Hace unos días, un amigo se extrañaba de que citara en un escrito mi relación con Waleed Saleh tratando de Librepensamiento e islam. Él entendía perfectamente lo pertinente del asunto a cuenta de tanta islamofobia como se respira en el presente, pero alegaba jocosamente que para tal buscará a un estudioso irakí. Siguiendo su ironía le recordé el listado de mis influencias tan dispares en creencias, o cercanía de espacio y tiempo. Estaba aun en el aire una referencia al amigo Parrilla y recordé mi admiración por Erasmo de Rotterdam. Acabó mi grotesca retartalilla al salir el nombre de Evaristo Villar. Resulta que mi contertulio también conocía a este cura vecino de Madrid y sin más le dedicamos un buen rato de nuestra conversación a tan relevante trayectoria. El encuentro me hizo cavilar y poner en claro lo que de armonioso ofrece Evaristo para con Waleed y los demás.
Conocí a este cura progre hace cuatro o cinco años durante la visita del Papa Ratzinger a Madrid. Tratábamos de manifestar el desacuerdo de varias organizaciones por el abuso que de dicha ciudad hacía la jerarquía de iglesia con la connivencia de las distintas administraciones del Estado. Cuando pegamos la hebra citó la frase “Pobre catolicismo español, que nunca ha llegado a ser cristiano”. Como resultaba muy clarificadora, pasamos a cuestiones más concretas sin satisfacer mi curiosidad por la autoría tan importante observación. Las verdaderas prioridades cristianas-según él – se desatienden y olvidan con tanto cántico procesional callejero o confesonarios en El Retiro. Venía comentando las dificultades que tenían diversas parroquias de barrios deprimidos por el paro, la pobreza, o la droga. Comentaba el contubernio de Rouco Varela con las grandes empresas para promover la papal visita a la vez que cercenaba en la archidócesis la protesta de la HOAC contra la reforma laboral. Luego volvimos a coincidir en un homenaje a Puente Ojea y una cita en Vicálvaro.
Cuando, a mediados de mayo, se anunció en Madrid su debate titulado “¿Se puede ser cristiano y laicista?” tuve claro que no me perdería su honrada aportación. Además de su clara exposición oral se ha podido disponer del concienzudo texto que había preparado. Ello permite recalar con sosiego en aquella y otras frases de similar enjundia. Hizo un interesante recorrido, a la par histórico y dialéctico para, tras empezar de los textos escritos, acabar en un debate-reflexión.
Reformuló la pregunta del título para, tras referir la influencia católica, voluntaria o no, en la mayoría de la población de cierta edad, para dejarla en: ¿se puede ser cristiano sin ser laicista? . Con ello, cambió la dirección de la interpelación. Ahora entraba de hoz y coz en el campo creyente cristiano. El reto que plantea, para su nítida respuesta negativa, exige a cada cual explicitar el concepto-visón que tenga de Cristo y de ser cristiano/a. Aunque ya entra el ámbito de la creencia, no prescinde, sino al contrario, aumenta el rigor documental e histórico. Habla de las aportaciones de Bultman (sus seguidores y otros) en el siglo XVIII que en parte cuestionan la misma figura de Cristo, para -al final-resituarla en un contexto más socio-cultural y acorde con los evangelios. Tal se explica por: la teologización de Pablo, las adherencias griegas, la no ruptura con la visión judía (el pueblo elegido),… y los cuatro primeros concilios que no se preocuparon de la vida de Jesús. Así se crea una doctrina y una religión que ignora al Jesús crítico con la religión institucional incluyente del oprimido. Lo explica Loisy : “Jesús anunció la llegada de Dios y lo que vino fue la Iglesia”.
Sin embargo, pese la consolidación de la iglesia oficial, la tensión no ha dejado de estar latente entre catolicismo/cristianismo, religión/catolicismo,diversidad/monolitismo. A partir del renacimiento con Tomás Moro, Erasmo, Las Casas y los místicos se Harán notar en el campo religioso. La Ilustración alentará a personas como Feijoo, Cadalso, Olavide, o Jovellanos. Ya en el si XIX una pléyade de escritores como Valera, Alarcón, Galdós, Clarín y Bazán desoyen al clero.
Concluyo, con mi admirado colega laicista, que seguiría con el destacado esfuerzo de intelectuales krausistas de la Institución Libre de Enseñanza y de otros campos republicanos o libertarios, donde surgiría el fermento para la época de mayor esplendor humanista en este sufrido país. Giner de los Ríos, Azcárate, Cossío, Ferrer i Guardia, Anselmo Lorenzo, Cajal y tantos otros irían abriendo el surco de la libertad y del laicismo que ya siguieran Machado, Juan Ramón y Federico. Todo ello con la bondad que, de su maestro Giner, contara el poeta sevillano. Caudal acumulado para la mal recordada República, que encargó al crsitiano Fernando de los Rios promover su bien más logrado: la educación. Este ministro de educación que viera tanto esfuerzo humanista destruido por la sublevación-cruzada católica, repetiría aquella señera frase: “Pobre catolicismo español, que nunca ha llegado a ser cristiano”. Recordando la amargura del dirigente socialista, que para seguir siendo cristiano aquí se decía erasmista, yo diría en su nombre hoy: Pobre pueblo español, que poco aprende de su memoria.