En estos días venimos conociendo las declaraciones de Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia. Si no fuera porque forma parte del Sistema, incluso podría entenderse que él mismo lo representa, diríamos que es un auténtico perroflauta. Le quitaremos la flauta por lo que suena. Cañizares llama a la desobediencia de las «insidiosas» leyes basadas en la igualdad de género, calificándolas como la ideología más «destructora» en toda la historia de la humanidad. Alguien que dice eso contra las normas que favorecen la igualdad entre los seres humanos o ha perdido la cabeza o es un canalla. O todo a la vez.
Aprovechando estas declaraciones, homilías y discursos, voy a dar un repaso a la institución que representa, una de las más nocivas que ha tenido la humanidad en su historia, por sus crímenes, villanías y pecados. Este caballero muestra la catadura de su inteligencia. Si la cara es el espejo del alma, ésta es de mala gente. Lo grave no es lo que dice, sino cómo y por qué. Quieren seguir controlando las conciencias. Lo cierto es que cuando la indecencia se hizo carne habitó entre esta gente.
Los prelados, representantes de una «secta» antidemocrática, siguen entrometiéndose en los asuntos públicos y contra los derechos ciudadanos. El presidente valenciano ha invitado a Cañizares a «presentarse a las primarias del PP» si quiere debate político. El Papa Francisco ha decretado la expulsión de aquellos obispos que muestren un comportamiento negligente, sobre todo en relación con los casos de abusos sexuales hacia menores o adultos vulnerables. Pues que sepa el jefe del Estado Vaticano, que por aquí los hay a puñaos. Estos reyezuelos sin corona y con bonete, han llegado a decir, que los niños son cómplices cuando se abusa de ellos. «Hay menores que desean el abuso e incluso te provocan», decía el obispo de Tenerife Bernardo Álvarez.
Volvamos con Cañizares, que es uno de los obispos más reticentes a la modernización de la iglesia española. El arzobispo lamentó, durante una homilía, la «importante escalada contra la familia» por parte de dirigentes políticos, «ayudados por otros poderes como el ‘imperio gay’ y ciertas ideologías feministas», subrayando que las «leyes que fomentan la ideología de género» (en referencia a la legislación que aboga por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres) son «las más insidiosas que ha habido en toda la historia de la Humanidad». Ya sabemos cual es su modelo ideal de familia: es aquel en el que la madre es virgen, el padre paloma y el hijo, padre e hijo en una persona; de esquizofrenia paranoia.
Si Cañizares llama a la desobediencia civil, el Partido Popular le defiende y le jalea. La portavoz del PP en la Comunitat Valenciana, Isabel Bonig, asegura que el arzobispo —que clama por la desobediencia contra las leyes de igualdad y advierte contra el imperio gay—, se limita a exponer la doctrina de la iglesia católica y sus valores. Tiene razón, por eso la iglesia es una organización antidemocrática, rayando lo criminal, que debería estar ilegalizada. El colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales Lambda presentará una denuncia contra el arzobispo, por sus «condenables declaraciones contra las personas homosexuales y el movimiento feminista». Todos claman contra el cardenal, incluso el propio Papa de Roma le ha llamado a capítulo, aunque por lo que parece, se está pasando por el arco del triunfo el mensaje renovador de Bergoglio.
El PSPV ha presentado una declaración institucional para reprobar las «proclamas machistas» de Cañizares. El portavoz socialista insta a todos los grupos del parlamento valenciano a que apoyen la declaración, que además de la denuncia, pretende reivindicar el esfuerzo y trabajo constante que desde las instituciones se está realizando a favor de la igualdad de género. Rosa Mustafá califica de «intolerables que uno de los máximos representantes de la Iglesia aliente a la desobediencia y el delito».
La vicepresidenta de la Generalitat valenciana, Mónica Oltra, ha instado al cardenal a «abrir un poco su corazón a las diferentes maneras de amar» y no lanzar mensajes de odio que humillan a las mujeres y al colectivo de lesbianas y gays. El arzobispo no deja ninot con cabeza en Valencia, atacando a Puig y Oltra: «Me recuerdan ustedes los tiempos de Franco, cuando se censuraban las homilías». Oltra ha considerado que, como representante del Evangelio, Cañizares «no puede hacer estas cosas porque es una contradicción estar fomentando el odio y representando una ideología de amor». Muy tierna ha estado Oltra, atacando al prelado, dando por buenos los valores de la iglesia.
Recordemos algunos acontecimientos que marcaron la diferencia. La Inquisición se fundó en 1478 por los Reyes Católicos, para mantener la ortodoxia católica en sus reinos y no se abolió hasta 1834. Estuvo bajo el control directo de la monarquía —entre otros por Fernando VII, tatarabuelo del actual rey de España—. Actuaba, «no tanto por celo de la fe y salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza», decía el papa Sixto IV. Lo cierto es que las razones de su creación, fueron: establecer la unidad religiosa; debilitar la oposición política; acabar con la poderosa minoría judeoconversa; y conseguir financiación para sus proyectos. Se estableció una férrea organización para la persecución y expulsión de los judíos; represión del protestantismo; la censura; luchar contra los moriscos, la superstición y la brujería. También se persiguió la homosexualidad, considerado por el derecho canónico contra naturam. Poco ha cambiado, pese al tiempo transcurrido. De aquellos polvos, estos lodos.
Muchos verdaderos fieles cristianos, fueron encerrados, torturados y condenados como herejes, para ser privados de sus bienes y propiedades por la Inquisición. Su método represor, se basaba en el principio de presunción de culpabilidad, no de inocencia. La detención implicaba la confiscación de sus bienes, llevándose la instrucción en el máximo secreto. El tormento se aplicaba, no como medio de conocer la verdad, sino para reconfortar al preso en su fe. Hoy sigue existiendo, con el sobrenombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, desde donde saltó al papado su prefecto, Joseph Ratzinger («Benedicta»), como prueba de la existencia de dios, cuyos designios son turbios como falsa su propia esencia.
No había dejado de oírse el clamor, cuando Cañizares vuelve a la carga con nuevas declaraciones: «Se ha querido destruir a la familia como en la URSS marxista». El purpurado cree que está «en peligro» la elección de centro escolar por parte de los padres y ha reclamado la necesidad de «luchar por defenderlo». Carga contra «organismos e ideologías, como la de género» que se están uniendo para destruir la familia. Para él, «donde acaba la familia empieza la intemperie, la marginación y el dolor más sensible» Como saben tanto y tanta experiencia tienen sobre el matrimonio, reclama a los padres sus mayores esfuerzos y energías, contra los «ataques que impiden la salvación del matrimonio como unidad básica de la sociedad».
No creo en ningún ser sobrehumano, ni sobrenatural, que controle los destinos de los seres vivos aquí en la Tierra; que imparta castigo y justicia divina, ni nada por el estilo. No creo en dios, ni en sus actos, ni en sus obras, ni en su historia, ni en su hijo, ni en su madre, ni en todos los santos, ni en ninguna paloma blanca santa. Mucho menos creo en los hombres que dicen representar a ese dios, inexistente, en la Tierra, y que para mostrar su poder, han amparado y cometido los mayores crímenes contra la humanidad.
La Puta de Babilonia, aparece en el libro Apocalipsis, como un personaje asociado con el Anticristo y la Bestia del Apocalipsis, relacionados con el reino de las siete cabezas y diez cuernos. «Entonces vino uno de los siete Ángeles que llevaban las siete copas y me habló: Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera, que se sienta sobre grandes aguas. Con ella fornicaron los reyes de la tierra y sus habitantes se embriagaron con el vino de su fornicación» (Apocalipsis 17:1-2). En el siglo XVI, en la época de la Reforma de Lutero, se consideraba a la iglesia católica como la ramera de Babilonia; lo mismo que antes ya lo hicieran Girolamo Savonarola, predicado contra el lujo, el lucro, la depravación de los poderosos y la corrupción de la iglesia de Roma.
Cañizares y sus colegas representan a la «teóloga, la misteriosa, la profunda, la recóndita, la que se cree representante de dios en la tierra y mata en su nombre». Poco más tengo que decir contra la iglesia, sus valores, sus pompas, sus obras y sus prelados. La «santa madre iglesia», universal, apostólica y romana, la cínica protectora de tantos pederastas como hay en su seno, la antidemocrática, la del odio y la agresión, la que va en contra de los Derechos Humanos; la que odia a las mujeres y abusa de la infancia «dejad que los niños se acerquen a mi» y aprovecha el poder que ejerce sobre ellos para introducir ideas retrógradas y perniciosas contra la libertad y los derechos.
Quiero salvar de la quema a la entidad de acción caritativa y social Cáritas, por su decidido compromiso con la gente que sufre la pobreza. En su informe Expulsión social y recuperación económica, denuncia que la desigualdad, la pobreza y el desempleo en España, refleja que la crisis ha provocado el aumento de la exclusión social, a pesar del crecimiento económico. Nada dice Cañizares y sus colegas prelados sobre esto.
Contra sus pompas, sus obras y sus prelados, porque defienden lo inexistente, y no defendieron ni la vida ni la dignidad de los perseguidos por la dictadura ni los refugiados por las guerras que sufren persecución. No defienden a la infancia desnutrida y pretenden prostituirla con sus artes pederastas. Proclaman la igualdad en la otra vida y la niegan en la Tierra. Dicen ser la iglesia de los pobres y protegen a los poderosos. El cardenal y sus colegas, no salen del armario, porque se encontrarían con la decencia y eso es algo que no está acorde con sus valores y creencias.