“La violencia es un fenómeno común a los tres monoteísmos (…) En el Islam es, sobre todo, la violencia del conquistador (…) Toda la historia lo testimonia. El Islam se impuso por la fuerza, dando lugar de esa manera a una historia de conquistas. Las personas deben convertirse, o pagar un tributo. Por eso en el Islam la violencia nace ya con su fundación (…) El Estado Islámico no representa una nuevalectura del Islam, tampoco la construcción de una nueva cultura o de una nueva civilización. Encarna solamente la cerrazón, la ignorancia, el odio al saber, el odio a lo humano y a la libertad”. Son citas deViolencia e Islam, libro-conversación entre Adonis, sirio de origen y seguramente el más grande poeta vivo del mundo árabe, y la psicoanalista Houria Abdelouahed, recientemente publicado por la editorial Ariel. Un texto que, a través de todas sus páginas, transmite el testimonio sincero de un hombre de gran cultura crecido en el seno del Islam. Pone en evidencia, de manera analítica y con oportunas referencias históricas, cómo los presupuestos culturales y religiosos del Islam mismo son per se negaciones de todo humanismo fundado sobre la posibilidad de crítica y presupuestos de libertad.
No es la opinión de un occidental que juzga sino una voz auténtica muy crítica que procede del mundo y de la cultura del Islam. Sus palabras contrastan de manera evidente con ese coro que en estos días de feroz “terrorismo fundamentalista”, como es definido desde muchos sitios, se pasan el día sermoneando que el Islam no tiene nada que ver con la violencia. Me parece que Adonis tiene razón, ya que ve un principio de violencia bien radicado en los tres grandes monoteísmos, identificando la característica de la conquista en el islámico. Una visión que de alguna manera se acopla con lo que dice Cacciari, cuando sostiene que el Estado Islámico (EI), también llamado Daesh, es tan interno al Islam como Hitler y el nazismo lo son respecto a Occidente. Esto obviamente no quiere decir que Occidente se identifique con Hitler ni el Islam con el EI.
Tras los últimos atentados de París, en internet y en los medios de comunicación está corriendo un río de palabras imposibles de seguir enteramente. Muchísimos deploran y condenan, otros desvían la condena hacia el viejo y nunca decaído imperialismo americano, otros hablan de complots secretos, de logias ocultas, de intereses hiperbólicos y desviaciones de los servicios secretos que estarían detrás de la miríada de estragos que salpican nuestro desgraciado planeta en esta atormentada fase de su devenir.
Para poder comprender algo más allá de las emociones, deberíamos ir un poco más allá de este tipo de lecturas que se limitan a quejarse y reprender la terrorífica crueldad del crimen terrorista, o que con una mirada casi exclusivamente economicista solo entrevén el omnipresente interés económico del Occidente “imperialista”, o presos en una fiebre conspiranoica imaginan y perciben sobre todo la acción de despiadados poderes ocultos que dirigirían la suerte del mundo sin que lo notemos. Seguramente son aspectos presentes en diferentes modos en las dinámicas y en los entresijos de los recorridos que han originado esos hechos terribles, peo no agotan el problema, que es mucho más complejo.
Que estamos inmersos hasta el cuello en un océano de ambigüedad e hipocresía, cada vez más terriblemente inhumano, me parece un dato que no necesita demostración. Es un dato incontrovertible que estamos permanentemente expuestos a engaños, falacias, coacciones y extorsiones por todas partes. Sin lugar a dudas, es seguro que están incansablemente operativas las centrales, ocultas o evidentes, del terror, de la calumnia, de los complots y de la aniquilación de la verdad y de la libertad. Pero si es realmente sano el desencanto que acepta como creíble este estado de cosas, pleno de continuas constataciones, bien distinto es saber cómo son verdaderamente las cosas. Forma parte siempre de una relación desencantada no tomar por bueno todo lo que viene precedido de abundancia y relatos triunfalistas.
Aunque no estoy al tanto de las “cosas secretas”, más allá de este torbellino de “tramas intrincadas”, veo aspectos que considero significativos, en particular el terrorífico mensaje de autoritarismo radical y servilismo repulsivo. Seguro que oigo decir que cualquiera que ande en esto, admitiendo que sea alguien en particular, no puede tener otro interés que convencernos de que estamos verdaderamente cubiertos por un manto impenetrable de horrores que lo domina todo, proporcionándonos la desagradable sensación de que no podemos hacer nada para intentar sustraernos a tal dominio tiránico. Se trata sin lugar a dudas de una forma bien articulada de terrorismo de poder, que se mantiene seguro sobre nuestra inducida impotencia.
A cada uno su propia responsabilidad
En la situación que se ha creado, las responsabilidades de Occidente son innegables, especialmente por parte de los Estados Unidos. Responsabilidad grave, en parte admitida públicamente incluso por la misma Hillary Clinton durante su campaña electoral. Estos señores de la guerra han sido adiestrados y armados hasta los dientes cuando se suponía que eran simples peones en el tablero del juego internacional, sin preocuparse por intentar comprender quiénes eran verdaderamente y cuál era su historia. A través de canales ilegales se continúa aprovisionando a estos asesinos con armas destructivas, o se les compra el petróleo que venden para financiarse a través de un flujo constante de dinero con el que pagan a sus mercenarios y organizan estragos, masacres y atentados. Obnubilados por una estúpida ceguera congénita, torvos mercaderes criados en las ciénagas de Occidente continúan considerando los negocios, cualquier tipo de negocios, más importantes que cualquier otra cosa.
A pesar de tan innegable ambigüedad y connivencia, sería demasiado simplista afirmar que son exclusivamente una criatura de los Estados Unidos y Occidente, como está intentando afirmar un número impreciso de “antiamericanos prescindibles” (por decirlo de un modo suave). En su estupidez intervencionista, Occidente ha creado estúpidamente las condiciones que han permitido surgir al EI, dando forma a lo que estaba latente y listo para imponerse apenas lo permitieran las circunstancias. En realidad, lo que lo caracteriza (la estructura jerárquica, la visión fanática radical-religiosa y las tendencias extremas que definimos como fundamentalistas) no tiene nada que ver con Occidente, como certeramente subraya Adonis.
Enemigos del laicismo y la libertad
El modo en que conciben las relaciones con las mujeres, en la mayor parte de los casos sometidas y esclavizadas, incluso vejadas; la interpretación yihadista como acción militar despiadada de la fe ciega en Alá; la aplicación de la sharia (ley islámica), a través de un radicalismo teocrático que no admite réplica; el desprecio declarado hacia cualquier forma de libertad y de prácticas democráticas; la censura total de cualquier pensamiento divergente; la condena a muerte de los ateos, homosexuales y descreídos en general; la ley del talión aplicada de manera feroz a todo tipo de delito; la lapidación como ejecución de la pena de muerte… Todas estas características de gestión de la sociedad no tienen nada que ver con la injerencia occidental, sino que son expresiones exclusivas de un islamismo que considero degenerado, de un fantasma religioso fruto de una hermenéutica degradada, en los hechos y en las intenciones, enemiga de toda visión libertaria y de todo laicismo.
Bajo cierto punto de vista, podría parecer que han fingido ser utilizados, haciéndose adiestrar y armar a la vez que descubrían nuestros puntos débiles. En el momento oportuno han comenzado a su vez a utilizarnos, con el fin de intentar imponernos también a nosotros su congénito despotismo sobre todo y sobre todos.
Responder a su innegable agresión de nuevo con la guerra querría decir seguramente volver a proponer incautamente los escenarios ya conocidos en Iraq y Afganistán, causa principal de la situación terrorista actual. En el plano militar, dejando de privilegiar los bombardeos que continúan matando a más civiles que yihadistas, habría que contrastarlos ayudando seriamente a quienes ya los combaten de modo eficaz, como la resistencia kurda en Siria e Iraq, buscando favorecer a la vez que surjan otras resistencias populares en cada región en que se están imponiendo con sus despiadadas dictaduras teocráticas.