El concepto de tolerancia enmascara una igualdad, entre los seres humanos, ficticia: la igualdad espiritual, pero resulta que, bajo ese fantasma, subyace, primero, la desigualdad económica, la existencia de clases sociales y la lucha de clases y, en segundo lugar, la dictadura moral de las religiones que, en nombre de la tolerancia y de la libertad religiosa, imponen su voluntad a sus súbditos, fieles o creyentes a quienes niegan el derecho a ser libres. Entendiendo que la libertad es el ejercicio de los derechos individuales, proclamados en las constituciones, y no la sumisión al deber. De quién? Y en beneficio de quién?
Se exige tolerancia, en nombre de la libertad religiosa, y la exigen los poderes espirituales de todas las religiones, para, en su nombre, imponerles una dictadura moral, que no está contenida en ninguna declaración de derechos, porque las niegan. Qué gran paradoja.
Invocando su nombre, como si fuéramos más civilizados, se exige una actitud y posición de silencio cómplice, al pensamiento crítico, se impone el respeto a la ortodoxia y al dogma y se obstruye el ejercicio de la discusión crítica. Se impone, en su nombre, una censura moral a todo pensamiento crítico. Cuando, frente a la ortodoxia, la heterodoxia es pensamiento crítico. Una expresión de independencia, como diría Spinoza.
Toda nuestra cultura está tradicionalmente pensada, desde los orígenes de las religiones, para socializar a los individuos en un mismo sistema de valores totalitarios, en lugar de potenciar la independencia individual, individualizando y secularizando al individuo tanto en el ejercicio de sus derechos como en el aprendizaje de un pensamiento crítico, heterodoxo. Este se procura que no exista, sustituido por la sumisión y obediencia al dogma: el Poder espiritual, aliado al Poder económico y político.
Hoy día, en nombre de la tolerancia, las ideologías progresistas en occidente están perdiendo terreno y abriendo el camino de retorno a un mundo medieval: sin derechos, pero con móvil. Qué paradoja. Los enemigos de las libertades anidan dentro de nuestras fronteras, son tradicionales, pero nuevos enemigos, a cara descubierta, están tomando posiciones, desde la periferia avanzando hasta el centro de nuestras ciudades.
El totalitarismo religioso y clerical fue derrotado en Europa en varios procesos: durante el Renacimiento hasta las paces de Westfalia, durante la Ilustración y las revoluciones liberales y con la proclamación de los derechos individuales. Esta experiencia, ni la de la revolución industrial, científica y política, la ha tenido el mundo islámico. El triunfo y dominio del Poder musulmán sobre sus creyentes es absoluto.
Un musulmán no se identifica como ciudadano de ningún país, excepto en Estados Unidos, porque solo se siente miembro espiritual de una comunidad: la musulmana. Se sienten musulmanes no italianos, franceses, alemanes…Ni en su lenguaje ni en su mentalidad existen ni el concepto de clases sociales antagónicas ni el de lucha de clases. Ni el liberalismo, ni el socialismo ni el comunismo y anarquismo han sido capaces de penetrar en las mentes musulmanas.
Y cuando vienen a Europa transitan de una teocracia a una democracia con derechos individuales y a pesar de que éstos los hacen gratuitamente libres, siguen pensando y actuando teocráticamente, como mecanismo de pertenencia a una comunidad teocrática frente a una comunidad nacional de ciudadanos libres. Estos son lo Otro. Por tomar un término sartriano. Y lo perciben como su enemigo. Y las calles europeas como un campo de batalla. Es cuestión de tiempo.
Hitler conquistó el poder, con el apoyo del partido católico, Zentrum, por la vía legal que son las elecciones, pero fundamentó su legitimidad en el proceso electoral y no en la proclamación de derechos, que es la única garantía que tenemos para limitar el poder de cualquier ganador electoral y conservar las libertades. Él dejó en suspenso la constitución anulando la proclamación de derechos. La única que obstruía la posibilidad de instaurar una dictadura.
Hoy Erdogan, en Turquía, está haciendo exactamente lo mismo. Gradualmente. Hasta transformar la constitución democrática en una constitución teocrática. Y Erdogan manifiesta claras ambiciones de ser el líder político-religioso de la amplia comunidad musulmana distribuida por toda la Europa democrática.
El problema que tienen las democracias es que los ciudadanos musulmanes que, además de pertenecer a clases trabajadoras, analfabetos en origen por conveniencia del Poder musulmán, y ser, sencillamente pobres, marginados y desocupados o con trabajos que los condenan a ser una especie de lumpemproletariado, esto como tendencia general, es que esta clase social que debería tener conciencia de clase e identificarse con el proletariado y los partidos de izquierda, instrumentalizados por el poder religioso, siguen pensando en términos de pertenencia a la comunidad musulmana en lugar de pensar en términos de ciudadanos libres.
Lo voy a decir de otra manera más terrible. La soberanía, para ellos, no reside en el pueblo español, francés, inglés…reside en el poder religioso musulmán. De manera que ellos deben obediencia a poderes político/religiosos extranjeros. Cuya residencia puede estar en Marruecos, Arabia Saudí, Irán…, en Europa siguen estando con sentimiento de pertenecer a otra potencia soberana. A la que obedecen.
Y son estos poderes, más que nadie, quienes reivindican tolerancia y libertad religiosa, ninguna otra libertad, para establecer espacios musulmanes, libres del ejercicio de los derechos individuales, bajo la soberanía religiosa. La alternativa en defensa de la libertad no está en la tolerancia colaboracionista con el totalitarismo moral impuesto por los musulmanes, sino en el ejercicio del pensamiento crítico y la exigencia del ejercicio de los derechos individuales. Tal vez ya hayamos perdido la batalla. Sin tan si quiera darla.
El pensamiento débil para defender las libertades ya parece haberse rendido. Existen dos alternativas, o la progresista e ilustrada que difunda el ejercicio de las libertades penetrando ese muro de las comunidades musulmanas, o la otra alternativa será aún peor que la enfermedad, el crecimiento de la xenofobia y de los partidos de extrema derecha. Esta tendencia se irá consolidando a lo largo de los años.
Es cuestión de tiempo. Para combatir la xenofobia es necesario combatir la intolerancia teocrática musulmana, mediante la defensa y difusión de los derechos humanos. O esta vía o el caos. Tiempo al tiempo. Ellos se multiplican demográficamente. Nosotros no. El caso es que la islamización de Europa beneficia al neoliberalismo económico, el Gran Kapitalismo, porque el Islam le asegura la dominación de los trabajadores, la pérdida de todos sus derechos y su empobrecimiento. Y Erdogan manifiesta claras ambiciones de ser el líder político-religioso de la amplia comunidad musulmana distribuida por toda la Europa democrática. ¿Reminiscencias del Imperio Otomano, en venganza por que se lo repartieron entre franceses e ingleses? Paradojas?