Izquierda Unida presentó en el pasado pleno ordinario de marzo una moción en la que se pedía la inclusión de Santander en la Red de Municipios Laicos. El laicismo es aquella corriente de pensamiento que defiende la separación total entre el Estado y las diferentes confesiones religiosas. Una corriente con siglos de historia y acorde a las ideas de progreso y modernización. Nuestra moción no fue aprobada porque la derecha de la Corporación no vio con buenos ojos la propuesta.
Días después, la concejala de Barrios y Participación Ciudadana, Carmen Ruiz (PP), realizó unas apocalípticas declaraciones en las que aseguraba que la inclusión de nuestra ciudad en la Red de Municipios Laicos traería como consecuencia la imposibilidad de financiar con fondos municipales a la Cocina Económica o a la Obra San Martín. Obviamente, en el año 2016 los argumentos para no defender la separación entre lo público y la religión son peregrinos y la señora Ruiz protagoniza un buen ejemplo. Ni Izquierda Unida quiere dejar de financiar actividades tan loables como necesarias, ni ese es el debate. Y la derecha lo sabe.
Nuestra moción incluía varios aspectos en los que sí hay consecuencias económicas, como el hecho de que los edificios que son propiedad de las confesiones religiosas paguen el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), impuesto que pagamos los demás santanderinos, impuesto que hemos visto con resignación, cristiana o no, alcanzar cotas desorbitadas. También quiere evitar que se sigan otorgando privilegios y favores económicos a instituciones religiosas (cesiones de suelo, financiación, subvenciones, etc.), dádivas que no tienen relación alguna con la realización de actividades asistenciales en Santander. Izquierda Unida está a favor de ayudar desde la institución municipal a asociaciones y Organizaciones No Gubernamentales, de carácter laico o religioso, en sus labores de ayuda a los más necesitados. La moción no afectaba a dicha materia y la derecha lo sabe.
Dicho esto, le quiero recordar al Partido Popular que la actividad de estas asociaciones no puede, bajo ninguna circunstancia, implicar la sustitución y la desatención del ejercicio de las competencias públicas en materia de Servicios Sociales. Y eso viene recogido tanto en la Constitución española como en la Ley de Bases de Régimen Local. Servicios que corren el serio riesgo de ser privatizados, la sempiterna fórmula neoliberal que nos ha llevado a esta dramática situación.
La Constitución de 1978 recoge que «ninguna confesión tendrá carácter estatal», resultando llamativo que casi 40 años después una moción que pide el cumplimiento de la norma suprema sea objeto de rechazo frontal por el equipo de Gobierno de Santander.
El escenario de desatención y abandono previsto por la señora Ruiz no hace sino darnos la razón. Haya o no haya entidades privadas que hagan una labor asistencial, nuestro estado social y democrático de derecho tiene la obligación de realizar esas labores. Esto no hace más que reflejar la ignorancia, incluso el cinismo, de la derecha en nuestra ciudad. Ruiz ha reconocido que si estas asociaciones no existieran habría un claro déficit asistencial en Santander. El PP está confesando que sus políticas de recortes han supuesto un duro varapalo que ha dejado en una situación vulnerable a miles de santanderinos y que, además, el Ayuntamiento no puede-quiere atenderlos.
Por otro lado, también es falso que las festividades municipales se vieran en serio peligro si, finalmente, Santander formase parte de la Red de Municipios Laicos. Desde Izquierda Unida somos conocedores de su origen cultural y antropológico y la celebración de las mismas no depende de ninguna bendición, venga esta del alcalde o del obispo. Nuestra moción no pretende acabar con dichas fiestas, con amplio carácter popular, sino evitar la sumisión de las instituciones y cargos públicos a iconos o instituciones de carácter religioso.
Todo esto que solicitamos viene en el artículo 16.3 de la Constitución de 1978 en el que se recoge que «ninguna confesión tendrá carácter estatal», resultando llamativo que casi cuarenta años después una moción que pide el cumplimiento de la norma suprema sea objeto de rechazo frontal por el equipo de Gobierno de Santander.
Un Santander del siglo XXI, no utilizaré anglicismos que tanto deleitan al alcalde, ha de ser forzosamente un Santander laico, entendiendo laico como algo distinto a anticlerical. El laicismo hizo de países como Francia el faro de la razón y el progreso y sacó a Turquía de las tinieblas del medievo para adentrarla en el sendero de la civilización ya en el siglo XX, sendero del que quiere sacarla el islamista Tayyip Erdogan. El laicismo nunca propugnó, precisamente, no ayudar al vulnerable, no dar agua al sediento o no dar de comer al hambriento.
En estos momentos, tan pálidos para aquellos que creemos en la estricta separación entre la esfera pública y la religiosa, Izquierda Unida planta cara en este debate abierto por la derecha. Sin el ruido de las siete trompetas de fondo, señora Ruiz, seamos limpios y evitemos los golpes bajos. Los santanderinos lo merecen.