Las intenciones que conducen a muchas personas, de diversa índole ideológica o estatus público y que ejercen activamente la política en diversas partes del Planeta, a solicitar y mantener entrevistas con el “infalible” jefe de la iglesia católica, apostólica y romana, muy posiblemente más que por el boato y la púrpura, tiene su origen en el enorme poder económico y mediático (terrenal) que el “papado” atesora. Evidentemente, no faltan los que lo hacen por respetables convicciones religiosas, aunque no deberían de hacerlo en representación pública, sino privada.
Siempre hemos sostenido que mezclar política y religión va contra el pensamiento ilustrado y la neutralidad de quienes representan a toda la ciudadanía, que deberían de mantenerla de forma muy escrupulosa. Sin embargo líderes religiosos y políticos mezclan, en exceso, ambas cuestiones y en algunos casos lo comparten, como la monarquía inglesa.
Una mayoría de líderes políticos se “arrodillan” e incluso se humillan ante una “autoridad” religiosa de cualquier naturaleza o lo que es lo mismo ante un determinado dios. Olvidando que ese acto, en la mayoría de las ocasiones, puede despreciar a millones de personas que profesan otras religiones o no la tienen y que ellos también representan.
En la actual etapa histórica, algunos de estos personajes públicos expresan que desean reunirse con Francisco, supuestamente para poder analizar la situación mundial, sobre todo en cuestiones que tienen que ver con las diferencias sociales, los procesos bélicos o lo relacionado con las migraciones. Ya que Jorge Mario Bergoglio mantiene una postura oficial “muy pro-activa” de defensa de los emigrantes y contra todo tipo de injusticias. Llamando, incluso, la “atención” a Gobiernos, en el Parlamento europeo y hasta en la ONU en septiembre de 2015.
Venimos observando como también algunos políticos y políticas de la “nueva hornada”, vienen argumentando las mismas tesis de “una supuesta admiración” y de “remar en la misma dirección” que Bergoglio, igual que ha venido sucediendo, desde hace décadas, con otra diversidad de jefes de la Iglesia católica (e incluso de otras iglesias) por parte de viejos “zorros” de la política activa. Por lo que vemos: Nada nuevo.
Concretamente en España la mezcla de Franco (bajo palio) con la cúpula eclesial, al igual que continuó ocurriendo con diversidad de políticos que, desde 1976, han ido en peregrinación al Vaticano, unas veces a rendir honores al “jefe de una ficción Estado”, en otras ocasiones a saludar oficialmente al jefe de la corporación católica o asistir a la “elevación a los altares” de víctimas católicas de lo que el papado todavía considera como “hordas republicanas”. Y ello ha sido una constante. Cuando no, se recibían a los diversos papas de los últimos años en Valencia, Madrid, etc. formando parte, además, de diversos tramados de corrupción ahora descubiertos. De los que la Iglesia no ha sido ajena.
Hace unos días un político emergente español también afirmó su gran admiración por Francisco y su intención de visitarlo, hecho que al parecer se consumará en septiembre próximo. Ello concuerda con la situación peculiar que se dio hace dieciocho meses en la sede del Parlamento europeo ya que la intervención del Papa fue aplaudida por la inmensa mayoría de los allí presentes, sin reparar (o si) que entre sus argumentos tildó de asesinas a las mujeres que interrumpen libremente el embarazo. Un feroz ataque a la libertad de conciencia de las mujeres y a las leyes civiles de muchos Estados y, por supuesto, fue un aplauso, en parte vergonzante, a la humillación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, declaración, por cierto, que el papado no apoya en su totalidad, como otras tantas Iglesias.
No es mi intención, en esta breve reflexión, remontarme a cuestiones históricas relacionadas con las innumerables vergüenzas y canalladas que la “institución papal” ha cometido a lo largo de la historia, porque son sobradamente conocidas y han sido analizadas desde diversos puntos de vista político e historiográfico. Desde las Cruzadas a las guerras de religión del siglo XVI en Francia, pasando por la Inquisición (cuyas graves secuelas todavía padecemos), el apoyo a las monarquías católicas absolutistas, las encíclicas anti-revolucionarias de León XIII contra el sindicalismo de clase, el apoyo a los nazismos y fascismos del siglo XX (la misma creación del Estado Vaticano es una concesión de Mussolini, tras los vergonzantes pactos de Letrán), el apoyo total al golpe de Estado franquista y a la dictadura y la total y absoluta colaboración para la represión de los no católicos, posteriormente. Aun hoy se puede ver el máximo exponente simbólico en el Valle de los Caídos, custodiado por una congregación dependiente del Vaticano.
Ya no digamos los apoyos del papado a las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, en una de las cuales el entonces alto clérigo Bergoglio se mostró, desde el episcopado argentino, muy complaciente, según infinidad de testimonios y fuentes.
¿Por qué entonces políticos de casi todo pelaje y color ideológico y de diversidad de convicciones, sienten en sus tripas la llamada de la visita a la institución papal, o lo reciben en sus aposentos de gobierno, aunque ahora esté encarnada por un personaje muy simpático, populista y mediático?
La cuestión de fondo no es la figura coyuntural que ocupa el trono del Vaticano, es el significado real del papado y eso es lo que NO desean “entender” quienes, en estos tiempos, desde la política (nueva o vieja), se acercan a Francisco, de una forma u otra, porque posiblemente lo que prima son otros intereses políticos. Ya sea en Cuba, en Alemania, en EEUU, en Oriente Medio o en el centro de África. Consiste en un “intercambio de cromos” y “todos ganan” (o algunos, también pierden, en ocasiones).
La institución milenaria católica (el papado), más allá de su parte espiritual, es una gran corporación empresarial, mediática, sexista y homófoba, a la que le aterra el derecho a la libertad de conciencia, pero que controla voluntades y gobiernos, independiente del personaje que esté el frente. Aunque últimamente se hable en la cúpula de Estado laico, de libertad de conciencia… ello lo entienden de una “determinada forma”, en la que no pierdan ni un solo privilegio en algunos lugares, como en España o tratan de conquistar, con ese discurso, nuevos privilegios en países, como Uruguay, Cuba, Argentina, Méjico o los países del este europeo, etc.
Actualmente, un determinado feudalismo capitalista depredador, junto a una nueva burguesía política y las corporaciones religiosas mayoritarias en cada ámbito, son las que conforman un triunvirato (más allá de la TROIKA) que nos están conduciendo a un mundo imposible, de odios e integrismos, de enormes desigualdades, injusticias y hasta genocidios vergonzantes. Los paraísos y escándalos de la banca y de las estructuras vaticanas son un hecho que periódicamente se constatan, por personajes que son silenciados o condenados. Por no extendernos en los casos de pederastia, que el actual papado, derrocha mucha palabrería, pero nada efectivo
Los aparatos religiosos oficiales (NO me refiero a los creyentes, de uno en uno y en comunidades de base, que son totalmente respetables, en aras al derecho a libertad de conciencia que debe disfrutar cada persona) con sus poderosas estructuras “de caridad” tanto en oriente, como en occidente, tratan de demostrar bondades, que son pura hipocresía y que suelen utilizarlas políticamente, en la mayoría de los casos. Para esa labor usan dinero público y de donaciones privadas, pero “ellos” no se desprenden de sus enormes riquezas, sino que gracias a esos suculentos negocios “engordan” sus arcas, cada vez más. Para ello abogan por una forma de privatización de servicios sociales, que deberían de ser públicos.
En cuanto al papel puramente evangelizador del actual Papa y su afán por re-cristianizar (católicamente) los Estados, más allá de sus aparentes “bonitas palabras”, son un hecho muy constatado, Como ejemplo analícese, con rigor, la reciente visita a Méjico. Y el recibimiento de algunos líderes latinoamericanos.
En cuanto al Estado español y el Vaticano. Tenemos muchas cuestiones pendientes que saldar y solucionar en los próximos años, pero no creo que el actual papado esté por la labor: Ahora como antes se sigue elevando a los altares a personajes del bando franquista y el Vaticano sigue sin pedir perdón por las víctimas republicanas, consecuencia de un férreo régimen nacional-católico. Están los Acuerdos concordatarios de 1979 y el Concordato de 1953. Los privilegios tributarios. Las miles de inmatriculaciones y entre ellas la Mezquita. La financiación, por parte del Estado (vía IRPF), del culto el clero y el proselitismo religioso. Las capellanías, incluido el mando militar. La Obra Pía. La enorme y compleja cuestión de la enseñanza. Toda la cuestión simbólica. O el tratar de imponer el dogma católico al conjunto de la ciudadanía. etc. etc. (muerte digna, aborto, blasfemia…). Y en estas últimas semanas los escraches católicos e integristas (fomentados por el clero) a corporaciones locales que debaten sobre laicidad institucional o las manifestaciones contra gobiernos regionales que por ahora “sólo” desean tratar -sin privilegios- a la Enseñanza privada católica concertada. No creo, hoy por hoy, que la Conferencia Episcopal Española y el papado estén dispuestos a cambiar de posición. El futuro nos lo dirá.
Y para terminar un testimonio a tener en cuenta que tiene que ver con el título de este artículo, “papado y política”. La pediatra Aleida Guevara calificó como farsa la misa de Francisco en septiembre de 2015 en La Habana. Desde el sentido de responsabilidad histórica que le otorga el ser una de las hijas del Ché. Le pareció una hipocresía del Partido, es decir, del Estado, en suma de Fidel y Raúl Castro enviar a misa en la plaza de la Revolución a los ateos militantes. “Saben perfectamente que la misa, muy lejos de serlo, es tanto para los Castro como para el Vaticano y Washington una ostentosa obra de simulación. De la que esperan pasar el gato de la complicidad por la liebre de la reconciliación. Arte de la simulación de la que, bueno es recordarlo, son expertos tantos los Castro como los jesuitas de Bergoglio”.