son los que más abundan a día de hoy. Hace 20 años eran el 15,1%. Hoy son ya el 42,3%. Por si eso fuera poco disgusto para el clero, el porcentaje de divorciados ha pasado del 3,9% al 8%.

 Hay ciertas cosas que no han cambiado. Como la satisfacción de vivir en Barcelona, que en 1997 tenía una nota del 7,9 y hoy está solo una décima por debajo. Por mucho que la ciudad haya mutado, por mucho que el turismo aparezca como la principal preocupación, se sigue manteniendo algo de aquella suma de pequeños pueblos que, durante el siglo pasado, acabaron conformando la gran metrópolis que hoy cobija a 1,6 millones de personas. ¿Cómo se llega a esta conclusión? Preguntando, por ejemplo, sobre qué es lo que más le gusta a la gente de su barrio. Entonces, y ahora, se imponían la tranquilidad, la cordialidad de la gente, la familiaridad y el buen ambiente. Muy por encima de los equipamientos o el comercio. Es más, la respuesta espontánea de «parece un pueblo» ha pasado del 1,3% al 3,5%. Apuntala esta tesis el hecho de que el 67,9% en 1997 y el 69% en el 2017 sostengan que, en caso de poder cambiar de residencia, se quedarían en su propio barrio. Como en casa, en ninguna parte.

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