Parece que hace diez días, la cúpula episcopal estuvo a punto de decidir el despido de Federico, que Rajoy pidió sin éxito neutralidad eclesial en el proceso que está viviendo el PP y que el nuncio Monteiro de Castro, tachado de "masón" por la Cope, ha transmitido a Roma su indignación. Informaciones y comentarios de la más diversa procedencia coinciden en dar cuenta del hostigamiento a Mariano Rajoy desde la cadena radiofónica propiedad de la Conferencia Episcopal y suma y sigue.
Así las cosas doce obispos acaban de confesarse a propósito de su relación con el Gobierno y las cuestiones pendientes desde la Transición y concluyen que "no nos fiábamos los unos de los otros" en un libro de entrevistas que suscribe el jefe de prensa de todos ellos, Isidro Catela. Pero tiene aún mayor interés y aporta esclarecimientos más relevantes el volumen titulado Alto y claro publicado por la editorial Debate que recoge las conversaciones de José María Zavala con el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, quien acaba de ser elegido presidente por la Conferencia en la Asamblea Plenaria de marzo de 2008 frente al titular de la diócesis de Bilbao, Blázquez, que optaba a la reelección para un segundo trienio.
Algunos se han preguntado qué fue de la Iglesia de la Concordia, la que condujo por los senderos de la reconciliación el cardenal Vicente Enrique y Tarancón en las postrimerías del franquismo y los inicios de la Transición. Vuelve a comprobarse que de aquella Iglesia no queda ni rastro, que ahora la opción es la beligerancia política y mediática directa primero contra el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero y enseguida contra quienes como Mariano Rajoy se nieguen al seguidismo de meros falderos y reclamen la autonomía a que tienen derecho en cuestiones temporales, como suelen llamarse en la terminología vaticana los asuntos entregados a la libre disputa de la vida civil.
Asombra la insaciabilidad y la hipocresía de los obispos en cadena. Insaciabilidad porque el vicesecretario para asuntos económicos de la Conferencia Episcopal, profesor Fernando Giménez Barriocanal, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid, ha reconocido que bajo el Gobierno de Zapatero los obispos, para los que trabaja, han alcanzado sus últimos objetivos económicos en los que nada habían avanzado durante los ocho años anteriores del presidente Aznar. Logros que en absoluto han modificado su empeño en comparecer componiendo la falsa imagen de Iglesia perseguida.
Hipocresía porque se instalan en la queja permanente frente al trato que reciben de los medios de comunicación mientras utilizan aquellos de los que son propietarios para convertirlos en sembradores del odio, azuzar el enfrentamiento cainita y arremeter contra el prójimo, sin respeto al horario ni a las costumbres como dice la canción de Joan Manuel Serrat. Hipocresía porque una y otra vez señalan los deberes que han de cumplir los profesionales del periodismo y las empresas de medios de comunicación, sobre los que ponen pesadas cargas, y se consideran exentos de soportar las que a ellos atañen en primerísimo lugar.
Hipocresía porque son expertos en aplicar la ley del embudo, en mostrar puño de hierro y mandíbula de cristal, en ver la paja en el ojo ajeno sin atender a la viga en el propio por decirlo con palabras de Jesús en el evangelio. El secretario de la Conferencia, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, que acaba de ser elevado junto al sobrino de Rouco al orden episcopal, debería tener la decencia de distribuir ejemplares del compendio de la doctrina pontificia sobre los medios de comunicación que ha editado la Biblioteca de Autores Cristianos con el título Del Génesis @ internet para promover un análisis comparativo entre las prescripciones allí establecidas y lo que difunden las benditas antenas desde que amanecen con todos Losantos. Nada que objetar a cuanto pueda decir Federico pero sí a que lo diga desde la Cope.
Hipocresía porque piensan eximirse de toda responsabilidad aduciendo que nombraron un Consejo de Administración bajo la presidencia de un Alfonso Coronel de Palma, quien en su día fue sancionado por el Banco de España con la exclusión de formar parte de las instituciones financieras por la anomalía de su gestión como banquero, como si las reclamaciones sólo pudieran presentarse al maestro armero. Nuestro Rouco todavía respira rencor activo contra La Ilustración, en línea con aquella alocución del 20 de mayo de 1939 en la que su general en jefe convocaba al ejército vencedor a "desterrar hasta los últimos vestigios del fatal espíritu de la Enciclopedia". Atentos.