“No por casualidad compite la Religión con asignaturas como Cultura Científica, Tecnología de la Información y la Comunicación, o una segunda lengua. Compite y vence”, escribe Tecé.
“Es imprescindible una reforma educativa que oriente a los alumnos hacia la cultura del esfuerzo y la excelencia”.
Wert, mayo de 2013
“Se multiplican los alumnos que se matriculan en Religión para que les suba la media”.
Diario El Mundo, septiembre de 2015
Entre estos dos titulares han pasado poco más de dos años. Con la ventaja que da la perspectiva del tiempo transcurrido podemos ahora entender que el esfuerzo al que se refería el exministro era el de someter al alumno nacido después de Google al misterio de la Santa Trinidad (Santísima, perdón), explicado como en sus años mozos, como un trabalenguas trino y único, para que acabe bien plasmado sobre el papel, dios mediante, el día del examen. Un esfuerzo, el que les pedía el exministro, al que los alumnos han respondido positivamente aumentando en un 150% las matriculaciones en la asignatura de Religión en el primer curso de Bachillerato. “No es porque la religión sea una maría que cuenta para la nota media, sino porque queremos alcanzar la excelencia mediante la cultura del esfuerzo”, se oye repetir una y otra vez por las aulas de España.
El tiempo que le dedicas a la Religión se lo quitas a todo lo demás, podríamos readaptar el anuncio contra la drogadicción. Y esto, un Gobierno que permanece impasible ante el emigrar de investigadores al tiempo que recuerda por los pasillos del Congreso el derecho del Cachobo a disfrutar de su tradición, lo sabe bien. No por casualidad compite la Religión con asignaturas como Cultura Científica, Tecnología de la Información y la Comunicación, o una segunda lengua. Compite y vence. Vayan abriendo sus libros de texto por la página que culpa a Eva y a la serpiente de sus perspectivas de futuro. El Padre Nuestro que está en los cielos ocupa horas que no se usarán para conocer cómo funciona la economía, quién está en sus cielos y los gobierna a su antojo. Las teorías sobre vírgenes sin pecado concebidas se imponen a una mirada feminista y actualizada de lo que debiera ser la relación del Estado y sus miembros con las mujeres y sus derechos amenazados. Sin divinidad no hay felicidad, dice el temario, y sin Religión no hay proyecto de España ciega, sorda y muda que permita lo diseñado para ella por los dioses del mercado.
“Orientar la formación al mercado laboral”, repetía Wert por los platós de televisión, muy acertadamente, como ahora sabemos. A una generación para la que se está diseñando un futuro consistente en emigrar, poner copas o (burbuja mediante) subir al andamio por 500 euros al mes, de poco le servirá la Tecnología de la Información y mucho el darle las gracias a dios, uno y trino, por no estar en el paro.