El sacerdote destinado a la Antártida durante los últimos 14 años, el padre Dan Doyle, viajó por primera vez allí en 1984 y cuenta que antes había una afluencia de unos 2.000 hombres y mujeres que trabajaban en la estación de McMurdo pero admite que ahora ha caído la religiosidad.
«Un gradual descenso en la religiosidad, unido a la caída en el número de personas que trabajan en McMurdo y el Polo Sur y a los recortes de presupuestos, han llevado a la decisión de que con un capellán es suficiente», ha precisado el padre Dan Doyle en declaraciones a Radio Nueva Zelanda recogidas por Europa Press.
El sacerdote, que ha pasado 14 veranos en la Antártida recuerda que antes de la era digital, el principal problema de las personas que trabajaban allí era «la soledad» y la «presión» a la que se veían sometidos, por lo que su trabajo consistía esencialmente en darles «el apoyo de un amigo».
Además, asegura que cuando se convirtió en el cura de la Antártida para él era «un sueño» irse «al fin de la Tierra». En este sentido, relata que solía viajar al Polo Sur durante uno o dos días y también iba a ver los glaciares.
«Cuando los buzos estaban trabajando yo me quedaba de pie en el hielo y era su observador. Además, muchas veces he tenido que contar pingüinos», recuerda.
A partir de ahora, y tras 57 años de historia, en la Antártida solo permanecerá una capellanía militar en la base para proveer servicios religiosos interconfesionales y apoyo a la población.