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Laicismo y gestación subrogada

Antonio y Agustín son una pareja gay y periodistas ambos. Querían tener un hijo, pero las dificultades para adoptar siendo homosexuales eran muchas (1). Conocieron a Nikki Kuska, de Chicago (EEUU). Nikki tenía cuatro hijos ya, y una situación económica mejor que la de los dos periodistas. Se pusieron en contacto a través de una agencia de maternidad subrogada y ella se quedó embarazada del que ahora mismo es su hijo Raúl. Todo el proceso les costó 130.000 euros. (2).

Leire es profesora de español e Ygor es periodista, y están casados. Ella tiene linfangioleiomiomatosis, una enfermedad rara que hace que el embarazo sea de alto riesgo. Ante las dificultades para adoptar, también se plantearon la maternidad subrogada. Se pusieron en contacto con Samantha Aschliman. Sam es profesora de Primaria y también está casada. Tiene dos hijos. Después de conocer a Ygor y Leire decidió llevar a cabo el embarazo que Leire no podía. Antes había rechazado otra oferta de una mujer que se lo había pedido porque no quería perder la figura al quedarse embarazada. Finalmente tuvo gemelos, Miren y Ohian, que son los hijos de Ygor y Leire. Compensaron a Sam con 25.000 euros (más los gastos en viajes a EEUU: unos 75.000 en total les supuso). (3) y (4).

Antonio y Agustín, e Ygor y Leire, tuvieron que acudir a EEUU para hacer lo que la legislación española no les permite: que una mujer geste al hijo que ellos querían tener y no podían. Como estas parejas, unas 1.400 hicieron lo mismo en 2013 (nota 4). EEUU es uno de los destinos preferidos para hacerlo, concretamente California (5). Allí, la mujer que se presta a la gestación subrogada debe cumplir una serie de condiciones: que sea “emocionalmente estable, con una buena posición económica y que no sea primeriza” (nota 2); y más concretamente: tener menos de 38 años; haber sido madre; no querer serlo más, y no tener problemas económicos (nota 4).

Aunque en España la gestación subrogada no es legal, el tema se ha planteado recientemente a raíz de que los partidos políticos españoles han empezado a planteársela, con serias divergencias entre ellos y dentro de ellos mismos. Diversos agentes sociales también se han posicionado al respecto, tanto a favor como en contra. A favor, las asociaciones, agencias pro gestación subrogada y parte del movimiento LGTB. En contra, los sectores más conservadores, la iglesia católica y el feminismo comunitarista, que la califican de “vientres de alquiler”. (6)

¿Tiene algo que decir al respecto el laicismo?

El laicismo se basa en la libertad de conciencia y entiende este derecho humano y fundamental como un derecho única y exclusivamente individual. Un derecho que entronca con la raíz de todo derecho humano: la dignidad y autonomía de los individuos. Siguiendo el análisis que Gonzalo Puente Ojea hace al respecto (Puente Ojea, 2011), la dignidad humana tiene su fundamento en la autonomía individual. Cada individuo es capaz de autodeterminarse moralmente utilizando para eso su capacidad de razonar por sí mismo y darse sus propias normas morales (autonomía moral). Las concepciones morales a las que llegue cada cual por sí mismo pueden ser distintas unas de otras y diferentes también de las que puedan establecerse desde otras instancias (comunidades, grupos, iglesias, religiones o el propio Estado). Pero todas y cada una de esas conciencias individuales son igualmente dignas por ser el resultado de la autonomía de cada individuo, es decir, el resultado de su libertad de conciencia. Aquí la clave está en que la dignidad de la conciencia no se mide en función de su adecuación a un canon o norma moral ya establecida externamente al individuo (por el Estado, una comunidad o una religión) sino por la autonomía del individuo para darse sus propias normas libremente.

Para Puente Ojea, esta concepción de la libertad de conciencia como conciencia libre es lo que coloca al laicismo en las antípodas del clericalismo. Para las religiones, especialmente para la católica, la dignidad humana no se basa en la autonomía moral sino en la adecuación de la conciencia a la revelación divina. Dios ya ha establecido la verdad moral, y la conciencia digna es la “recta conciencia”, esto es, no la conciencia que se da sus propias normas sino la que reconoce y acepta esa verdad revelada y externa a la propia conciencia.

Lo dicho para las religiones y el catolicismo vale para cualquier comunitarismo. Son aquellas concepciones morales que, en vez de tomar a cada individuo como sujeto moral, señalan a una comunidad, esto es, un grupo determinado por alguna característica (religiosa, étnica, nacional, histórica, sexual, etc.) y establecen una serie de principios, valores y normas morales que constituyen la esencia de esa comunidad. Para el comunitarismo, la dignidad individual consiste en la adecuación de la conciencia de cada miembro de la comunidad con esos principios, valores y normas de la comunidad. Para el comunitarismo, pensar de forma autónoma y distinta a la comunidad es el peor pecado o trasgresión. De ahí que comunitarismo y laicismo sean incompatibles: el laicismo pone su punto de mira en el individuo y no en la comunidad, y además defiende el derecho del individuo a traicionar a la comunidad, es decir, a pensar por sí mismo incluso en contra de su comunidad si así lo decide.

Se dan por tanto dos planos distintos: plano uno, el de la libertad de conciencia, y plano dos el de los resultados del ejercicio de esa libertad de conciencia. Dos personas en el plano uno utilizando su libertad de conciencia pueden dar lugar a dos resultados distintos igualmente dignos cada uno en tanto que productos de la misma libertad de conciencia. Por ejemplo, uno puede llegar a la conclusión de que el aborto es moral y otro que es inmoral, uno que la eutanasia es moral y otro que es inmoral, etc. Al laicismo le compete el primer plano: la defensa a que cada persona pueda pensar por sí misma y tomar sus propias decisiones libremente, que podrán coincidir o no con lo que desde otras instancias externas a la conciencia se establezca (ya sean religiones, comunidades, ideologías, etc.). El laicismo no se ocupa del segundo plano porque no le compete: no se posiciona ni a favor ni en contra del aborto, la eutanasia u otros dilemas morales, sino que se mantiene en el primer plano de la libertad de conciencia para que cada cual tome sus propias decisiones al respecto.

Para el conservadurismo, la iglesia católica y el feminismo comunitarista lo anterior es inasumible. Para todos ellos, hay ciertos dilemas morales que no son tales porque para ellos ya hay una respuesta canónica o correcta, una recta opinión u ortodoxia que ya establece lo que es moral o inmoral. El individuo no puede pensar por sí mismo esas cuestiones sino que debe aceptar lo que la comunidad correspondiente (a través de sus intérpretes cualificados) ya ha decidido de antemano. Y si no lo acepta, su conciencia no es digna sino desviada, pecaminosa, alienada o ideologizada. La verdad comunitarista está en la tradición, en la revelación divina o en el ideario feminista, debidamente interpretado por la costumbre, el clero o los expertos en estudios de género y teoría feminista.

En el caso de la gestación subrogada, no le compete al laicismo decidir en el segundo plano si es moral o inmoral, sino defender la libertad de conciencia en el primer plano para que sea cada persona quien decida por sí misma. Si Antonio y Agustín por un lado y Nikki por otro estaban de acuerdo entre ellos en que Nikki gestara al hijo de Antonio y Agustín, si no medió violencia ni hubo daño alguno para nadie, y el resultado es que todos acaban nueve meses después más felices que nueve meses antes, ¿hay alguna razón en términos de conciencia para que el laicismo condene lo que estas personas han hecho o intente impedírselo o dificultárselo? Si Leyre, Ygor y Samantha tomaron sus propias decisiones libremente y sin coacción, sin dañar a nadie, y fueron libres y felices antes, durante y después del embarazo de Samantha, ¿hay alguna objeción en términos de libertad de conciencia que pueda hacerse desde el laicismo?

A mi modo de ver, ninguna. Como no la hay al hecho que de Samantha rechazara otra proposición anterior a la de Leyre e Ygor por parte de otra mujer cuyo motivo para que Samantha se quedara embarazada de ella era no perder su figura. Samantha fue libre: decidió que no en un caso y que sí en otro. Tomó sus propias decisiones por sí misma, decidió sobre su propio cuerpo ella sola, y sus dos decisiones son igualmente dignas, tanto el sí a Leyre e Ygor como el no a la otra mujer. Desde el punto de vista del conservadurismo, el catolicismo o el feminismo comunitarista lo que Samantha hizo con Ygor y Leyre estuvo mal: no se comportó como una verdadera madre, como Dios manda ni como una mujer auténtica porque cosificó y mercantilizó su cuerpo. Desde el punto de vista laico, Samantha simplemente fue libre y después de oír a conservadores, curas y feministas hizo lo que le digo la gana y en conciencia. Y por eso es libre y es una mujer digna.

Los comunitarismos se mueven en un plano distinto del laicismo, en el segundo plano. El problema es que niegan el primero porque para ellos no hay libertad de conciencia. Para el conservadurismo, el papel tradicional de madre es incompatible con la maternidad subrogada. Para la iglesia católica la ley divina también lo prohíbe. Y para el feminismo comunitarista su concepción de la dignidad de la mujer proscribe cualquier práctica que interprete como mercantilización o cosificación del cuerpo femenino incluso en el caso de que la propia mujer se preste voluntariamente a ello. En los tres comunitarismos subyace una moral sexual que se opone, por lo tanto, a prácticas tales como la pornografía, la prostitución o la gestación subrogada. Interpretan que una mujer tradicional, devota o emancipada (cada uno en sus propios términos) no debe prestarse a nada de eso, y no admiten que sea la propia mujer la que decida por sí misma si sí o si no. O dice que no, o no está en sus cabales. Nikki o Samantha, para ellos, no son mujeres libres y autónomas que toman decisiones dignas por sí mismas. Son locas, pecadoras o alienadas por el modernismo, el diablo o el patriarcado que no alcanzan a contemplar la verdad tradicional, divina o feminista.

Frente a estos comunitarismos, el laicismo y otros tipos de feminismo ilustrado coinciden en la libertad individual de hombres y mujeres a la hora de decidir con autonomía en las cuestiones de conciencia, defendiendo el derecho de cada persona a pensar y tomar sus propias decisiones. Asumen el “Sapere aude” kantiano con el que el pensador de Könisberg respondía a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?: ser mayor de edad para tomar las propias decisiones sin tutelas.

Dicho lo anterior, otra cosa distinta sería la plasmación legal y jurídica, asunto complejo y para lo que hay muchos modelos de concreción. No es cuestión aquí de entrar en este tema porque nuestro objetivo no era ese sino la cuestión de los principios laicistas aplicados a la gestación subrogada. No obstante, no puede perderse de vista que el camino hacia el infierno está hecho de buenas intenciones. El derecho a la interrupción voluntaria del embarazo no se pensó para que los proxenetas obligaran a sus esclavas sexuales a abortar si se quedaban embarazadas. Pero este riesgo no puede resolverse prohibiendo el derecho de las mujeres a abortar si nadie las obliga. De la misma forma, la pornografía, la prostitución o la gestación subrogada, libre y voluntariamente practicadas por quienes no tienen problemas de conciencia en hacerlo, tienen su lado oscuro, cruel y denigrante en forma de mujeres que son obligadas, forzadas y esclavizadas en vídeos porno, burdeles y “granjas humanas”. Frente a estas aberraciones hay poco que debatir: es condenable y perseguible. La cuestión es cómo hacer que parejas como Antonio y Agustín, como Ygor y Leyre, y otras miles en España, puedan cooperar con mujeres como Nikki o Samantha sin tener que ir a EEUU ni hacerlo clandestinamente, al tiempo que perseguimos y condenamos a quienes oprimen, explotan y esclavizan a otras personas. En eso estamos.

Notas

(1) http://segundoenfoque.com/legislacion-en-estados-unidos-apoya-adopcion-en-parejas-homosexuales-29-328970/

(2) http://elpais.com/elpais/2017/02/17/videos/1487337564_737609.html

(3) http://www.interviu.es/reportajes/articulos/maternidad-subrogada-hablan-las-gestantes

(4) http://politica.elpais.com/politica/2015/01/24/actualidad/1422116335_391939.html

(5) http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/23/actualidad/1487854048_748059.html

(6) http://politica.elpais.com/politica/2017/02/17/actualidad/1487334746_534707.html

Bibliografía

Puente Ojea, Gonzalo (2011). La cruz y la corona: Las dos hipotecas de la historia de España. Txalaparta.


Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria. 

 

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