Cuando leemos algún artículo o noticia que habla del creacionismo, es decir, la doctrina religiosa que sostiene que tanto el Universo, como la Tierra y los seres vivos que en ella habitamos debemos nuestra existencia a un acto divino 1, pensamos en grupos de fundamentalistas cristianos radicados en Norteamérica que difunden sus ideas, panfletos y libros únicamente dentro de sus fronteras (al menos de forma perceptible). Sin ir más lejos, en estas páginas hemos publicado recientemente dos anotaciones, una acerca de la importancia de enseñar la evolución humana (que aborda fundamentalmente la situación en las escuelas norteamericanas); y otra relativa al problema que supone la pseudociencia y cómo día a día –y poco a poco– ésta va ganando terreno al pensamiento crítico y la ciencia.
Si bien podemos situar el origen del creacionismo como movimiento organizado en EE.UU. alrededor de la década de los años veinte del siglo pasado (aunque ya en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX había quienes sostenían estos planteamientos de una u otra forma), en las últimas décadas se ha convertido en una tendencia global, y estas ideas se han introducido con fuerza tanto en Europa como en otros continentes.
El vuelco en la situación previa de «confinamiento» se produjo a mediados de los años noventa del siglo pasado. En esa época asistimos a un cambio de liderazgo en el movimiento creacionista estadounidense con el ascenso de la figura de Kenneth A. Ham, de Answers in Genesis (Respuestas en el Génesis –AiG por sus siglas en inglés–), radicado en el Estado de Kentucky 2. En menos de una década, Ham y los miembros de su grupo habían conseguido crear una red de filiales internacionales a través de las cuales distribuían sus libros y panfletos en decenas de idiomas (desde el afrikáans, el rumano o el ruso, pasando por el coreano, el castellano, el francés y un largo etcétera). También lograron algo que quizás sea más sorprendente y es que el creacionismo –y el diseño inteligente– se expandiera desde el protestantismo al resto de religiones monoteístas: catolicismo, judaísmo e islamismo.
El panorama europeo
Las distintas encuestas realizadas en Europa muestran que estamos entre los niveles más altos en la aceptación de la teoría de la evolución (junto a China y Japón). Sin embargo, los creacionistas no han permanecido ociosos y se esfuerzan por incrementar «sus cifras», que no son nada halagüeñas para los defensores del pensamiento racional: uno de cada cinco europeos rechaza la evolución humana 3; y en Turquía, más del 50% de la población rechaza la evolución 4. De hecho, el caso más llamativo quizás tenga que ver con el incremento generalizado del creacionismo a medida que avanzamos hacia el Este, hacia los países que conformaron el bloque comunista –algo paradójico si recordamos que esos países eran oficialmente ateos.
A pesar de que durante años los creacionistas han aumentado su presencia en Europa, y que de forma paralela han incrementado gradualmente su influencia en las escuelas y las comunidades locales, hemos de reseñar que durante mucho tiempo se mantuvieron «bajo el radar», manteniendo en sus actividades un perfil bajo.
Sin embargo, la situación cambió de forma brusca en 2007 cuando el creacionismo se convirtió en un tema de debate público y político. Ese año, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa adoptó el texto de la resolución 1580 sobre «Los peligros del creacionismo en la educación» 5. Esta resolución trataba de lanzar una advertencia contra el incremento de la presencia del movimiento creacionista en la sociedad, y la potencial amenaza que suponía para el sistema educativo, llegando a calificar la enseñanza de su doctrina como «una amenaza a los derechos humanos». El Consejo advirtió del «riesgo real de que se introduzca una confusión grave en las mentes de nuestros hijos entre lo que tiene que ver con las convicciones, creencias e ideales de todo tipo, y lo que tiene que ver con la ciencia». El objetivo de esta resolución era claro: impedir que se presentasen las teorías creacionistas como una disciplina científica ya que se basaban en «afirmaciones puramente dogmáticas» y en la «utilización deformada de citas científicas».
Al mismo tiempo, el texto expresaba su preocupación por la influencia negativa del creacionismo en el progreso de la investigación médica en la lucha contra infecciones como el sida, así como en materias como la biodiversidad y el cambio climático.
En definitiva, la resolución pedía a los Estados de esta organización paneuropea que defendieran la promoción del conocimiento científico, que lo hicieran «más comprensivo y atractivo», y que se opusieran a la enseñanza del creacionismo en las escuelas como disciplina científica.
La resolución fue aprobada por 48 votos a favor, 25 en contra y 3 abstenciones.
Las críticas no se hicieron esperar. Vsevolod Chaplin, jefe adjunto del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores de la Iglesia ortodoxa rusa criticó el texto afirmando que «esos pocos fósiles que han presentado los antropólogos como ejemplos de formas de transición entre simios y humanos podrían explicarse como mutaciones al azar. Nosotros no decimos que hemos encontrado una nueva especie cuando encontramos un pez con dos cabezas».
Críticas de este tipo eran más que previsibles y poco relevantes, pero lo verdaderamente importante era que la resolución adoptada por el Consejo no tenía mayor fuerza que la de ser una mera recomendación.
El Consejo de Europa «es una organización internacional de ámbito regional destinada a promover, mediante la cooperación de los estados de Europa, la configuración de un espacio político y jurídico común en el continente, sustentado sobre los valores de la democracia, los derechos humanos y el Imperio de la ley». Lo que traducido al lenguaje común significa que el poder tanto del Consejo como de la Asamblea –compuestos por políticos– se extiende únicamente a la posibilidad de investigar, hacer recomendaciones y aconsejar.
De ahí que en la práctica no todos los centros educativos europeos sigan las recomendaciones del Consejo. Y aunque el creacionismo y el diseño inteligente no forman parte oficial del currículo básico de enseñanza en los estados miembros, varios políticos europeos, entre ellos ministros de educación, han apoyado la introducción de estas ideas sin base científica en las clases de biología. Otras veces son los propios profesores quienes las introducen en sus clases. Si a esto añadimos que muchos países mantienen la educación religiosa como una opción en las escuelas públicas, éstas y los centros puramente religiosos sí pueden incorporar el creacionismo y el diseño inteligente entre las enseñanzas que reciben sus alumnos 6.
A pesar de todo, cuando el creacionismo ha encontrado la forma de introducirse en el sistema educativo, los científicos europeos no se han limitado a rechazarlo en los medios de comunicación, sino que se han organizado y buscado apoyos para emprender acciones en contra. Por ejemplo, en 2004, Ljiljana Colic, ministra serbia de educación, ordenó la retirada de la teoría de la evolución del programa educativo con el argumento de que esa teoría debía tomar al hombre como una creación divina. Esta postura recibió críticas casi de inmediato y la Academia Serbia de Ciencias impulsó una campaña contra dicha posibilidad, apoyada por cuarenta organizaciones diferentes, que finalmente la obligaron a dimitir.
Como contrapunto, en 2009, año en el que coincidía el 150 aniversario de la publicación de «El origen de las especies» y el 200 aniversario del nacimiento de Charles Darwin 7, se celebraron por toda Europa actos conmemorativos. En algunos países los creacionistas gozaron de mayores presupuestos para desarrollar actividades contra la teoría evolución del que disponían las instituciones científicas para promover el conocimiento acerca de la misma. Muchas de las campañas que llevaron a cabo los creacionistas estaban bien producidas, captaron la atención del público y tuvieron un gran impacto.
Ya hemos señalado que creacionistas europeos han establecido redes transfronterizas, pero además vienen organizado «congresos» desde 1984. Estas reuniones son controladas fundamentalmente por los creacionistas protestantes del noroeste de Europa, y sirven de escaparate para sus correligionarios estadounidenses que ofrecen ponencias y, al mismo tiempo, logran difusión para sus textos. Todo ello con el objetivo declarado de influir en las políticas educativas e introducir alternativas a la teoría de la evolución en las clases de biología.
Sin embargo, el creacionismo en Europa no conforma todavía una comunidad unida y varía mucho de un país a otro: encontramos países donde sirve de identidad a pequeñas comunidades religiosas locales (sería el caso de los países escandinavos); mientras que en otros lugares está ligado a subculturas bien organizadas, como sucede en los Países Bajos. También tenemos el caso donde creacionismo subsiste en las élites religiosas que poseen un considerable poder político (Rusia es el ejemplo paradigmático). De cualquier forma, y con la excepción de Turquía, la teoría de la evolución es mucho más aceptada en Europa que en Estados Unidos (aunque demasiadas noticias y demasiadas encuestas muestran un cambio en la opinión pública).
Conclusiones
Debemos seguir varias estrategias para revertir esta tendencia.
El biólogo John A. Moore pronunció un discurso en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia de 1979 donde abordó el tema del creacionismo. Moore señaló que si aceptamos la premisa de que los creacionistas se enfrentan a nosotros como si se tratara de un problema político y no científico, entonces debemos aceptar que los argumentos científicos por sí solos no van a resolver el problema.
Hoy en día no es suficiente recitar todas las pruebas y argumentos en apoyo de la teoría evolutiva. En lugar de ello, los científicos, profesores, divulgadores y demás actores involucrados en la difusión de la ciencia tienen que actuar en todas las plataformas y en todos los medios donde los creacionistas están activos. Esto incluye dar conferencias públicas, escribir artículos de opinión en los periódicos, hablar de estos temas en programas de televisión y radio, y desarrollar y mantener páginas web donde se explique la evolución.
También debemos actuar a nivel educativo. En el Reino Unido, por ejemplo, los estudiantes no comienzan el estudio de la evolución hasta los 14 o 16 años. Además, en la mayoría de los casos, cuando se introduce en las clases de biología se hace de forma marginal, como si fuera un tema aislado (es como intentar enseñar química dejando la teoría atómica fuera del temario).
Es necesario introducir los conceptos básicos de la teoría evolutiva en edades más tempranas, y mantenerlos como piezas centrales del currículo en biología para poder desarrollarlos progresivamente. Fomentar al mismo tiempo el pensamiento crítico ayudaría a que las evidencias científicas calaran en la mente de los estudiantes, minimizando la posibilidad de que acepten sin más ideas que carecen de apoyo científico. Cuando alguien se forma una idea equivocada acerca de un tema científico, es verdaderamente difícil hacerle cambiar de opinión.
Por último, los medios de comunicación no pueden hacer una «cobertura equilibrada», como si hubiera un enfrentamiento entre dos posturas contrapuestas que gozan de los mismos niveles de validez. Los periodistas deben conocer los métodos que emplean los creacionistas para dar la falsa sensación de que su ideas son tan válidas como las teorías científicas aceptadas ya que así dan pie a exigir una dedicación paritaria de ambas posturas en las escuelas.
Notas
- Es decir, que implica una interpretación literal del libro del Génesis contenido en la Biblia, que sitúa el origen del Universo hace unos 10.000 años aproximadamente y supone, entre otras barbaridades, que los seres humanos literalmente cabalgamos sobre dinosaurios. ↩
- Aunque Ham ya había hecho de las suyas en Australia. ↩
- Teniendo en cuenta que en 2016 Europa alcanzó la cifra de más de 510 millones de habitantes, esto significa que más de 100 millones de personas creen que un dios nos creó tal y como somos ahora. ↩
- Este porcentaje supone alrededor de 39 millones de personas. ↩
- Resolución emanada del informe (Doc. 11375) del Comité de Cultura, Ciencia y Educación de dicho organismo. ↩
- De hecho, a nivel local, colegios públicos y religiosos han complementado los planes de estudio fijados a nivel nacional con libros de texto creacionistas. ↩
- Las celebraciones se englobaron bajo el «año Charles Darwin». ↩