El día de ayer puede tener un peso histórico: pueden ser las primeras elecciones en las que la influencia divina no se deje sentir. Al comenzar la campaña, Dios hizo saber a los candidatos demócrata y republicano que le dejaran en paz, pues el presidente George Bush había abusado de su buena fe, atribuyéndole la idea de la guerra de Irak. Los aspirantes Obama y McCain reconocieron el abuso de confianza, pero no han rectificado su conducta, y Dios, enojado, ha anunciado que los candidatos del 2012 ya se las apañarán.
Cuento lo que figura en las hemerotecas sobre la explotación del nombre de Dios por los intereses terrenales de Bush. Pero no solamente influyó en la declaración de la guerra, sino que lo mezcló en una inversión de 30.000 millones, con los que se construiría un gasoducto, que, decía, "era voluntad de Dios".
El transcriptor se pregunta: si tan generoso era con los petroleros, ¿por qué no ha frenado la crisis que devora los ahorros de gente humilde de todo el planeta? Así se explica que se desentienda de ayudas partidistas. "Y, entonces, me dijo Dios…". Nunca más pronunciará estas palabras.
Si su antecesor contaba con el protagonismo divino, su seguidor no renunciaría a una ayuda que, en un país de creyentes, tendría una importancia capital. Y con mucha más intensidad, según los observadores, en el caso del candidato McCain, quien tenía compañera de tándem, Sara Palin, que narra repetidos encuentros con Dios, en un intento, seguramente, de captar el voto femenino. El demócrata es más moderado y no se atribuye encuentros directos con Dios. Todos estos abusos han puesto al ser supremo hasta la coronilla. Hasta la corona mayor, que por algo es el que más manda en el reino de los cielos.
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