Una película muestra la lucha de los pioneros de los trasplantes contra los prejuicios morales y recuerda que todavía hoy el Vaticano presiona contra la donación de órganos
Y todavía hoy se intentan parar trasplantes en nombre de los dioses.
Un cuarto de siglo después de aquella foto, el que había muerto era el cirujano. Su paciente, Tadeusz Zitkevits, posó sonriente sujetando esta imagen icónica —considerada una de las 100 mejores de National Geographic— en una nueva fotografía para celebrar sus 25 años de vida con un corazón nuevo. El cirujano era el polaco Zbigniew Religa y el 19 de febrero se estrena en España una película sobre su épica batalla científica contra la burocracia comunista y la moral de un país ultracatólico: Dioses.
Religa fue el primer médico que trasplantó con éxito un corazón humano en Polonia. Se enfrentó al miedo de los pacientes que iban a recibir el nuevo órgano: “¿Pero el corazón no será de un maricón o de un judío? O, peor todavía, ¿no será de una mujer?”, pregunta un personaje en la película, basada en episodios reales y éxito de taquilla en Polonia.
“A los pioneros del trasplante de corazón de muchos países les hicieron la vida imposible. Ni siquiera estaban definidos los criterios de muerte cerebral, casi les acusaban de asesinar al donante”, rememora el cirujanoRafael Matesanz, creador en 1989 de la exitosa Organización Nacional de Trasplantes (ONT) en España.
Matesanz subraya que, incluso hoy, la Iglesia católica sigue presionando para impedir algunos tipos de trasplantes, en países como Italia y Polonia. “Yo fui durante tres años asesor de trasplantes en la Toscana y allí se nota la influencia del Vaticano. En Italia no han conseguido introducir la donación en parada cardiaca por las presiones de la Iglesia católica”, lamenta el cirujano.
Incluso en España, referencia mundial, el número de donantes es insuficiente para cubrir las necesidades de trasplantes de la población. Además, la drástica reducción de los accidentes de tráfico ha rebajado a su vez el número de personas en muerte cerebral, la fuente tradicional de órganos donados: su cerebro está destruido, pero el corazón sigue latiendo. Ante esta situación, las autoridades sanitarias han recurrido en la última década a otro tipo de donación, a corazón parado, factible gracias a modernas técnicas de conservación de órganos. El corazón no suele servir, pero se pueden aprovechar riñones, hígado y otros órganos.
Para garantizar la muerte cardiaca del donante, se exige que la reanimación cardiopulmonar haya fracasado durante al menos media hora. A continuación, es obligatorio un periodo de observación para certificar la parada cardiorrespiratoria, que en la mayoría de los países, incluida España, es de cinco minutos. En Italia, por las presiones del Vaticano, es de 20 minutos, una inmensidad de tiempo que impide de facto multitud de trasplantes. Los órganos se degradan.
“Cuando le explicas a la familia de un paciente terminal en estado vegetativo que no hay ninguna posibilidad de recuperación, no puedes seguir metiéndole todo tipo de medicamentos y manteniéndolo con ventilación mecánica. Pero la Iglesia dice que hay que seguir. La tendencia religiosa en países muy católicos es perpetuar la terapia de soporte vital”, expone Matesanz. La muerte se multiplica: a la del paciente en estado terminal se suman las de las personas que podrían haber recibido sus órganos.
En España, la donación en parada cardiaca “se afianza como la vía más clara de expansión del número de trasplantes”, según la ONT, y ya supone el 17% del total de donantes fallecidos. En la UE, supera el 10%. En Italia, no despega. “La Iglesia española no se ha metido en este tema, afortunadamente”, afirma Matesanz.
«En España, la gente al principio era reticente a los trasplantes de corazón, pero no se pensaba que cambiar el corazón era cambiar de alma, como ocurre en la película Dioses«, recuerda el cardiólogo Lorenzo Silva, secretario general de la Fundación Española del Corazón, que asistió a uno de los primeros trasplantes cardiacos modernos en España, realizado en el hospital Puerta de Hierro de Madrid en 1984.
El primer trasplante de corazón de la historia se realizó el domingo 3 de diciembre de 1967, en un hospital de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). “Jesus. Dit gant werk !”, exclamó sorprendido el cirujano Christiaan Barnard cuando vio que el corazón trasplantado volvía a latir. En afrikáans, su grito significa: “¡Jesús! ¡Esto va a funcionar!”. El paciente, un tendero de 54 años, vivió 18 días con su pecho rellenado con el corazón de una chica de 25 años arrollada por un conductor borracho.
Tras la victoria de Barnard, cirujanos de todo el mundo se apresuraron a intentar repetir y mejorar su hazaña, como hizo en España el yerno del dictador Francisco Franco, el cardiólogo Cristóbal Martínez Bordiú. Su paciente, un fontanero gallego operado el 18 de septiembre de 1968, apenas sobrevivió unas horas. Los fracasos se multiplicaban por todo el planeta, ante la falta de fármacos que evitaran el rechazo del órgano. Hasta que en 1983 llegó la ciclosporina, un medicamento que disminuye las defensas del organismo y ayuda a que el cuerpo acepte el nuevo órgano.
Armado con la ciclosporina, el polaco Zbigniew Religa propuso organizar un programa de trasplantes en su hospital de Varsovia. Su jefe lo rechazó y le advirtió: “En nuestro país el corazón es una reliquia”. En Polonia, todavía el 40% de los bautizados declara acudir a misa los domingos. Religa, según el filme, respondió: “Pero ambos sabemos que solo es un músculo”.
El joven cirujano, frenado por la casta conservadora de su profesión, decidió montar su propio hospital de cirugía cardiaca en Zabrze, una pequeña ciudad del sur de Polonia. Allí llevó a cabo el primer trasplante de corazón del país, en octubre de 1985. El paciente, que no tenía alternativa a la operación, murió seis días después. En su segundo trasplante, un mes más tarde, el receptor sobrevivió 30 días. Tras su tercer fracaso, el 24 de abril de 1986, dos días antes del desastre de Chernóbil, el médico recibió un telegrama del Departamento de Salud de Poznan: “Doctor Religa, usted no es Dios. Deje de matar gente. La ambición ha carcomido su conciencia”.
Pero Religa no se rindió. El paciente de su cuarto trasplante vivió siete años con su nuevo corazón. Y, hasta la fecha, el hospital de Zabrze ha llevado a cabo más de 1.000 trasplantes. La operación ya es rutinaria. En 2014, en el mundo se ejecutaron casi 120.000 trasplantes de órganos sólidos y 6.270 de ellos fueron de corazón. Pero la OMS alerta de que estas cifras solo representan el 12% de la necesidad mundial de trasplantes.
El eslogan de la película Dioses es «Nadie podrá pararlo, ni dioses ni hombres». Pero Religa fumaba incluso al lado del quirófano, con los guantes de látex puestos y asistido por enfermeras. Murió por un cáncer de pulmón en 2009. Y todavía hoy se intentan parar trasplantes en nombre de los dioses.