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El obispo y su aquelarre

Con motivo de las fiestas navideñas el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha vuelto a alborotar a los parroquianos con sus declaraciones.

En esta ocasión el tema sobre el que ha enfocado sus “ilustrados conocimientos” ha sido la familia y la fecundación artificial, a la que ha calificado de “aquelarre químico”.

En su carta pastoral “Navidad y familia”, según publica el Diario Córdoba, dice: “…el hijo tiene derecho a proceder de una relación de amor entre sus padres, y nunca como fruto de un aquelarre químico de laboratorio”. En definitiva y para ser claros que los hijos deben ser consecuencia de un buen polvo amoroso entre los padres, algo en lo que seguramente todo el mundo estará de acuerdo con el Sr. obispo, sobre todo las parejas que recurren a la reproducción asistida, pues lo hacen, no porque hayan dejado de tener relaciones amorosas, sino porque a pesar de ello no consiguen engendrar al deseado hijo, motivo por el que acuden a los conocimientos y la tecnología que la ciencia (no la brujería) posee para ayudarles a alcanzar la paternidad.

Utilizar la palabra aquelarre para referirse a cualquiera de los métodos de reproducción asistida por parte de una autoridad de la iglesia católica, demuestra ignorancia, mala fe o ambas cosas, y desde luego una gran crueldad para con las parejas afectadas, pues el Sr. obispo debe saber, y seguro que lo sabe, que la institución que preside en nuestra ciudad utiliza ese término para referirse a una reunión de brujas y brujos para la realización de rituales y hechizos con los que se invoca y adora al demonio, el cual se presenta en forma de macho cabrío (de donde proviene la palabra de origen vasco aquelarre). Al margen de la valoración que cualquier persona con un mínimo de sentido común pueda otorgar a estas creencias, lamentablemente la iglesia católica se las ha tomado históricamente muy en serio y han servido de argumento para asesinar a miles de personas acusadas de realizar tales prácticas. Que una persona que se viste con un ridículo ropaje para realizar una serie de aspavientos, propios de la superchería de un hechicero o brujo de la antigüedad, mediante los cuales nos asegura convertir un trozo de pan en el cuerpo y la sangre de unas de las tres figuras divinas a las que dice adorar, señale como “hechos de brujería” a las técnicas de reproducción asistida resulta bastante irónico.

El Sr. obispo nos dice en su carta pastoral que “…todo tipo de fecundación artificial (inseminación artificial y anónima, fecundación in vitro homóloga o heteróloga) rompen esa armonía de la creación por la que los hijos vienen al mundo como personas, fruto de una relación personal de amor entre los padres”, y añade “…cuanto más varón sea el varón mejor para mi”, o sea que el varón debe ser cuanto más macho mejor, y “cuanto más mujer y más femenina sea la mujer, mejor para todos en casa”, algo así como seductora, complaciente y fiel esposa y ama de casa. Al margen de las consideraciones que cada cual haga de esta forma de ver la pareja lo curioso resulta al comparar estas afirmaciones con la familia modelo que nos propone: La sagrada familia.

Nos dice en su carta que “la familia humana tiene como referencia a la comunidad trinitaria” “y un icono viviente de esa comunidad trinitaria es la santa familia de Nazaret, compuesta por Jesús, María y José”, la cual afirma que “se trata de una familia muy singular, pero es modelo para todas las familias…”

Efectivamente se trata de una familia muy singular, pues si nos acercamos a ella desprovistos de la ceguera que la ignorancia, la credulidad y la superchería produce en quienes están afectados por la fe religiosa, y le aplicamos la razón a la historia que nos cuentan, lo que vemos es una familia disfuncional compuesta por un hijo bastardo de un matrimonio donde no se practican las relaciones amorosas, aunque si la zoofilia, pues el padre natural es un ser divino que utiliza un espíritu en forma de paloma para fecundar a la adúltera madre, algo muy castigado, incluso con la muerte, por todas las religiones; y cuyo padre oficial, José, no parece que encaje bien en el perfil de “varón muy varón” ya que a pesar de estar casado con una bella y hermosa joven, ésta permanecía virgen hasta la intervención “divina” que la dejó embarazada. Aunque, para los crédulos, sería durante el periodo de Esponsales o Desposorio, en que cada esposo permanecía en su casa, que María halló que había concebido un hijo sin darse cuenta. Tampoco sale muy bien parado en cuanto a otras de las cualidades que todo varón debe tener en opinión del obispo de Córdoba cuando afirma “El varón es signo de fortaleza, representa la autoridad que ayuda a crecer”. Sinceramente no aparece ningún vestigio de autoridad en la figura de José por ninguna parte, más bien podemos decir que es un cero a la izquierda en esta familia trinitaria, y que las cualidades a resaltar serían la paciencia, tolerancia e ingenuidad, sino a cuento de qué se iba a creer que su mujer, con la que no tenía relaciones sexuales, se había quedado embarazada de un dios y para contárselo le envían a un ser andrógino del que le salen dos alas de la espalda, lo que seguramente le daba mucha verosimilitud al relato.

En definitiva que la familia modelo que nos propone es la antítesis del modelo de familia que nos recomienda, pues consta de un hijo que no es fruto de las relaciones amorosas de los padres, sino de la “intervención divina” sobre una joven casada aunque virgen, una madre que no parece que actúe como muy mujer y femenina en casa, al menos a lo que las “obligaciones conyugales” se refiere, y de un varón, lleno de virtudes, pues de lo contrario sería imposible esta historia, aunque dichas virtudes sean muy distintas a las que el obispo sugiere como idóneas.

A esto se le llama ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, y como suele decirse siempre habla quien más tiene que callar.

Antonio Pintor

Córdoba Laica

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