“El 95% de los votantes del PP se consideran católicos tradicionales, aunque algunos de sus dirigentes, últimamente, lo de ‘no robarás’ no se lo toman muy en serio”
Hace unos días participé en una mesa redonda, organizada por EU, sobre la separación de Iglesia y Estado. Pude comprobar que la izquierda tiene otra orientación exigiendo al Estado separarse de la Iglesia, cuando, lógicamente, los convencidos de los valores del Evangelio, no solo le pedimos a la Iglesia se separe del Estado sino también de cualquier poder económico, político, militar o mediático.
Aún más, que deje de ser «poder» y que se divorcie, de verdad, de todos y de cada una de sus manifestaciones, según la máxima de Jesús de Nazaret: «Mi reino no es de este mundo», ni en la forma ni en el fondo. Algunas organizaciones políticas y los movimientos por la laicidad hacen lo que pueden y siguen un proceso, en ocasiones, demasiado lento; Otras, solo gastan el tema para aparecer más radicalmente actuales, tímida y constitucionalmente coherentes.
El PP, por ejemplo, no hará mucho o más bien nada, porque el 95% de sus votantes se consideran católicos tradicionales según su ideología, aunque algunos de sus dirigentes, últimamente, lo de «no robarás» no se lo toman muy en serio; El PSOE, por su parte, sigue un ritmo y un proceso lento hacia la laicidad del Estado para no espantar a su electorado porque el 77’5% de sus votantes se consideran católicos y en su seno también cuecen habas; La otra izquierda, de la cual solo el 47’9% se siente católico y la mayoría de los votantes de EU o de Podemos ni creen ni practican ninguna religión, está más por la labor pero no han gobernado aún y donde gobiernan tienen que doblegarse a los coaligados, como ha sucedido en Alzira.
No se comprende la poca efectividad de la izquierda, en este tema, después de 37 años de transición aconfesional, dada la secularización galopante de la sociedad, de haber demostrado la Teología de la Liberación, que la «Religión no es el opio del pueblo» y que se puede estar convencido de los valores del Evangelio siendo de izquierdas como lo demuestra la práctica de las Comunidades Cristianas de Base. Pero este divorcio de Iglesia y Estado lo debemos exigir, sobre todo, los que nos sentimos hijos de este matrimonio por interés, que no funciona satisfactoriamente porque es, a mi parecer, anti evangélico, anti Vaticano II y solo útil para mantener el sistema de los poderosos.
El tema más debatido es la asignatura de Religión. Con esta decisión «vertiana», convirtiéndola en asignatura evaluable, lo único que hacen es desacreditar la misma religión ante la población juvenil porque dan pié a pensar que sólo sirve para aumentar la nota sin mucho esfuerzo pero para nada más en la vida. Recordemos la cantidad de seminarios y conventos, de colegios religiosos, de clases obligatorias de religión, del mandamiento de ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar y mirad ahora que sólo el 69’3% se considera católico, solo practica habitualmente un 13’7%, un 9% en la CV, cómo han descendido las vocaciones religiosas y cómo han superado las bodas civiles, en un 68%, a las celebradas por la Iglesia.
Estoy convencido que hace más una Comunidad de los Quicos en una semana, que todas las clases de religión juntas de todos los colegios de Alzira en un año. La religión no se enseña, se vive en el seno de la comunidad religiosa, sea conservadora, progresista o mística (la Iglesia es plural como la misma sociedad) pero si después se practica en toda la realidad vital de la persona.