Sai Baba murió 12 años antes de la fecha en que él mismo había predicho su propia muerte. Falleció en la India, en su ciudad natal, Puttaparthi, en el hospital que él había ayudado a construir. Miles de personas pasan delante de su f
Millones de personas en todo el mundo lloraron la muerte de Sathya Sai Baba, el popular guía espiritual. Autoproclamado como Dios, falleció ayer a los 84 años en su ciudad natal, Puttaparthi, en el sudeste de la India. A lo largo de los años, el gurú logró millones de seguidores en su país y en el extranjero por sus supuestos poderes sobrenaturales, y se convirtió en un icono del movimiento “hippie”. Por otra parte, había sido denunciado por abusos sexuales por sus discípulos. Sai Baba predijo que ocho años después de su muerte, que según él iba a ser a los 96, nacería un nuevo avatar. En más de 100 países, sus seguidores deberán aguardar por su próxima reencarnación.
“Sathya Sai Baba ya no está con nosotros. Ha muerto a las 7.40 horas, como cualquier otro paciente humano”, dijo el médico A. N. Safaya, a cargo de su cuidado. El guía espiritual murió por un fallo cardiorrespiratorio en el hospital que él levantó en su ciudad natal, y en el que recibía asistencia desde marzo por problemas cardíacos, pulmonares y renales. La noticia conmoncionó a sus seguidores, entre los que figuran líderes políticos, empresarios y famosos. Por dos días, sus fieles podrán ver su cuerpo para rendirle pleitesía antes de iniciar las ceremonias funerarias.
El guía era considerado por sus devotos como la reencarnación de un hombre sagrado, Sai Baba de Shirdi, que murió en 1918. Una fuente del Consejo Sathya Sai aseguró que tras “abandonar su cuerpo mortal”, Sai Baba estará ahora “omnipresente” en la naturaleza, y que el deber de sus seguidores será “sentirlo y buscarlo” de forma “diferente”, hasta la llegada de su próxima encarnación. Por otra parte, el gurú predijo que después de su muerte nacería un nuevo avatar, Prema Sai Baba.
Sai Baba –su verdadero nombre es Sathyanarayana Raju– nació en una familia pobre; a los catorce años dijo tener naturaleza divina y predicó por tres días bajo un árbol de Puttaparthi, donde luego alzó su centro religioso. Años más tarde se hizo famoso por sus supuestos milagros, habilidades místicas con las que producía ceniza o comida de la nada, o se sacaba de la boca joyas, bolas de oro y relojes, unas prácticas denunciadas como supercherías por diversas asociaciones. “Llevábamos décadas intentando desenmascararlo. El mismo dijo que moriría a los 96 años, y mire. Su influencia ha sido negativa para la India. Hoy hay unas 7000 personas que dicen ser avatares de Dios”, dijo el presidente de la Asociación de Racionalistas Indios, Sanal Edamaruku.
Conocido por su melena estilo “afro” y su larga túnica naranja, adquirió popularidad en Occidente en la década del ’70, en gran medida por el movimiento “hippie”. También fue acusado de haber cometido abusos sexuales por varios de sus discípulos, aunque nunca fue acusado formalmente e, incluso, un ex primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, llegó a defenderlo en público.
Su centro religioso es lugar de peregrinación para muchas personalidades indias, hasta la presidenta, Pratibha Patil, como el primer ministro, Manmohan Singh, acudieron a su último cumpleaños. “Sathya Sai Baba era un líder espiritual que inspiró a millones de personas a, sin renunciar a su propia religión, llevar una vida moral, siguiendo las ideas de verdad, conducta adecuada, paz, amor y no violencia”, se lamentó Singh en un comunicado.
Tras las acusaciones de fraude, Raju había abandonado sus milagros, y se había centrado en las ayudas sociales y la caridad (más sencillas de lograr y menos expuestas a las críticas), apoyado en un Consejo que gestiona, según el Ministerio de Hacienda indio, más de 9 mil millones de dólares en donaciones, lo que revela la facilidad de llegada desde el poder público. En Puttaparthi hay decenas de escuelas, hoteles, una universidad, un aeropuerto y un hospital en el que doctores fieles a Sai Baba brindan tratamientos y realizan operaciones a precios simbólicos para los más pobres. A partir de su muerte, varias de las especulaciones giran en torno de lo que sucederá con el complejo que había logrado construir.